Louis Witheham es un gran hombre. Una vez nos reunimos a hablar, y me enteré de muchas cosas acerca de su vida, como su fasianción por el arte y las buenas cosas, o su amor a la cerveza alemana, o los muebles artesanales.
Louis era, sin duda, un hombre que sabía vivir. Desayunaba leche de un lechero, y comía pan de una panadería, como a su vez usaba ropa de un sastre, y zapatos de un zapatero.
Cuando me despedí de él nunca creeí que no volvería a verlo, o por lo menos durante un par de meses.
Una tarde me pelié con mi esposa, entonces salí a dar un paseo. El auto me llevó a un acantilado en las afueras de la ciudad, debo admitir que era hermoso, la playa rodeaba como corona a aquel olvidado lugar.
Me paré en el borde a admirar el paisaje, y sentí la voz de Louis a mis espaldas.
-Hermoso lugar, ¿no?- dijo simpático.
-Concuerdo con usted- sonreí- y digame, ¿cómo escapó de la morgue?
Y Louis también sonrió.
-El limbo es una eterna pesadilla- dijo, cambiando de expresión, ahora estaba serio.Luego de unos minutos toqué la pulsera negra que yacía en mi muñeca.
Era lindo saber que no solo yo estaba muerto.