-¡Eh, tú! Ven aquí -dijo un chico de mi salón. Me acerqué al grupo donde estaban los demás lentamente. No los conocía... Lo que se dice mucho. Pero sabía quienes eran.
-Siéntate aquí -dijo, señalando una silla en medio del grupo de chicos. Me senté, aunque no sé por qué lo hice.
-¡Mirad! -gritó uno, y señaló a la ventana. Yo giré la cabeza, pero no había nada, nada importante, aparte del cristal.
-¿Qué se supone...? -estaba diciendo yo, pero uno de los chicos me interrumpió. Me plantó un beso sorpresa que me dejó quieta.
Los chicos se rieron al verme sonrojar.
-Era tu primer beso, ¿verdad? -me dijo el chico-. Siempre había querido robarle su primer beso a una chica.
<Llegaría a casa con un papel del director en el que informaba a mi madre de que había agredido a un compañero.>
-No sabía que ibas a ponerte así -dijo él. Yo resoplé.
Menudo idiota. Yo no sabía que hubiese gente tan estúpida con nuestra edad.
-Vamos, sólo era una broma -dijo. Estábamos sentados en los sillones de cuero desvencijado frente al despacho del director, yo esperando a mi madre para entrar a hablar con él y el chico para entrar con nosotras.
Lo mejor era ignorarle. Ya se cansaría.
-No lo hacíamos con mala intención -dijo por cuarta vez. Tengo poca paciencia, así que le miré de mal humor.
-No creo ni que sepas mi nombre -solté, y me crucé de brazos mirando a otro lado. Él se quedó callado-. Y no necesito que lo sepas.
Al cabo de un rato, mi madre apareció por la puerta. Parecía lo más tranquila del mundo que puede ser, hasta que me miró. Entonces se puso roja hasta las orejas, como si se avergonzase de mí, y se acercó.
-Bueno, Hiyori, no me esperaba eso de ti -dijo. Yo bajé la cabeza. El chico nos observaba callado, y mi madre le miró y sonrió.
-Siento lo de mi hija. ¿Cómo te llamas? -preguntó. Él se puso rojo.
-Ya... Yato -balbuceó.
-Encantada, Yato.
El director salió de su despacho y nos miró a los tres.
-Pueden pasar -dijo, y volvió a entrar. Nosotros le seguimos hasta el interior. Nos sentamos en unas sillas parecidas a los sillones del hall.
-Bueno, sabe ya lo que ha pasado con su hija, ¿no? -dijo mirando a mi madre.
Ella asintió con una sonrisa en la boca.-No creo que sea algo que vuelva a repetirse -dijo-. Me encargaré de ello.
Un escalofrío me recorrió y Yato se dio cuenta.
-Señor director... Ella sólo se defendía -frunció el ceño-. Me dio una bofetada porque la molestábamos.
-No importa. En las normas del centro viene explícitamente que no se debe agredir a un compañero.
-Pero señor director...
-Le mandaremos una amonestación a casa -me miró por encima de sus gafas-. Quedará en su expediente.
Yo me resistí a gritar y a volver a abofetear a Yato.
¡Por su culpa mi expediente ya no estaba limpio! Resoplé y me miró.
-Ustedes dos -dijo el director-. Pueden irse.
Salimos al hall y Yato puso cara de ángel.
-Eyyy, Hiyori. ¿Te apetece un helado?
-Vete a la...
-¡El Dios Yato a su servicio! Rápido, práctico y barato.
-¿Eh?
-Y es ahora cuando descubre mi secreto -hizo una reverencia, de forma que su flequillo negro le tapaba unos ojos azules como el hielo-. Soy Yato, el Dios de la Calamidad.
Yo me quedé pasmada. ¿Dios? ¿Y que hacía un Dios de la Calamidad en mi instituto? No tendría que ver con...
-¿Tú puedes curarme? -pregunté. Él me miró sin comprender.
-A veces me quedo dormida de golpe y mi alma sale de mí. Además, me sale una cola rosa muy extraña...
-¡Hiyori! -gritó entonces alguien. Yama se acercó corriendo por el pasillo y me agarró de los hombros.
-¡¿En qué estabas pensando?! -gritó.
-Eh... Bueno, yo...
-¡El trabajo es para mañana! -gritó. ¿Trabajo? ¿Entonces no se refería a...?
-¿Cuánto te falta todavía?
-¿Qué...?
-Yama-chan, por favor, vuelva a su clase -dijo la voz del director. Ella se puso roja, se inclinó y se fue, no sin antes dirigirme una mirada de advertencia.
-Un placer hablar con usted. Las notas de su hija son espléndidas, y su expediente está limpísimo.
¿Limpísimo? ¿Y la amonestación por pegar a Yato?
Mi madre sonrió.
-Muchas gracias -dijo. Se despidió y se dirigió a la puerta.
Cuando me miró, una sombra de furia asomó a sus ojos.
-Nos vemos en casa -dijo-. Hiyori.
Yato se dio cuenta de la mirada, pero enseguida cambió de expresión y me hizo un guiño.
-¡Denada! -gritó, y se desvaneció en el aire. Yo me quedé donde estaba.
-¿Hiyori-chan? -dijo el director-. ¿No va a su clase?
-Eh... ¿Oh? ¡Claro!
Me fui y entré de nuevo en clase.
Cuando sonó el timbre, me acerqué al grupo de chicos en los que se encontraba Yato antes.
-No me han puesto una amonestación por pegarle -les dije, intentando sonar indiferente-. Yato se lo merecía.
Me miraron como si estuviese loca.
-¿Yato? -dijo uno.
-Hiyori... ¿Qué dices? ¿Por qué iban a ponerte una amonestación?
¿No recordaban nada?
¿Qué estaba pasando?
Me acordé de Yato...
-¡Denada! -había gritado. ¿Es que les había borrado de la memoria todo lo que había pasado?
Entonces...
¿Sí que era un Dios?
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¡Mi primer capítulo! Espero que os guste el fanfic de mi serie de anime favorita: NORAGAMI
¡Un beso! *si os gusta votad y comentad, que eso siempre anima a que se siga escribiendo*
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Soy Hiyori Iki ~ | Noragami Fanfic | HiYato
FanfictionHiyori es una persona de primera, aunque por dentro oculta muchos secretos oscuros que nadie conoce en realidad. ¿Será Yato, un extraño chico que se hace llamar Dios, el que los descubra? Cuando el Dios de la Calamidad, el Dios en chándal, aparece...