Hoy es miércoles 13 de febrero de 2013. Aunque bueno... Para mi, como si fuera un viernes o un martes 13, porque... No, para mi todos los días son viernes 13, como la serie, solo que además de ser la víctima también soy el asesino. Son las 5 de la mañana y mis heridas no me dejan descansar a pesar de la sangre que ya he perdido... Tss... Soy imbécil. Siempre me pregunto: "Lucía, ¿por qué lo haces?". Pero luego me acuerdo de la mierda de vida que llevo y la cuchilla en la mano y simplemente actúo. No sé qué haré cuando llegue el verano porque si me vuelven a ver estos cortes me llevarán a un loquero "desos". No estaría mal porque, en cierto modo, con lo drogada que me tendrían no tendría ganas de pensar en nada, pero yo qué sé...
De repente noté una punzada fuerte en la frente.
- Lucía, ¿otra vez durmiendo en clase? - ¿En clase? Pero... ¿Cómo he llegado aquí? ¿Eso que me ha dado ha sido una tiza? - ¿No respondes? ¿Prefieres que respondan tus padres esta tarde con una tutoría? - Habré venido inconscientemente a clase, como me suele pasar cuando no duermo nada.
- No, no estaba durmiendo, solo que me duele la cabeza. - Respondí en voz baja, como si así solo me oyera el profesor. Todos estaban mirándome, qué incómodo... - Solo eso.
- Vaya, señorita García, parece que SIEMPRE le duele la cabeza. ¿No tiene una excusa mejor? - Preguntó sarcásticamente, típico del profe de Literatura, está amargado, o amargada. Hace poco nos enteramos de que tiene un amante por ahí, todo un escándalo vaya. - Veo que no tiene respuesta. Cuando acabe la clase quiero que te esperes.
Bueno... La clase es... No sé, nada especial. Es tan típica que cuesta describirla. Respecto a las personas, están tres grupos: Las chicas, que se creen populares según más pollas han comido. Los viceversos, que se creen populares según cuantas chicas se la han chupado. Y los frikis, gente normal y corriente, con sentido común y que no hacen tonterías. Ah, como cabía esperar soy de los frikis dentro de los frikis. En fin. Yo me considero superior a todos estos plebeyos, y tal vez sea por eso que me martirizo tanto.
Y, respecto al aula. Una clase bastante chica, con espacio para 30 alumnos, techo escochambroso, paredes mohosas en invierno y ventanas del año en que se inventaron. No es muy llamativa a excepción de los numerosos posters de frikadas de francés e inglés. "Tipical espanis andalucish clas".
- Bien Lucía, acompáñame a mi despacho.
- Está bien.
- Cierra al salir por cierto. - Cogí mi mochila fucsia y él su maletín de cuero, cerré la clase al salir y nos encaminamos a su despacho, que en realidad no estaba tan lejos, a dos pasillos. Aunque esos pasillos se hacían largos cuando vengo medio drogada por los analgésicos.
Entramos al despacho del profesor Alejandro Gutiérrez y me senté en la silla acolchada de cuero y él en su sillón ejecutivo negro con ruedas, dejó el maletín en la mesa y prendió el monitor del viejo PC que residía en la esquina del escritorio de madera un tanto antiguo.
- Bien Lucía, quería hablar personalmente contigo a solas por si podíamos resolver esto sin que tus padres tengan que ver, sé que para ti sería incómodo. - Afortunadamente, este profesor me entendía, una mínima parte casi nula, pero... Al menos es mejor que nada. No como el resto de profesores que no somos más que un número con apellidos para ellos. - Así que, cuéntame, a qué se debe esta ausencia en las clases, puedes confiar en mi en que intentaré ayudarte.
- Bueno, no sé... No es nada supongo, solo que todo se me viene encima, todo me resulta un poco complicado. Mi familia no para de presionarme para que acabe el bachillerato, aunque a mi no me gusta estudiar. Mi sueño siempre ha sido ser tatuadora o dibujante al menos, pero mis padres no lo entienden, dicen que eso no es de provecho y que acabaré viviendo debajo de un puente, que tengo que estudiar una carrera de verdad. Y toda esta situación en mi casa me cuesta soportarla; y que, además, no me caen bien los de la clase.
- Sí, tienes razón, tus compañeros de clase son un poco inmaduros para su edad. - Dijo interrumpiendo mi discurso, tratando de empatizar conmigo. - ¿Y hace cuanto hablaste con tus padres a cerca de dejar los estudios y hacer el curso de tatuador ese? Estamos a mitad del segundo trimestre y pronto acabará el curso, sería un buen momento para discutirlo.
- Desde que entré en bachillerato, en septiembre. Bueno, unas semanas antes. - Añadí con un suspiro sordo que solo era perceptible en mis adentros.
- Podrías probar, e incluso si quieres puedo concertarles una tutoría y hablarlo con ellos aunque lo mejor sería que se lo dijeras tu sola a tus padres.
- Ya... - Dije en voz baja a la vez que agachaba la cabeza.
- En fin Lucía, no te preocupes que todo siempre acaba saliendo bien. - Dijo con un tono alentador mientras me estrechaba el brazo con su gruesa mano, con gesto apaciguador.
- Supongo.
- Ja Ja Ja... Pero sé optimista chica, aún eres joven como para pensar tan negro.
- Eso dicen, intentaré corregirlo supongo.
- Bueno, ya nos vemos mañana en clase, Lucía. - Dijo indicándome con la mirada que me levantara, lo propio hizo el y me dio un apretón de manos como despedida.
Salí del despacho y pocos segundos después del instituto. Me encontraba en Tendillas. Como no tenía ganas de ir a clase después del descanso y a mis padres se la sudaba a la hora a la que llegase a casa, decidí ir hacia "mis escaleras". Son unas escaleras que están detrás del Museo Arqueológico, pasa muy poca gente y no sé, estoy a gusto allí.
Llegué y me senté en el único escalón seco, había estado lloviendo estos días y aun había humedad en el ambiente. Abrí mi mochila y saqué mi paquete de tabaco de liar, mi paquete de boquillas y el librito de papeles: Boquilla en la oreja, papel agarrado entre el dedo índice y corazón de la mano izquierda. Abro el paquete de tabaco con la mano derecha, y éste sujetado con los tres dedos restantes libres de mi mano izquierda. Cojo un puñado, algo chico, y lo pongo en la palma de mi mano izquierda, cierro el paquete, lo guardo con mi mano derecha en la mochila. Papel encima de la palma, sobre el tabaco y boca abajo. Tapo con la otra mano, "giro de tortilla", agarro el papel con el tabaco dentro, prenso, boquilla dentro. Prenso, pellizco, giro, lametón y cerrado. Cigarro en los labios, enciendo el mechero e inhalo hasta llenar mis pulmones de alquitrán.
Y me desmayé.
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Escalera a la infelicidad
Novela JuvenilLucía, una chica atormentada desde la temprana adolescencia. Un cúmulo de experiencias, hormonas y miedos que no harán más que distorsionar la realidad de donde vive, siendo su imaginación su refugio y donde conoce a alguien a quien solo ve en sus e...