¿Podría ser?

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  ¿Podría ser?

  ¿Podría ser que mi vista no esté constreñida por la barrera física?

  ¿Podría ser que los ojos de mi mente hayan captado lo que nadie más?

  Sólo son sus ruinas, un colegio normal a simple vista con un patio, unas clases y un gimnasio. Las aulas vacías pero llenas de escombros. El patio invadido por maleza y restos de piedra de los pisos más altos.  En mitad de un bosque, en un claro del mismo con unas verjas retorcidas y oxidadas que impiden el paso por el terror que infunden, no por el impedimento que representan. 

 Y el silencio, el silencio llena cada espacio de forma aterradora. Es el silencio de la gente que hubo antes y ya no está. El silencio después de los gritos. Era el rey del lugar.

  Eso se podía apreciar si estabas allí, si te limitabas a mirar e incluso a observar levemente.

  En el reino de los sueños hay más de lo que aparenta haber. Yo lo he visto y me llamarán loco. Los niños perdidos gritando, buscando desesperadamente algo que ni ellos saben. Las ruinas negras, no de un colegio, de una cárcel. Un lobo con piel de cordero. La maleza que arroja sus sombras alargadas incluso con la leve luz de la luna, que atrapa aquellos incautos que deambulan a esas horas por aquel lugar. Y las aulas... Sangre en las paredes, horrendos mensajes con tiza de dolor, crueldad y odio.

  No era un colegio, era una enorme sala de torturas, un manicomio.

  Aún recuerdo a aquel niño perdido que resultó no ser un niño. Su uniforme escolar impoluto en medio del patio mirando a la nada y esperando que alguien lo salvase. Yo ya había visto la horrible verdad así que me acerqué para desenmascararlo.

  ─ Niño, ¿Te has perdido? ─

  Negó simplemente con la cabeza sin siquiera mirarme.

  ─ Claro que no te has perdido. Eres el reflejo macabro de lo que hubo antes aquí ¿no? ¿Qué piensas hacer al primer incauto que se te acerque? ¿Lo llevarás a la sombra de las ruinas? ¿Y después? Ah... Ambos sabemos lo que va después. ─

  Sus ojos se cruzaron con los míos por primera vez. Llenos de odio y quizás algo de miedo, parecía más una fiera asustada que un niño. Cuando salió corriendo ya lo tenía todo preparado. Le agarré del brazo y tiré con fuerza hasta levantarlo del suelo. Lo mantuve cerca de mi cara y mantuve su mirada hasta que le golpeé con tanta fuerza que pensé que le partiría el cuello. Le di un cabezazo y lo arrojé al suelo con fuerza. Cuando me dispuse a pisotearlo se vio la realidad. Un ser semi humanoide peludo con una lengua de unos quince centímetros roja como la sangre apoyado en sus cuatro patas dispuesto a salir corriendo. 

  Lo atrapé antes pisándole la cola, lo agarré de la cabeza y la giré tan fuerte como me permitieron mis brazos. Tras escuchar el crujido de sus huesos me levanté y me sacudí la ropa. Cientos de ojos me miraban desde los oscurecidos huecos del antiguo edificio. Iba a ser una noche larga. Me alejé despacio mientras el crepitar del fuego llenaba de nuevo el silencio del patio. El leve olor de la gasolina quemada a la distancia era reconfortante y la pequeña luz se agradecía en medio de todas las sombras de la noche. Desenfundé la pistola oculta en mi chaqueta.

Esta noche, yo me unía a la caza.

Shadows of madnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora