Es horrible querer llorar y no poder.
Darte cuenta de repente de que las lágrimas no salen, aún retorciéndote, gimiendo, sufriendo.
Los ojos te pican y te arañas preguntándote qué pasa.
Sientes que tu dolor queda dentro.
Llorar sin lágrimas.
Sangre sin dolor.
Muerte en vida.
Y un hundimiento cada vez mayor.