Actualmente, en el año 2058, las personas habitan en refugios. Ajenas de las vidas que pudieron tener hace treinta y nueve años.
El miedo recorre nuestros cuerpos como una enfermedad, persiguiéndonos tanto en nuestras vidas cotidianas como en las pesadillas. El peligro abunda en cada parte de este apocalíptico mundo, personificado en mutantes que sacian su hambre con nosotros, e incluso por nosotros mismos.
Las diferentes ideologías separan la sociedad en tres: Los Priveet, es decir, los Capitalistas ; Los Rojos o Comunistas y ; Los Rebeldes, personas que desean que todos unamos fuerzas para combatir los terrores del mundo.
Pero no solo esos tres grupos son peligro de nuestra propia existencia. También se encuentran Los Bandidos, personas que son libres de pensamiento, seres que no se dejan guiar por ninguna ideología, los que no son siquiera Rebeldes. ¿Qué es lo que hacen? Robar, destruir, humillar, arrebatar las almas de algunos, como yo.
¿Yo qué ideología tengo? No me considero un Bandido, pero no poseo ningún pensamiento fijo.
Han pasado 19 años desde que los Bandidos asaltaron mi refugio, situado en la antigua España. Los recuerdos tenues pero presentes en mi cabeza hacen que la ira emane de mi cuerpo. ¿Así es cómo los humanos pretendemos sobrevivir?
Tenía una familia, un hogar, una vida tranquila aunque fuera en un gran espacio libre de un antiguo conducto de alcantarillado. La personas del refugio Alm-52 poseíamos esperanzas, esperanzas de encontrar un lugar intacto, libre de radiación. Pero nuestras sonrisas fueron arrebatadas, al igual que nuestras almas. El refugio quedó arrasado, con una sola forma de vida, yo.
***
La estrecha grieta que hay en la pared esconde mi pequeño cuerpo. Pero no pueden alejarme de los llantos, los gritos, suplicantes que luego se convierten en silencio tras sonar la triste canción cantada por las armas del enemigo. El olor metálico de la sangre se aferra a mí, y las palabras de mi madre resuenan en mi cabeza: "Vectus, corre. Huye de aquí, rápido y, no mires atrás."
Sabía que mi madre había caído, al igual que mi padre quién se encontraba en la defensa superior, controlando quién se acercaba a nuestro refugio.
Las lágrimas no salían de mis ojos, el miedo era más fuerte que la tristeza y mi mente me advertía de que el más mínimo sollozo alertaría a los Bandidos.
Pasaron las horas, incluso días y los asaltantes ya se habían ido, aunque mi cuerpo seguía en el mismo sitio. Tenía miedo de que al salir, un bandido que rondase por la zona advirtiera de mi presencia y acabara con mi vida.
Armándome de valor decidí ausentarme de mi escondite, la pequeña luz que había en el lugar me encandiló. Entonces mis oídos pudieron captar unas pisadas, sólo había dos opciones; O que los bandidos nunca llegasen a retirarse del lugar o, que las abominaciones nacidas del veneno radioactivo rondasen buscando alguna vida que arrebatar.
Qué serían ¿Vampiros, Arecnadas, Jargos,... ?
—Methyska. —Una voz sonó a lo lejos, formando un pequeño eco.
Cómo una rata asustada corrí, alejándome de las voces que sonaban al igual que las pisadas, ahora frenéticas, que se acercaban hacia mí. Mis pasos se detuvieron de golpe al observar la siniestra escena que se encontraba frente a mi.
Los cuerpos yacentes de los caídos, tanto enemigos cómo de aliados, se encontraban formando una espiral circular. Unos descuartizados y otros intactos, a pesar de los pequeños redondeles realizados por las balas en la batalla librada hacía tres días. Un pequeño ruido me alertó de que en esta sala no había solo cadáveres, mis manos y mis piernas empezaron a temblar para luego quedarme petrificado por culpa de quién o qué, mejor dicho, se encontraba al fondo de esta.
Su enorme cuerpo con un pelaje negro azabache, sus grandes brazos con unas manos decoradas por unas afiladas garras, dos pares de orejas puntiagudas cómo las de un felino y, una cresta que iba desde la cabeza hasta la cadera, la cual estaba acompañada por unas tres colas, de un rojo granate. La bestia, alertada por mi miedo, se dio la vuelta hasta acabar con sus ojos brillantes del color de los rubíes frente a mí.
Unas voces inundaron la sala, primero eran risas, luego gritos y sollozos. De los cuerpos que yacían en el suelo pude observar como las almas de estos salían al exterior, brillantes y azules, con el aspecto de sus dueños. Unas se abrazaban, otras corrían felices, otras empuñaban las armas,...
—Vectus, ¿por qué no te fuiste? ¿Acaso mi muerte ha sido en vano?
El cuerpo de mi madre, convertido en alma, apareció ante mí.
—Tú eres el culpable de todo. —La voz de lo que fue una vez mi madre poseía un tono burlón, el cuál me hacía culpable de toda esta matanza.
—Tú los has matado a todos. —El Jargo comenzó a hablar. Estos mutantes, a partir de los pensamientos de sus víctimas, los hacían sufrir para luego devorarlos.
—Yo no he matado a nadie. —Intenté excusarme. Pero todas las almas se volvieron hacia mí, ahora con los rostros demacrados.
—Eres un cobarde, nos dejaste solos. —La frase la volvían a repetir, cada vez más fuerte, hasta que sólo pude taparme las orejas y caer de rodillas mientras las lágrimas caían por mi rostro.
—No, no he hecho nada. No soy un cobarde...
—Sí que lo eres, Vectus, siempre serás un cobarde. Déjame devorarte, entrégame tu vida, devoraré tu corazón y tu alma te será devuelta. —Miré sus ojos, hipnóticos, para luego volver a gritar. La culpa me asediaba consiguiendo que un fuerte dolor se manifestara en mi interior.
—¡Abrid fuego! — La voz firme de un hombre logró que las almas se esfumaran.
De nuevo, la canción de las balas al salir por el cañón intentando alcanzar el cuerpo del Jargo sonaban, recordando el cómo había sido un cobarde.
—Mi capitán, el joven sigue vivo. —Uno de los hombres que habían acabado con el Jargo consiguió que su voz me tranquilizara un poco.
—¿Lo matamos? —Preguntó otro.
—No, él vendrá con nosotros. Poca gente ha sobrevivido a un ataque así, y menos con tan pocos años.
—Por favor, debéis de matarme. Soy el culpable de todo esto, ellas me lo dijeron.
—¿Ellas?
—Las almas. -Alcé mis ojos hasta divisar los rostros de los hombres. Por un momento temí que fueran Los Bandidos, pero no. Eran comunistas, el parche con el símbolo que tenían en el brazo me advirtió de esto.
—¿Las almas de quiénes?
—Las de los cuerpos... -Cesé mi voz al observar cómo todos los cuerpos habían desaparecido sin dejar ningún rastro.
—Chico, ¿estás bien? ¿Te separaste de la caravana en la que ibas?
—No, yo vivo aquí. Siempre he vivido en este refugio. —Los soldados se miraron unos a otros, el miedo se podía divisar en sus claros ojos.
—No sé que te ha hecho ver ese vil bicho, pero, este refugio está abandonado. Fue arrasado por Los Bandidos hace seis años...
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Bleakness
Science FictionEn el año 2019 la tierra fue sometida al caos. Como en la primera guerra fría, Estados Unidos y Rusia, vuelta a llamarse Unión Soviética, comenzaron una batalla. El mundo no tardó en inundarse con miedo ante la noticia, pero esta sensación fue despe...