Jueves, 1 de Diciembre.
Llegaba tarde, de seguro que llegaba tarde. ¿Entonces, para qué demonios se molestaba en correr con aquellos malditos tacones puestos? Lo único que iba ha conseguir, era romperse la crisma con la nieve que había en las calles de Londres. Si no hubiera sido por su padre, ahora no estaría intentando batir el récord de recorrer los ciento cincuenta metros que había de su casa al metro, en un tiempo máximo de diez minutos. Pero tenía que hacer un gran esfuerzo, dado que era su segundo día de trabajo como encargada y no quedaba bien, que ya comenzara a tener faltas de impuntualidad. Pero aquel día, su padre había decidido perder su cartera por algún rincón de la casa.
¡Ánimo, ya llegaba a la última esquina! Solo tenía que darse un poco más de impulso en las piernas, para cubrir la poca distancia que le quedaba. Ni siquiera, quería perder segundos en consultar la hora en su reloj de muñeca... Tenía que llegar, iba ha llegar. Se auto convenció con gran determinación, girando en la esquina y bajando las escaleras que llevaban al subsuelo para coger el metro.
Tres escalones, dos escalones, un escalón... El tren se encontraba allí. ¡Pero no se le iba ha escapar, no aquel día! Fijó la mirada en la puerta del último vagón, que era el que tenía más cerca. Escuchó el pitido cuando un tren iba ha cerrar sus puertas, pero tenía tanta prisa y determinación, que no prestó atención si era el suyo. Solo actuó, en ningún momento pensó. Allí, había un hombre de pie mirando hacia allí así que lanzó su cartera al interior y tras ésta, fue ella llevándose por delante al hombre.
-¡Lo conseguí! –Exclamó sonriente intentando recuperar el aliento, sentada encima del individuo, quien la miraba sorprendido con sus ojos marrones claros-. Disculpe, pensé que lo perdía...
-Un poco difícil, cuando acaban de anunciar por los altavoces de la estación que hay un retraso en la salida de cinco minutos, a causa de la nieve –Informó medio enfadado y medio divertido, escuchando como la otra persona que había allí en el vagón también reía.
-Vaya... -Soltó un resoplido-. Voy ha llegar tarde al trabajo –Dijo soltando un quejido de resignación, sin ninguna intención de moverse de encima del hombre.
-Debería saber, que con nieve hay que ir con más tiempo del habitual... -Reprendió éste sin poder ocultar la sonrisa, al ver que la chica no hacía intento de moverse de encima de él.
-¿De verdad se cree, que si hubiera sabido lo mucho que ha nevado durante la noche, me habría puesto éstos tacones? –Dijo enfurruñada, sacándose uno de los zapatos y poniéndoselos en todas las narices al hombre-. Lo raro, es que no me haya matado por el camino.
-Ho a mí –Dijo con cierta ironía, observando como ésta se volvía a calzar el zapato quedándose aún sentada sobre él, mientras miraba fijamente pensativa hacia algún punto determinado que no era él.
Porque si lo hubiera mirado, se habría encontrado con un ceño fruncido. ¿Acaso no veía aquella joven en la situación que se encontraban? ¿Cuántos años tendría? Se la veía joven, pero muy hermosa. Con ojos verdes y cabello rizado negro, a la altura de los hombros. Un aspecto fresco, divertido, feliz... Como su amigo Evan Moore. Alguien, que le hacía borrar cualquier enfado en menos que cantaba un gallo. Alguien que quería como a un hermano desde hacía tres años. Y a quien había prometido, pasar aquel año la navidad en casa con su familia...
El sonido del cierre de puertas, fue lo que hizo despertar de sus pensamientos. Causando que prestara atención a la joven, quien mostró una sonrisa al ver que el transporte comenzaba su marcha.
-¡Que bien! –Exclamó sonriente-. Al final no ha tardado más que dos minutos –confirmó mirando su reloj de pulsera-. Puede que no llegue tarde.
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Sorpresa Por Navidad
RomanceAbbie, joven y tímida chica universitaria y propensa a la torpeza, no se esperaba que aquellas navidades fueran a ser realmente especiales.