La habitación se había convertido en un lugar oscuro y extraño, ya no estaba cómoda en mi último refugio. Estaba arropada hasta arriba y lloraba como cada noche. No tenía amigos a los que contarles mis penas, y mis padres vivían enajenados a ellas, o simplemente no querían ver el dolor de su única hija. Cuando ya me escocían los ojos de tanto llorar oí un ruido dentro de mi armario.
Sí, tenía miedo.
No, no sé por qué lo hice.
Llevaba una camiseta vieja y sucia que me quedaba grande y mi ropa interior. Cuando fui a abrir se me congeló el cuerpo, estaba inmóvil y percibía un horrible frío proveniente del armario. Quería volver a la cama y seguir llorando pero era demasiado tarde.
─ ¿Quién eres? ─ Dije con voz temblorosa esperando una respuestaQuise llorar, pero solo salían penosos gemidos, quería caerme al suelo, el frío dolía y se colaba a través de mi alma, haciendo de mí un títere cuyo único impulso era hacia un pozo vacío y oscuro, un pozo de ausencia de todo y de nada.
Finalmente, como empujada por la mano de Dios tiré con fuerza y caí al suelo. No había nada dentro del armario. Pensé que era una tonta por pensar que realmente habría algo, pero al girarme hacia la cama lo vi. Se veía una figura inmóvil al lado de mi cama, se percibían dos ojos, pero lo que vi no era ojos. Tras un rato de observarme desde las sombras, éste se inclinó hacia delante iluminado por la mortecina luz de la blanca luna.
Comprendí mi error, no eran ojos, no era nada.
Ese horrible ser decrepito desprendía un hedor insoportable y un frío aun peor si cabe. El odio negro e inhumano que emanaba su aura me mataba cada segundo que pasaba, abandoné toda resistencia y caí al suelo llorando. Ojalá fuese esto un sueño, ojalá mi vida no fuese más que otra pesadilla de la que al despertar encuentras a tu madre con un vaso de leche caliente para que te vuelvas a dormir. Vomité y el esfuerzo me hizo perder toda capacidad de contención. La sombra se movió mostrando un cuerpo espectral, pero tangible. La extrema deformación le hacía aún más horrible.
─Por favor, mátame rápido, pero hazlo ya ─
─Yo no vengo a matarte, ya estabas muerta antes de que viniese yo aquí─ Su voz era como un cuchillo, me cortaba la piel literalmente veía mis manos ensangrentadas. Estaba hecha un desastre, que diría mamá cuando me viese, probablemente se enfadase por ser tan tonta y hacerme pis encima.
Hizo una desagradable mueca retorcida que parecía una sonrisa, durante un segundo perdí la noción del tiempo, y cuando me di cuenta había algo frente a mí, me encantaría decir que era el mismo, pero era peor. No estaba deformado, ni siquiera tenía cuerpo. Sus ojos verdes me miraban con ternura. Me recordaban a... a él. Volví a mirar sus ojos y me quedé delirando, me puse en pie estaba cortada por todo el cuerpo pero ya no me dolía nada, solo quería dormir. Sus ojos me absorbieron por completo, se trasformaron en cavernas insondables que terminaron conmigo.
Cuando desperté, era por la mañana, estaba en la cama y podía ver como unos tenues rayos de luz iluminaban mi apacible habitación que volvía a ser la misma de siempre y no un paraíso retorcido y oscuro, un país de pesadillas, mi armario estaba cerrado y mi puerta también.
Había sido una pesadilla. No tenía heridas y estaba vestida tal como me acosté, con la ropa limpia. Me levanté de la cama para ir a desayunar. Mientras avanzaba hacia la puerta toqué algo con el pie que no había visto desde la cama.
¿Por qué estaba muerta en el suelo?
Mis ojos miraban estúpidamente hacia un rincón de mi habitación, ojos vacíos que estaban en el suelo pegados a una muñeca de carne y hueso rodeada de suciedad. Los doctores dictaminaron que era un derrame cerebral.