Dos

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—Necesito salir temprano —dijo Clarice a Hope mientras quitaban las espinas a las rosas que el mayorista había entregado esa mañana.
Hope la señaló con el dedo.
—¿Es una broma, verdad?
—No, en serio.
¿Había llegado tarde y ahora quería salir temprano? Hope se pasó los dedos por el cabello.
—¿Es necesario?
—Míralo del lado positivo. Es una hora que no tendrás que pagarme.
—Prefiero pagarte —dijo Hope—. Clarice, te necesito.
Clarice tenía la gracia de lucir culpable. Pero sólo por un momento.
—¿Puedes encargarte tú sola en la última hora, verdad?
—Apenas. Cada vez hay más trabajo.
Se estaba corriendo el rumor. Hope Walker era la Picasso de las flores. Con sus arreglos florales y las inspiradas palabras con las que ayudaba a los clientes a poner en las tarjetas, Hope había salvado tal vez una docena de relaciones y cimentado otras veinte desde el día de San Valentina. Ya estaba contratada para dos bodas. Tan sólo esa mañana había recibido una docena de pedidos de arreglos para todo, desde cumpleaños hasta recién nacidos. Y como el fin de semana sería el Baile de Fiebre de Primavera del Primer Curso de la Preparatoria Heart Lake, le estaban lloviendo los pedidos de ramilletes y bottoniere para las solapas. Todo estaba bien, pero todo Estaña aún mejor cuando su ayudante de verdad estaba ahí para ayudarla.
—Le prometí a Borg que le haría de cenar.
El señor Maravilla. Por supuesto, debía de cirle a Clarice que tendría que elegir; pero era más fácil decirlo que hacerlo. Clarice había sido la primera empleada de Hope. Su única empleada.¿A quién conseguiría para remplazar a Clarice?
Hope puso su expresión más severa.
—Mira —comenzó. Clarice hacía un gesto lastimero, suplicante —. No sabes cocinar.
—Lo sé —se lamentó Clarice—. Por eso necesito salir temprano. Me llevará horas resolverlo cómo se hace el espagueti.
—Compra albóndigas congeladas, salsa enlatada, hierve algo de pasta y estará bien para iniciar. Confía en mí.
—Y mi departamento es un mugrero. Anda, Hope. ¿Nunca te has enamorado?
H

ope se dio por vencida. Aún creía en el amor, si no para ella, entonces para otra gente.
—De acuerdo. Pero no me lo vuelvas hacer. El baile es el sábado; no me vayas a dejar empantanada con todos los pedidos.
—Aquí estaré —.Clarice sonrió—. Puedes confiar en mí.
Sus palabras sonaron a burla en los oídos de Hope cuando, el jueves, con 43 ramilletes pendientes por hacer, el reloj marcó las once y aún no había señales de Clarice. Hope intentó llamar a casa de Clarice y a su celular sólo para escuchar el correo de voz.
Entró en crisis e hizo una llamada desesperada a su hermana menor. Bobbi era un desastre en dos patas, pero tenía un aire de artista y una facilidad con las flores que no podía enseñarse. Hope sólo deba mantener a su hermana lejos de los teléfonos y la computadora. Nadie como Bobbi para echar a perder un pedido. Pero nadie tenía un corazón como el de Bobbi. Cuando alguien necesitaba ayuda, Bobbi venía corriendo.
El teléfono sonó por la que parecía la millonésima ocasión. Hope dijo con calma:
—Eterna Primavera, a sus órdenes —luego escuchó la voz al otro lado de la línea —. Clarice . ¿Dónd estás?
—En las Vegas.¡Me casé!
Hope parpadeó y miró boquiabierta el auricular.
—¿Con Borg?
—Estoy enamoradísima. Él es extraordinario.
No extraordinario era que Clarice pudiera escapar a Las Vegas con alguien que tenía una semana de conocer. Y dejar a su patrona con las flores hasta el cuello.
—¿Por qué al menos no me llamaste para decirme adónde ibas?
—Bueno, fue un poco de repente.
¿Un poco? El adjetivo se quedaba corto.
—A Borg lo echaron y vino acá para ver si puede trabajar en el taller de su primo. Y halló una tremenda oferta en Travelocity, así que dijimos, ¿por qué diablos no?
¿Por qué diablos no?
—Nos estamos quedando en el Bellagio -continuó Clarice—. Borg se gastó su último cheque en esto. ¿No es encantador? Este lugar es asombroso. Soy tan feliz —Clarice terminó con un chillido.
Hope no pudo sino sonreír.
—Bueno, les deseo lo mejor.
—Gracias. Eres la mejor. Y, Hope...
—¿Sí? —dijo Hope distraída.
—Lánzate. Encuentra a alguien y...lánzate.
Entonces se cortó la línea. La campana sobre la puerta sonó y una voz conocida se anunció.
—Vine a rescatarte.
Gracias al cielo. Ayuda.
—Estoy acá atrás —llamó Hope.
Las cortinas de terciopelo rojo que ocultaban el taller se abrieron y por ellas entró su hermana menor, la reencarnación de Scarlett O'Hara, sólo que con cabello rubio y pechos más grandes.
Vestía vaqueros, botas y una chaqueta negra de piel, todo con un estilo muy particular.
Fue hacia Hope y la abrazó, envolviéndola en una niebla de perfume. Bobbi nunca se ponía perfume con mano ligera. Al desfile de hombres que la perseguía parecía no importarle.
Normalmente a Hope tampoco le hubiese importado, pero cuando pasó por la quimioterapia, el olor del perfume le daba náuseas. Aún le daba un poco. Se alejó e intentó no hacer un gesto.
—¿Què? —las cejas de Bobbi se alzaron con repentino entendimiento—.¿El perfume?¿Huele mucho?
—Eh
—Perdona. Me lo voy a lavar.
—Gracias —Hope asintió—. No quiero modificar tu estilo.
—Nada modifica mi estilo —dijo Bobbi con una sonrisa y fue a desaromatizarse.
—Gracias por venir a darme la mano —dijo Hope cuando ella regresó.
—Es un placer. Cuando trabajas de noche, estás todo el día en casa sin nada qué hacer salvo lavar la ropa y comer.
¿A quién quería Bobbi engañar? Siempre estaba fuera de casa, ya sea tomando café con una amiga o comiendo con un hombre que conoció en El Último Recurso, donde trabajaba como mesera de bar mientras intentaba resolver lo que de veras quería hacer en el resto de su vida.
Bobbi echó su bolso bajo el mostrador.
—¿Así que cuántos millones de ramilletes tienes pendientes por hacer?
El teléfono sonó.
—Preguntame después de esta llamada —dijo Hope, y tomó el pedido-. Estaremos aquí hasta la medianoche —la corrigió Bobbi, mirando un ramillete—. A medianoche yo estaré sirviendo cocteles y esquivando a perdedores que intentan toquetearme —soltó un suspiro—. No sé cuánto tiempo voy a durar allá.
Cuando se trataba de profesiones. Bobbi tenía poca capacidad de concentración. De hecho, en casi todo tenía poca capacidad de concentración. Comenzaba libros pero no los terminaba (a menos que fueran novelitas rosas), y probaba distintos pasatiempos como si fueran zapatos. Hasta ahora había intentado el excursionismo, el ciclismo y la cocina francesa. Sus relaciones tampoco duraban mucho, cosa que no era de sorprende, debido a los tipos irresponsables que elegía.
—Lo que no hagamos hoy, lo acabamos mañana —Bobbi puso una mano en el corazón—. Juro que ninguna reina del baile de la Preparatoria de Heart Lake se quedará sin sus flores —dio un dramático estirón a un papel rosado y derribó un recipiente con claveles—. ¡Ups! No te preocupes, yo me encargo —dijo.
Tal vez pedirle ayuda a su hermana no había sido tan buena idea.
—No te preocupes —aseguró Bobbi—, entraré en ritmo dentro de un minuto. ¿Y has sabido algo de Clarice?
—Se fugó a Las Vegas.
—¡Qué divertido! —gritó Bobbi—. Me hace hace falta visitar Las Vegas. Me han dicho que es grandioso ir de compras ahí.
—¿No irías con alguien que apenas conociste hace una semana, verdad?
—No hacen falta años para conocer a alguien.
Esto venía de una mujer que tuvo un matrimonio efímero y seis novios en los últimos tres años; una mujer explosiva que apenas pasaba las dos décadas.
—A veces me preocupas, Bobs.
—Ya sé qué estás pensando —dijo Bobbi—. Aunque mis relaciones no hayan funcionado, sigo creyendo en el amor a primera vista. Sólo que tengo un modo de matarlo antes de que pueda crecer.
—Odio cuando hablas como si siempre fuera tu culpa el que las cosas no funcionen con esos idiotas -dijo Hope. Es sólo que no has hallado al hombre correcto.
—Necesito alguien que sea bueno y responsable.
La campana de la tienda convocó a Hope al frente, y ahí vio a Jason Wells, el guapo, con las manos metidas en los bolsillos traseros de sus vaqueros, mirando sus arreglos. Su cuerpo tuvo una reacción instantánea de alto voltaje. ¿Qué cruel broma del destino era esta? Dentodasnñas florerías del mundo, él tuvo que entrar en la mía.
—Has vuelto -dijo. Muy profesional, Hope.
Él le sonrió. Fue una sonrisa más amistosa que el día anterior, quizás era una sonrisa levemente interesada.
—Las flores para mi madre fueron un éxito. Ahora necesito algo para hacer sentir mejor a una mujer.
¿Bromeaba? Todo lo que necesitaba era su presencia.
—¿Puedes darme más detalles?
Se puede entregar en otro estado, ¿verdad?
—Seguro. Somos una florería con cadena de reparto FTD —dijo Hope, yendo a su computadora—. ¿Cuál es el motivo?
—Son para... —se detuvo a media frase.
Hope no tuvo que voltear para saber lo que miraba el hombre. Lo sabía. Bobbi tenía ese efecto en los hombres.
   —Hola —dijo ella detrás de Hope.
   ¿Pero qué hacía Bobbi aquí? ¿Por qué no estaba en el taller, donde debía, batallando con los ramilletes?
   Jason cerró la boca y pronunció un débil:
    —Hola.
   Hope pulsó el teclado con rabia en los dedos.
  —¿Para quién son las flores? —lo apremió.
   Él carraspeó de nuevo.
   —Para mí... —meneó la cabeza como intentando reencender su cerebro. Para mi hermana.
   —Qué bonito hermano — balbuceó Bobbi.
   Por un momento, Hope pensó que él se había inventado una excusa para venir a verla de nuevo. Tal vez sí. Pero ahora sólo tenía ojos para su hermana. Pudo sentir una hierba de celos creciéndole por dentro. Arranca eso ahora mismo.
   —Acaba de romper con su novio —dijo Jason—. Él se acercó al mostrador, donde Bobbi se hallaba junto a Hope—. Supongo que tú nunca has tenido ese problema.
   —Siempre duelen los rompimientos —Bobbi se encogió de hombros.
   Hope se metió en la conversación.
   —¿Cuánto estás dispuesto a gastar?
   —Este hombre parece tener un gran corazón. Te apuesto a que si es para su hermana, no le importa lo que cueste —dijo Bobbi, y el rostro de Jason se sonrojó un poco.
   Su bochorno no le impidió sonreírle a Bobbi. Era el tipo de sonrisa que la atracción sexual de alto voltaje encendía.
   —Sólo quiero algo bonito que la haga sentir bien —le dijo a Hoppe—. ¿Tienes flores para eso?
   —Veamos —dijo, intentando ignorar el repentino deseo de darle hiedra venenosa a su hermana ladrona de atención.
   No puede ser tuyo, se recordó a sí misma, ¿así que por qué no dejas que Bobbi lo tenga? Porque aunque él no quisiera a Hope, ella sí lo quería. Pero era una razón vergonsoza, en especial porque Bobbi no había hecho nada sino cuidarla a ella. Ah, y llevarla a la quimioterapia, y comprarle bonitas pañoletas y sombreros para cubrir su cabeza calva. Hope se sintió hervir de vergüenza.
   Redirigió su mente al asunto de seleccionar las flores correctas para la ocasión.
   —Unos lirios del valle serían adecuados. Significan el retorno a la felicidad.
   —Muy bien —él chasqueó los dedos.
   —¿Y qué tal algo para tu esposa? —dijo Bobbi.
   —No tengo esposa —negó con la cabeza.
   —¿Novia? —insistió Bobbi.
   —Tampoco —otro meneo de cabeza.
   —¿Qué quieres que diga la tarjeta? —preguntó Hope.
   —Le encanta la poesía. ¿Qué tal algo...?
   —¿Poético? —Hope aventuró. A ella también le gustaba la poesía—. Hum. ¿Qué tal esto?
   Aunque los amantes se pierdan, quedará el amor.
   —Muy bueno. Me parece conocido. ¿Quién es el poeta?
   —Dylan Thomas —dijo Hope.
   —Me encanta —soltó Bobbi.
   El único Dylan que conocía era Bob Dylan, y muy apenas.
   —También me gusta —Jason asintió—. Ese verso funciona —sacó su tarjeta de débito y consumó el trato.
   —Vuelve pronto —dijo Bobbi.
   —Lo haré —sonrió a ambas, pero cuando su mirada eligió dónde posarse, se posó en Bobbi.
Hope sintió una cuchillada en el pecho. Sintió como si se esfumara toda la felicidad que podría tener. Necesitaba enviarse un lirio del valle para recordarse cada día que siempre debía estar feliz tan sólo por estar viva.
   —Ese hombre es asombroso —dijo Bobbi.
   —Está bien —dijo Hope.
   Suspiró internamente. Comoquiera ella no habría atrapado a este hombre; eso lo sabía. Pero sería muy difícil verlo enamorarse de su hermana.

El amor floreceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora