Siempre me sorprende recordar la manera en que la conocí.
Me desperté quince minutos tarde esa mañana, lo cual no suele suceder, pero no tenía programado que pasaran en la televisión mi película favorita, lo cual significaba que tendría un ligero desvelo la noche anterior que al día siguiente me costaría muy caro. Soy meticuloso y estructurado, casi al borde de la obsesión. Estaba enojado, muy enojado porque sabía que esos quince minutos eran muy significantes. Cada mañana desayunaba cereal con fruta, cortada finamente en rodajas; una taza de café y panes tostados con mermelada de fresa, además me duchaba y vestía en diez minutos, si me rasuraba me tomaba otros siete minutos –pero claro que tenía calculado eso y me despertaba más temprano cuando me tocaba hacerlo-. Esos quince minutos sí que hicieron la diferencia porque no pude cortar mi fruta finamente en rodajas, ni tostar el pan justo en el término que me gusta. Enojado me atraganté la comida y me fui directo a la ducha a tomar un baño –si es que se le puede llamar baño a lo de aquella mañana-, me vestí muy deprisa en mi intento de querer llegar a tiempo al trabajo. Salí de mi casa cinco minutos tarde y esos cinco minutos sí que significaban mucho, cuántas cosas podían pasar en cinco minutos, cuán preciados pueden ser cinco minutos; ganar o perder un juego de la NBA, quedar en bancarrota o ser millonario, un beso, un golpe, una muerte, un nacimiento, tantas posibilidades realmente infinitas, pero para mí significaban llegar tarde al trabajo. Quizá nadie lo notaría, porque a absolutamente a nadie le importa, sin embargo estaba molesto, muy molesto.
Iba conduciendo tan veloz, desesperado e iracundo. Entrando a la academia de danza, ubicada a dos cuadras de mi trabajo, iba ella cuando casi la atropello, por suerte logré frenar a tiempo, es decir a tiempo de no matarla porque fue muy tarde para no tumbarla hacia el suelo. Me bajé del auto asustado y alterado, sin duda que un retraso como este no podía volver a repetirse. Lo primero que recuerdo de ella no es su rostro, ni sus enormes y profundos ojos grises, sino la tremenda grosería que pudo salir de una boca tan delicada para insultarme. A pesar de eso, la ayudé a levantarse y verificar si se encontraba bien, por fortuna no sufría ninguna lesión severa, tan solo unos leves raspones en sus piernas que habían rasgado sus medias de bailarina, lo cual produjo que más groserías salieran de sus perfectos labios finos y me sorprendió que una mujer tan hermosa y elegante pudiera tener un vocabulario parecido al de mis amigos cuando miran el futbol. Le pedí disculpas y le dije que le compraría unas nuevas, me lanzo una mirada fría y tajante, dando a entender un no como respuesta. De nuevo me sorprendió su actitud, pero a la vez me sorprendía lo hermosa que era y los segundos que tardé para darme cuenta e ignorar que ahora llegaría diez minutos tarde al trabajo. Sin saber en ese momento que esos cinco minutos que pasé con ella ahí, en la calle, gritándome groserías, poniéndome los ojos en blanco y mirándome con tanto desprecio; cambiarían mi vida o al menos parte de ella. Quise darle un poco de dinero para disculparme de nuevo por sus medias rotas, el cual rechazó y me dio un motivo más de todos los que he recopilado a lo largo de mi adolescencia y juventud para alejarme de las mujeres: nunca puedes complacerlas. De seguro que si no le hubiera ofrecido disculpas y un poco de dinero se hubiese molestado en sobremanera, pero ya que lo hice se ha molestado aún más. Irritado por mi molesto retraso, el pequeño incidente y la actitud de esta odiosa chica, no tuve más opción que pedirle nuevamente disculpas -aunque ahora más ásperamente- y retirarme.
Cuando llegué al trabajo, tal como lo había pensado, nadie lo notó, bueno excepto mi secretaria que conoce perfectamente mi horario y mi perfeccionismo ante todo lo que hago. Me saludó como de costumbre y me entregó la segunda taza de café del día -como acostumbro día tras día- luego me preguntó por mi retraso, quería saber si estaba bien, le hice saber que sí y le conté brevemente el incidente de esa mañana para tomarlo como excusa por haber llegado tarde.
Al finalizar mi día laboral, de nuevo iba en mi auto y al pasar por la academia de danza me pareció extraño volverla a ver, después de dos años que transito la misma ruta sin nunca haberla visto. Me encontraba de mejor humor, el día había terminado bien, a pesar de su desastroso comienzo, así que me estacioné y bajé del auto para dirigirme hacia ella. Creo que ella también se encontraba de mejor humor –con el tiempo descubrí que bailar era lo único que calmaba a esta chica temperamental- porque ya no me recibió con más groserías. Le dije que si quería podía llevarla a comprar unas medias nuevas, aún no era muy tarde para ir a... donde sea que vendieran esas cosas de bailarinas. Ella aceptó un poco dudosa, le dije que no era un secuestrador o delincuente ni nada por el estilo para calmarla, que sólo quería quedar bien con ella, había sido mi culpa, le expliqué mi retraso y que aprovechara que me encontraba de buen humor porque de no ser así nunca le hubiera vuelto a hablar y menos a presentarle mi oferta luego de todos los insultos que me dijo esa mañana. Se echó a reír, fue la primera vez que la escuché reír y desde entonces se volvió como mi sonido favorito. Tal vez es un poco extremo decir que me gusta más que The Doors y Led Zeppelin o incluso más que la canciónBohemian Rhapsody, pero es cierto. También es cierto que no tenía idea de que ese día –como ya lo había dicho- cambiaría mi vida o al menos parte de ella. No puedo decir que fue el mejor día de mi vida o el peor, simplemente cambió todo y a veces me pregunto si fue una ventaja o desventaja.
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Cinco minutos
Short Story"Cuántas cosas podían pasar en cinco minutos, cuán preciados pueden ser cinco minutos; ganar o perder un juego de la NBA, quedar en bancarrota o ser millonario, un beso, un golpe, una muerte, un nacimiento, tantas posibilidades realmente infinitas."