Capítulo XVIII «La luz aparecía de entre las tinieblas»

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Capítulo XVIII «La luz aparecía de entre las tinieblas»

Me encontraba agobiada. Estaba sola y perdida en un lugar desconocido para mí. Paolo había huido. A Andrea la había secuestrado Xavi. El vuelo se había retrasado un par de horas. Estaba más que perdida.

Hace treinta y seis horas que abandoné el hogar de los Leduc Oviedo. Después de la muerte y entierro de Noa, además de mi extraña aparición en una cama semidesnuda me hizo replantear seriamente si verdaderamente tenía una buena salud mental. Sin embargo, me resultaba extraño no haberme planteado aun con cortarme las venas.

Respiré hondo y me llevé una mano a la cabeza. Solo era capaz de ver decenas de personas yendo arriba y abajo. Desde que me desperté tenía un insoportable dolor de cabeza que no dejaba de martillearme. Y lo peor de todo era que no había dejado de comerme la cabeza con la repentina desaparición de mi ex cosa.

Aunque, ahora que lo pienso, ¿y qué más da? Solo espero que alguno de los mafiosos que lo quieren muerto consiga su propósito.

−¿Qué haces aquí?−Me sobresaltó una voz proveniente de mi espalda.

Reconocí esa maldita voz. Bufé y coloqué mis brazos en jarra. Me di la vuelta a continuación y me encontré a ese individuo: Alexander.

−¿Qué mierda quieres?

Alexander esbozó una sonrisa divertida. Mi cara no cambió en absoluto. No tenía ganas de hablar con ese imbécil y tener que actuar como pareja. En estos momentos−si fuera una loca y tuviera un cuchillo−le destriparía.

−¿Así tratas a tu novio?

−Buen chiste.−Respondí de manera sarcástica.−Aunque, ni estando borracha te trataría bien.

Alexander levantó una de sus cejas y continuó mirándome divertido.

−¿Te recuerdo que pasó?

−Mira si debo de estar mal, para que tuviera que acostarme contigo.

−Desesperada sería el término correcto.

−Cerdo.

No lo aguanto. No lo soporto. No he dejado de maldecirme por haber aceptado aquel estúpido trato. Gracias a ello he vuelto a París. Han matado a mi hija, he vuelto a ver a Oviedo. A mi secreto.

−¿Pero dónde vas?

No respondí. No me apetecía volver a hablar, ya que en ese momento quería desaparecer. Sin embargo, mi existencia siempre ha sido un constante querer desaparecer. Y ahora, ¿qué me impedía hacerlo?

Sin darme cuenta me encontraba pagando una botella de vodka y dirigiéndome hacia el baño. En uno de los cubículos me encerraba a continuación y me dejaba caer sobre la taza del váter. Abría la botella a continuación y daba un largo trago de ella.

Pequeñas lágrimas descendían de mis mejillas. Había sido un títere de mis propias emociones, un pelele que había caído en las garras del amor. Y lo más extraño de ello era que había una preguntaba que me rondaba... «¿Qué habría pasado si...?
Respuesta: «¿Y a quién le importa?»

Doy otro y otro y otro trago hasta llegar a la mitad de la botella. A continuación, abro el bolso negro que me acompaña y vislumbro la caja de aspirinas. La saco del bolso y la coloco sobre mi regazo.
De mi monedero saco una pequeña foto de Noa y yo juntas. Las dos nos mostramos sonrientes en la playa. Recuerdo ese día como fuera ayer. Dani y yo nos la llevamos a que viera el mar...

Doy un beso a la foto manchándola de agua.

−Lo siento mucho, cariño.

Saco de la pequeña caja una de las múltiples aspirinas y me la tomo junto con un trago de vodka.

−Debería haber jugado más contigo, mi amor.

Ingiero otra aspirina junto con un trago de vodka.

−Lo siento.

Lloro mientras que ingiero otra pastilla.

−Volveremos a vernos estés donde estés.

Y otra pastilla desciende por mi garganta junto con ese líquido tan amargo.

Mi vista empieza a nublarse y mis sentidos a irse. Mis ojos pesan pero resisten a no cerrarse. Siento como mis manos se enfrían y mi rostro pierde calor. Recuesto mi cabeza a continuación en la pared.
Y siento la necesidad de tomar otra pastilla.

«Bip, bip, bip, bip, bip»

Miro sobre mi regazo, mi teléfono está sonando. Con las fuerzas que aun poseo, logro cogerlo y ponerlo en mi oreja.

Aunque suene estúpido siento la necesidad de despedirme de alguien, aunque sea un vendedor de seguros. Quiero morir sabiendo que al menos sabrá de la existencia de mi cadáver.

−¿Si...?−Respondo a la llamada con un susurro.

−Nunca pensé que la voz de Lucía García fuera así.−Saludó de manera vacilante el hombre que residía al otro lado de la línea.

−¿Quién es usted?−Pregunté manteniendo mi tono perdido.

−Ni tampoco que llegará a drogarse.−Rió el individuo. Pero no me importaba. Todo iba a llegar a su fin dentro de unos minutos...

−¿Qué quiere de mí?

−¿En serio qué no me reconoces la voz, Lucía?

−No...

−Sé que estás en el aeropuerto esperando a coger tu vuelo para Barcelona... Sé lo de tu hija...−añadió aquel desconocido intentando llamar la atención. Pero solo logró que mis ojos se cerraran.−Pero, yo sé una cosa que te puede cambiar...

−Sorpréndeme...−Respondí enarcando una sonrisa estúpida.

−Tú hija está aquí conmigo.

−Es imposible... Ella está muerta...

Percibí como el hombre del otro lado sonreía.

−¿Quieres oírla?

No respondí a aquello. Mi cuerpo restaba de fuerzas como para poder moverse.

−Noa, saluda a tú mamá...

−¡Mami...!−Gritó una voz agudísima y tan parecida a....

«¡Noa!»

Mis ojos se abrieron de repente. Quise gritar, decirle todo lo que la quería. Me levanté de un salto, intenté abrir la puerta dificultosamente.... Pero, caí al suelo...

It's my life [3]#WYNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora