Estoy corriendo, a través de arbustos, del policia que piensa que la asesiné. De repente, alcanzo el acantilado y en un momento de delirio pienso mis opciones. Lanzarme no es una, así que me oculto y veo la escena, analizando.
Cinco minutos después, llega el policia, con su arma en mano. Pero tiembla, y no es por mi. Veo alguien tras de él, rostro deformado por las balas del policia, con largas extremidades. Me siento vacilar, se debilitan mis piernas y siento deseos de gritar del horror.
Sangre cae sobre mi, lo que me hace despertar de mi trance. Unos ojos fríos me miran a través de la hierba; él sabe que estoy aquí. El que minutos antes se llevó a mi esposa, y ahora al hombre de servicio, que sólo buscaba lucirse frente a su equipo.
Tomo el valor necesario, respiro profundo, y echo a correr de vuelta a mi auto. Lo siento tras de mi, persiguiendo mi alma como un perro a sus hueso. De repente, una mano anormalmente grande me toma por el hombro, destrozándolo al instante. Suelto un grito entre dientes, mas bien como un gruñido y me arrastro por el suelo. Siento a la criatura mirarme con curiosidad, esperando por mi siguiente movimiento. Estoy consciente de que estoy infectado, así que no temo.
Al momento que alcanzo mi auto, la hemorragia en mi hombro me hace sentir lejos, agotado, somnoliento; queda poco tiempo. Si muero, seré uno de ellos, uniéndome a los que juré matar.
Finalmente, me levanto de un salto y abro mi auto, tomo mi arma con balas de plata. Dándose cuenta de mi plan, la bestia se abalanza sobre mi, deja toda su saliva sobre mi. Asqueroso. Es una criatura débil, y aún así me derrumbó, que desperdicio. Le disparo en el rostro, y cae muerta.
Ahora me toca morir.
Maldigo, cuando noto que no me quedan balas. Subo rápidamente a mi auto, con un brazo lo enciendo y conduzco torpemente a través del bosque. Al divisar el acantilado digo:
-Dios salve mi alma.
