Los bebés Dina Luna o Lina y Jonas.

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Él me miró serio y esperando que abriese la boca para decir algo de vital importancia, soltó: -¿Puedes ponerte las gafas?, Te vi con ellas en la oficina y te quedan bien. Se juntó la decepción y la vergüenza en mi semblante al escucharle decir y eso y me sonrojé. Algo nuevo para mí, pero que se había vuelto una rutina esta noche - Te sonrojaste.

-No es verdad- negué levantándome y yéndome lejos.

-¡Lo hiciste!- repitió culpándome y me dirigí a la puerta para salir. Hay situaciones que no debes afrontar en tu vida, otras que debes hacerlo con todas tus fuerzas, en ocasiones es mejor retirarse y salir por la puerta para conservar esto que llaman vida, que quedarse con algo que sabes que te va a superar. Huir es de cobardes, dijeron, bueno, yo ya no huyo, ni voy a buscarte. Y equilibrio la balanza - No te vayas - dijo triste- Tú siempre me pides que me acerque a ti para hacer un nudo en mis cordones- movió sus pies momentáneamente - Creo que yo estoy en el derecho de decirte que no te vayas ahora- dijo tomando valor e inflando su pecho para sostener su figura.

Cerré la puerta despacio. Tal vez me asusté de algo o creí que no podría afrontarlo cuando en el fondo sí. Si Abigail hubiese estado aquí diría algo como : "Estúpida Nina, salió corriendo por un chiguagua que le ladraba" Y tenía razón. Había salido corriendo como al que se le acerca una abeja y teme por su vida. Como si él no fuese más fuerte que el bicho y pudiese quitarle la vida de un pisotón. Yo era de esas. Había intentado huir, y en ese intento se esfumó mi honra, para buena noticia fue que Mike no me dejó irme. Equilibramos balanzas de nuevo. Está claro, si hay izquierda debe de haber derecha, y si hay frío debe de haber calor. De ahí el símbolo del Tao más reconocido como signo del Karma. En lo blanco debe haber algo negro y en lo negro algo blanco. Y sólo el blanco y el negro pueden cerrar el círculo y hacerlo eterno. Tú vas para atrás y yo para delante, él muere, y el otro vive. El que vive se siente muerte y el que muere desearía volver a vivir. Simple y complicado.

Mike me miró con dudas, había estado pensando en mis cosas demasiado tiempo y él espera una respuesta confuso.

-Sí, sería un trato justo- dije intentando justificar el retraso en soltar mis palabras - No me alejaré de usted Señorito White, siempre y cuando sea usted el que me lo pida, entonces por ende a su decisión no me quedará otra que salir por esa puerta y no volverle a atar sus maltratados zapatos.

-Yo...yo...quiero que me ates mis zapatos siempre- dijo un avergonzado Mike hasta borracho y sonreí tiernamente.

-Le ataré sus cordones todas las veces que los lleve desatados - dije con seguridad -Si necesita un contrato escrito para creerse eso no me opongo...

Empecé a desvariar cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, había bajado corriendo a sus pies a desatarse los cordones y se había puesto en su posición de nuevo mirándome - Creo que se me desataron - comentó y reí muy, muy bajito.

Asentí despacio para volver a agacharme a ante él, eso era como un signo de flaqueza por mi parte pero no me importaba ni un poquito hacerlo, no con el peluquero del tupé, volví a atarle los zapatos de piel y él volvió a desatárselos, rodé los ojos

-Se me volvieron a desatar- dijo inocentemente

-Señorito White no puedo estar atándole los zapatos toda la vida- alcé una ceja.

-Me gusta verte así- admitió.

-¿Así cómo?- indagué .

-Así- señaló el suelo y entendí a la perfección.

-Dígalo en voz alta, sin miedo- dije queriendo que las palabras saliesen por su boca.

Cogió aire, le escuché contar hacia atrás tres veces y abrió los ojos para mirarme a mí, que seguía esperando -Me gusta verte de rodillas mientras me atas los cordones - dijo definitivamente.

1000 Razones para no enamorarse de un chico de los 50'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora