Carta 1.

338 28 6
                                    

«El cielo se me cae encima gota a gota y los árboles parecen querer seguir al viento. Según escuche, es causa a la peor racha de tormentas del año. ¡Pero qué tragedia! Mi padre no ha escogido una buena época del año para morir. Miro su foto, aquella que lo trae de regreso a la vida y me pierdo en el recuerdo por un rato. Yo tomé esa foto durante su cumpleaños. La tomé cuando todavía podía sentir interés por algo y no por alguien.

El lugar está lleno de fantasmas, los amigos que se suponían venir lo han dejado a un lado. No hay familia sincera que comparta la impotencia. Estoy solo, rodeado de muertos que me agradan más que los vivos. Tú estás en el hospital, madre. Si tengo suerte te están reteniendo para evitar otro ataque. No quiero volver a verte pronto. Ya no se ni qué decir en voz baja, no sé qué debería de gritarle, ideas que van y vienen revuelven los mensajes a medio terminar. Veo el cielo gris y las hojas que golpean mis pies. A lo lejos una sombra se esconde entre los árboles; sin importar la distancia, sé que nuestras miradas se conectan. 

Intento no arrastrar los pies de regreso al campus.

Los días siguientes no son mejores. Los colores son un placer que he perdido poco a poco. Todo teñido de gris parece llano y frío. Aún conservo la carta que me ha escrito mi padre. La verdad, temo abrirla pronto. En las clases soy el primero en llegar y el último en irme. Los pocos amigos que tuve el año pasado ya pasaron de hoja y no los veo por las clases. No me sorprendería saber que dejaron los estudios. El jardín trasero de la preparatoria nunca me había parecido tan acogedor y de un día a otro se ha convertido en una parte de la rutina. Me consume una depresión y ya no recuerdo de cuál pérdida proviene.

Lo veo corriendo con una chica, van camino a los dormitorios. ¿Le recuerdas? Alexander Kirk, aquel chico que te presenté en la cena de navidad. Lo aprobaste tantas veces como un buen amigo, dijiste que era muy mono y que parecía buena persona. Estabas tan equivocada, madre, tan equivocada en cada una de tus palabras. Yo no le quería como amigo, yo le amaba como novio. Y ahora veo que ambos estamos en un error acerca de que fuese buena persona. No sé si debería de contarte lo que me ha hecho, pero de lindo ya no tiene nada. Él y su chica se toman de la mano y parecen contentos. ¿Hace cuánto que nos peleamos? Ya ni siquiera recuerdo su voz. La tuya y la de mi padre bien pudieron haber sido un sueño; no recuerdo la última vez que hablasmo en persona por más de un minuto. Intento hacerme un ovillo y rodeo mis rodillas con mis brazos. Nunca me había molestado aquel fino trazo de tinta permanente que da color a mi piel. Es su nombre tatuado en mi brazo. Alex, él tiene mi nombre en su brazo. Una promesa perdida en el tiempo de valor nulo para él. En ese instante lo doy por perdido, ya sé a qué van, lo mismo hizo conmigo una semana después de habernos conocido. La sombra me vuelve a observar desde lejos, intentando ocultarse fallidamente detrás de un auto. Oculto mi rostro, rojo por el frío, entre mis piernas y siento como me sacuden los sollozos. Sigo sin saber quién es. Sonará tonto, pero siendo observado me siento seguro.»

Flores. [One Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora