Malas Noticias
Washington D.C., Estados Unidos.
El equipo de investigación de la N.A.S.A. a cargo de Robert Calahar seguía sus sondeos respecto a la severa y futura amenaza.
Robert, su asistente Ethan Eisenhower y el subdirector de monitoreo Buzz Cooper se encontraban en una habitación privada junto a un agente del gobierno estadounidense y un secretario de defensa enviados directamente desde la casa blanca, explicaban detalladamente los informes de la recolección de datos procedentes de todas las agencias espaciales del planeta.
– ¿Están completamente seguros que todos estos datos... son fiables?– dijo el agente quitándose los lentes de sol, no podía asimilar la mala noticia, Andrew Foxx es un afroamericano alto y corpulento, calvo y con un candado de barba, a pesar de su gran tamaño la preocupación invadió su rostro.
–No existe manera que fueran equívocos, todas las agencias espaciales del planeta lo han confirmado, por eso ustedes están aquí– dicta Robert señalando al agente, estaba nervioso y sudaba mucho, se desajustó la corbata. –Nuestro deber es informarles y mantenerlos al tanto ¿Qué vamos a hacer ahora?– preguntó como una súplica, sus compañeros no hablaron, Robert no podría expresar la malcarada noticia mejor que ellos.
–Señor Calahar, su petición de enviar esta noticia a las Naciones Unidas la aprobaremos de inmediato, ellos se encargaran de... dar una alerta a toda la población terrícola– articuló Douglas Connor el secretario de defensa, un hombre obeso de mucha papada y dedos gruesos.
–La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica nos han estado llamando desde las oleadas masivas de calor, pero primero debíamos solicitar el permiso de la Casa Blanca para suministrarles la información que requieren– explicó Ethan.
– ¿Entonces este insoportable calor se debe a este cometa?– cuestionaba el agente.
–Asteroide– lo corrigió Buzz. –La radiación que emite este objeto es exorbitante, no sabemos con certeza qué tipo de material posee su estructura, pero las ondas expansivas que emite su velocidad rebotan en las lunas y los planetas afectando toda la vía láctea– prosiguió hablando del asteroide.
–Madre santa...– dijo el secretario. –A este paso el calor nos matará antes que el asteroide llegue a la Tierra– sacó un pañuelo secándose el cuello y la frente.
Guardaron silencio por unos cuantos segundos, cada uno pensaba que cosa tendrían que hacer a continuación, el fin del mundo era evidente, no había solución para el desastre que se avecinaba.
–Puede que haya una solución para este desastre– insinuó Connor aniquilando el silencio incómodo.
Madeira, Portugal.
La sensación térmica aumentaba con cada hora, las plantas y árboles se marchitaban poco a poco en la isla, el calor es insoportable, la energía eléctrica aumentaba exorbitantemente, el flujo de turista en Madeira iba de descenso, manifestaba un problema para la población.
El clima se precipitaba, Liberio observaba la aglomeración masiva de nubes, en cualquier momento el chaparrón de agua inundaría las calles, conocía un tanto el comportamiento del cielo, el calentamiento climático derretiría las nubes en un último lloriqueo, se preocupaba, después el cielo estaría despejado como en un fulminante desierto del inframundo ¿Qué podría esperarles después de la tormenta que se avecinaba?
La preocupación de Liberio ascendía, su hermana Neiva no aparecía desde ayer, llevaba un día entero de paseos con su novio, le molestaba su negligencia familiar ¿Cuántas veces habrá hecho lo mismo dejando a la pequeña Madeira sola en casa?
Liberio no aprobaba la actitud de la hermana mayor, confiaba en que Neiva cuidara a su hermana como lo hubiesen hecho sus padres, pero no era así, Neiva es una chica responsable en sus estudios, recorre su carrera en ciencias de la informática, pero en cuestión del hogar, no era la mejor competente para el trabajo en casa.
Madeira seguía sus prácticas con el violín, servía de distracción para su mente, todavía recordaba la escena del cachorro muerto cerca de la pastelería, no se le olvidaría con facilidad.
Las gotas de lluvia comenzaron a caer, primero una garua poco tormentosa pero a medida que pasaban los minutos el caudal de aguacero aumentaba acompañado de estruendosos relámpagos y truenos.
El sonido del violín de Madeira se veían interrumpido por los chasquidos del diluvio, no le gustaba la lluvia y buscó refugio junto a su hermano.
– ¿Por qué no contesta el teléfono?– se preguntaba Liberio con su teléfono celular en la mano, ya estaba cansado de llamar al número de Neiva.
–Neiva siempre es así...– le contesta Madeira hojeando una revista de postres.
No le gustó la respuesta, le armaría un buen lio a su hermana cuando le diera la gana de aparecer, ya era muy tarde y el chaparrón se tornaba peligroso, nadie estaba en las calles. Lo que más le molestaba era su ciega dependencia en confiarle el cuidado de Madeira a Neiva, su trabajo en el exterior era su sueño hecho realidad, procuraba ser el mejor de todos para brindarles a sus hermanas todas las necesidades que requerían para vivir felices, pero se daba cuenta que era mentira, una fachada engañosa que Neiva inventaba para zafarse de él, de ser así, tendría que cambiar sus planes, volver a vivir en la isla con sus hermanas y encontrar otro trabajo o llevarse a la pequeña Madeira a Paris.
El teléfono inteligente de Liberio comienza a vibrar, una llamada entrante de un número telefónico del que no esperaba recibir contacto hasta final del mes. La Agencia Espacial Europea esperaba que el joven piloto contestara el celular, reconocía el número aunque no lo tuviera registrado en el teléfono, no estaba de humor para atender asuntos laborales, pero su responsabilidad le ganó a la necedad.
–Buenas tardes– contesta Liberio, su tono de voz era serio y sonoro, Madeira volteó para captar el repentino cambio de su hermano.
– ¿Liberio?– preguntó una voz femenina, la reconoció a leguas, era Megalie Leduc, una compañera de trabajo en la Agencia Espacial Europea, designada al departamento de monitoreo espacial.
– ¿Meg?– dudó por un segundo, la llamaba así por cariño, salieron juntos una temporada pero no funcionó, lo extraño de todo es que ella era una persona de confianza para él, tenía su número personal ¿Por qué lo llamaría directamente desde la agencia?
–Presta mucha atención Liberio, hay malas noticias... muy malas noticias, nos han quitado nuestro teléfonos personales– dijo Megalie respirando profundo, su tono de voz no le parecía común, como si hubiese estando llorando demasiado. –Las Naciones Unidas darán la noticia en unas horas al nivel mundial, ya casi todos los medios la saben pero quería comunicártelo antes que lo vieras en la televisión– explicaba ella.
– ¿De qué estás hablando Meg? Cálmate por favor– no entendía el problema.
–Un asteroide más grande que la Luna se dirige a la Tierra... nos queda menos de un mes de vida– le contesta Megalie tragándose el llanto.
–Virgen santa...– casi deja caer el teléfono, relacionó los efectos climáticos y el cambio del cielo con la nefasta noticia.
–Pronto recibirás una carta oficial de la Agencia Europea...– agrego la chica. –Se que querrás pasar este último mes con tus hermanas, no estoy segura si volveremos a vernos y me apena mucho decírtelo por teléfono– cortó la respiración por unos segundos.
–Megalie... tranquilízate– Liberio sabía lo que ella necesitaba decirle, a pesar de estar a esa distancia correspondía sus sentimientos.
–El tiempo que fuimos novios estuve llena de felicidad y sin preocupaciones, nunca me había sentido tan feliz... me hubiese gustado pasar los días restante a tu lado, yo te a...– y la llamada se cortó.
ESTÁS LEYENDO
Tourianos [Tierra]
Ciencia FicciónUna terrible oleada de calor amenaza la vida cotidiana del planeta, desde cada rincón de la Tierra las vidas transcurren en su curso habitual. Un físico atmosférico de la O.M.M. en Suiza. Un Ingeniero Espacial en Estados Unidos de la N.A.S.A. Un mie...