capitulo 21

400 11 0
                                    

-¿Bien? -repite. Sé que intenta parecer ofendido, pero sus ojos delatan alegría. -No ha estado bien, ha sido alucinante, increíble. Digno del Libro Guinness de los Récords . Qué demonios, este polvo ha sido mil veces mejor que aquellos zapatos que llevabas la noche que nos encontramos.

-No estaba segura de si te acordarías.

Hunde los dedos en mi pelo y suspira.

-Lo recuerdo todo de ti.

Si tengo en cuenta lo bien que conocía los detalles de mi trayectoria universitaria es posible que no exagere.

-Pues no te acordabas del desfile de belleza.

-Al contrario, fue en el Dallas Convention Center. Llevaste un vestido de noche de color rojo fuego y un traje de baño turquesa. También pesabas cinco kilos menos y mirabas aquellas tartaletas de queso con una lujuria capaz de ponérsela dura a cualquiera.

Me echo a reír.

-Sí, seguramente así era.

Me acaricia los pechos y las caderas.

-En cualquier caso estas curvas son una evidente mejora.

-Eso creo yo también, pero mi madre estuvo a punto de sufrir un ataque al corazón cuando le dije que iba a dejar de contar carbohidratos y calorías. -Sonrío-. Me cuesta creer que realmente lo recuerdes.

-Eras la única participante que parecía tener vida propia, y eso a pesar de que todo lo que hacías era fingir. Bueno, quizá fuera por eso.

-¿Fingir, dices? ¿A qué te refieres?

-Exactamente a lo que te dije entonces, a que no querías estar allí, a que éramos como almas gemelas.

-Tenías razón. Aquel fue mi último desfile. Después conseguí liberarme. ¿Lo de alma gemela lo has dicho porque tú también deseabas dejar el tenis?

Su rostro se ensombrece.

-Desde luego.

Confío en que no pueda ver mi tristeza. Recuerdo al presentador del desfile anunciando que Harry Styles había ganado el último US Open. A pesar del talento que tenía le habían arrebatado la alegría. Estoy segura de que hay mucho más de lo que me contó y me pregunto si algún día llegaré a saber toda la verdad.

Me acaricia la mejilla, y le sonrío.

-Los dos escapamos -le digo mientras hago un esfuerzo por apartar la melancolía- y ahora somos libres para explorar otras alternativas.

Me mira con expresión traviesa.

-Deja que te muestre lo que me gustaría explorar.

Gimo cuando desliza los dedos dentro de mí.

-¿Te duele?

Sí, pero no quiero reconocerlo.

-No -murmuro.

-Me alegra saberlo.

Me tumba de espaldas y se pone sobre mí. Me gusta notar su peso, hace que me sienta segura, como si me abrazara y me protegiera. Su boca acaricia la mía con un revoloteo de suaves besos que empieza en mis labios y sigue por mi cuello hasta mi oreja.

-He pensado que podríamos probar algo nuevo. Mejor dicho, algo antiguo.

-¿Antiguo?

-La posición del misionero de toda la vida. Abre las piernas, nena -dice y gruñe de satisfacción cuando lo hago.

Presiona contra mí la punta de su miembro, pero no me penetra y se limita a moverlo ligeramente y provocarnos a los dos.

Mi respiración se vuelve entrecortada, y estoy a punto de suplicarle cuando me penetra. Me arqueo hacia atrás con una mueca mezcla de dolor y de placer.

Desatame H.S. y TN (hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora