CAPITULO 3

72 5 0
                                    

Caí postrada al piso, no podía hacer nada al respecto; mis piernas temblaban, eran torpes en ese instante. Mis manos estaban inmóvil, comencé a mover mis ojos en todas las direcciones, me coloqué de pie; mi cuerpo desnudo se tornaba tenso, salí del cuarto lentamente dirigiéndome a la entrada principal, cerré la puerta con doble seguridad, así mismo me aseguré que las ventanas estuviesen cerradas.

-¡Sonriente!... - ¿dónde estás?... - ven peludo, ven (respiré profundo). Pero mi gato no se aparecía.

Regresé a mi habitación lo mas rápido posible a buscar mi teléfono celular, necesitaba llamar a Frank o a Papá. Después de dos minutos de desesperación lo encontré y no dudé un segundo en llamar.

-Vamos papá, contesta... - Por el amor de Dios contesta... - Buzón de mensajes. Intenté de nuevo con Frank. -Vamos Frank, contesta... -No me dejes sola... -Fraaaaaaank (comencé a llorar). Estaba desesperada, hasta que...

-Hola cariño (contesta frank)... -¿Cómo estás?.
-Amor, ¿dónde estás?... -Ven rápido por favor... -Estoy asustada, alguien me observa.
-¿Cómo que alguien te observa?
-Si, alguien me está asustando... -ven, no quiero estar sola, por favor ven.
-Ya cariño, cierra todo. Asegúrate de esperarme en la habitación, voy dirigiéndome a casa. Quédate tranquila, te amo.

Sentí un alivio enorme al hablar con Frank, solo me quedaba esperar. Sentí curiosidad por salir y percatarme que todo marchara bien, pero hay quienes aseguran que la curiosidad mató al gato, y solo quería perder el miedo.

Me puse de pié, di tres pasos hacia la puerta de la habitación, dudé un instante en continuar, pero debía llegar a la cocina y buscar la navaja que heredé de mi abuelo antes de morir un 2 de noviembre. Pero el miedo era desgarrador y decidí regresar a mi cama. Busque una camisa color azul rey obsequiado por mi Padre el 8 de agosto, un Jean negro y zapatos converse. Me senté en una de las esquinas de mi habitación, había mucho silencio a mi alrededor. Fue entonces cuando el televisor volvió a la normalidad; pero ahora estaba sonando la canción "let her go", me levanté lo más rápido que pude y apagué el bendito televisor. Pensaba que cualquier ruido que provocara podría alertar al psicópata que me perseguía, aunque en realidad no sabía de quien se trataba.

Pasaban los minutos lentamente, como si se tratará de algo planeado por Lourdes (mi madre) para hacerme cambiar de opinión y no ir a San Bernardo, o si se trataba de Frank, haciendo que pierda la cabeza. Pensé muchas cosas en ese momento, me comía las uñas una y otra vez hasta llegar al Pegue de mis dedos.

Pasados treinta minutos, entra Frank a la habitación. Era un chico de aproximadamente 25 años, de contextura atlética, cabello negro, ojos azul profundo, piel pálida, de 1.85 de estatura. Me miró y no dudo en sentarse en el piso junto a mi y abrazarme. No pude contener las lágrimas, Frank estaba sorprendido al ver el estado en que me encontraba; siempre me veía sonriente, pocas veces de mal humor, jamás me había visto llorar.

-cariño, ¿que pasa? - aquí estoy.

Le comenté todo, desde el extraño encuentro con Lourdes en el café, cuando tocaron la puerta del apartamento y el mensaje del televisor en letras rojas. Lloraba y temblaba de tal forma, que no podía hablar con claridad.

-¡No sigas cariño!. (Dijo Frank frotando sus dedos por mis mejillas) . -Tranquila, estoy aquí para cuidarte, ten calma.

-Ring... Ring... (suena el telefono)
-¿hello?... ¿hola? Contesta Frank.
-"Que el mismísimo infierno te proteja". Se escucho del otro lado del teléfono, antes de colgar.

La Gran MansiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora