La brisa de la noche trae recuerdos. Unos recuerdos tan tristes como hermosos.
La luna roja se encuentra alineada con la azul y entonces recuerdo:
Cuando las tres lunas se alineen, La Luna Roja, Felbris; La Luna Azul, Aque'em; y la Luna Verde, Iriv. Un milenio se cumplirá y un mal se alzará. Yellet, impide que este mal acabe con la vida que abundará en este mundo.
Las últimas palabras del anciano , Thardos, antes de morir. Una muerte provocada por él mismo. El recuerdo de su cuerpo cubriéndose de un aura roja, un cuerpo qué después se convirtió en cenizas. Unas cenizas que se llevó el viento en una noche tan oscura cómo esta, con un silencio roto por mis sollozos.
Las heridas que cubren mi espalda me arden al moverme, he pasado de ser un ser libre a un gran ser, y de ese gran ser a un esclavo.
Me río ante tal suerte, en ocasiones pienso en acabar mi vida, en volver a reencontrarme con todos los que me han dejado a lo largo de estos veinte años. Pero, luego recuerdo las palabras de Thardos, recuerdo que le prometí salvar la vida de las personas de ese mal que se cernirá sobre este mundo.
—Si hubiese muerto ese día junto a los demás. —Dejo caer mi voz hasta terminar la frase en un susurro.
Me siento abatido, abatido por los recuerdos. Abatido por las muertes, las heridas y el dolor de estas.
Mis ojos irradiaban una escasa luz dorada, una luz que pedía venganza. Vengarme de todos los que habían interferido en mi vida convirtiéndola en una pesadilla.
¿Cuan sería la oscuridad que invadía mi corazón?
Una oscuridad que me torturaba cada día, esas pesadillas que me seguían a todos lados. Pesadillas que aumentaban por cada persona muerta, personas que me habían importado.
Dejé mis pensamientos atrás, la noche se iba y un nuevo amanecer aparecía en el horizonte. Un nuevo día de trabajo, de más dolor...
***
Mi cuerpo famélico cruza las abarrotadas calles de la ciudad portuaria de Igem. Los empujones por parte de las personas resultan abrumadores, me encuentro en el sector comercial de la ciudad y la mezcla entre hombres libres y esclavos es tortuosa. Nosotros, los esclavos, somos objetivo de las burlas de los libres.
Me dirijo al punto de encuentro donde mi señor ha de recogernos a todos los esclavos que somos de tanta confianza, que nos deja salir sin ninguna vigilancia por las ciudades en las que nos paramos. Observo la luz del sol para después entrar en el bar en donde he de reencontrarme con él. La puerta de madera chirría débilmente al empujarla, aunque para mí es como un gran estruendo que alertaría a todo el mundo que se encontrase en el viejo establecimiento. Pero no es así, nadie advierte de mi llegada y sus conversaciones invaden cada rincón.
Paso mi mirada por el lugar hasta dar con mi amo, el capitán Defacdus, Illir Defacdus.
—Vaya, Senaat. —Saluda el hombre con una sonrisa terriblemente abyecta.
—Mi señor. —Mantengo la mirada firme y posada en sus marrones ojos manteniendo el poco orgullo que me queda.
—Nunca cambiarás ¿Verdad? —Alza una ceja mientras que su sonrisa cambia hasta convertirse en una casi fraternal. —Siéntate.
Obedezco y me siento enfrente de él. Aunque mi mirada sea fría, en mi interior no puedo reprimir el temor que siento, mi cabeza formula numerosas preguntas. ¿Me castigará? ¿Me matará? ¿Cuantos latigazos recibiré?
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Lemitian
FantasyLemitian, también conocida como el antiguo mundo. Un mundo que se dividió en tres por culpa de una guerra tan devastadora y llena de muerte como ninguna otra. De un mundo que irradiaba paz e igualdad, quedaron tres Demet's formados por El Agua, La...