[The Gray Garden] Ángeles

Ángeles

The Gray Garden es propiedad de Funamusea.
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Ángeles, somos los guerreros de los dioses, los seres que representan la pureza y santidad a la que se debe aspirar, o al menos, eso fue lo que me dijeron mis comandantes. Los ángles, somos lo más perfecto después de dios, los más poderosos, los mejores, pero eso no era algo que yo hubiese confirmado, solamente eran palabras de superiores y personas que realmente no conocía a fondo.

Yo de verdad, no sabía cuál era la diferencia entre un ángel, un demonio y un humano en tiempos de guerra, pero tampoco me molesté en cuestionar el sistema creado aquí, me adapté y cuando ascendí como Ángel Jefe lo apliqué.

—Somos más poderosos que esos demonios, ustedes, novatos, como ángeles son la perfección a la que ellos deberían aspirar y como guerreros, debemos ganar esta batalla.

Pero en mitad de mi discurso, alguien de rió, todos los novatos de tensaron y ninguno a la vista parecía ser el burlón. Estaba enojado, obviamente. —Quién se haya reído pase al frente.

Pasaron sólo unos segundos antes de que entre los altos y fornidos aspirantes apareciera una pequeña niña que no me llegaba ni siquiera al hombro, tenía coletas y un vestido blanco; sabía que en estos tiempos los niños se enlistaban en el ejército, pero de verdad, aquello fue ridículo.

—Fui yo, señor —dijo con tranquilidad.

—¿Qué fue lo que te resultó gracioso? —Pregunté con seriedad, inclinándome a su altura, buscando intimidarle.

Pero la niña sólo sonrió de nuevo mientras se encogía de hombros, me sentí realmente desorientado ante tanta confianza. —Me pareció gracioso lo que dijo, ya sabe, sobre qué son los ángeles. Es irónico que ni un Ángel Jefe sepa lo que significa.

—Y según tú, ¿qué es un ángel? —Cuestioné sin una pisfa de diversión.

—Somos eso, ángeles, servimos a la diosa pero no somos más poderosos que un demonio ni perfectos —explicó con sencillez—, no somos guerreros, somos solamente ángeles, nuestra meta es la bondad no la victoria de una batalla.

Todo lo había dicho aburrida, como si fuera una lección vieja que me había repetido miles de veces, a pesar de ser esa la primera. —¿Cuál es tu nombre?

—Alela —respondió con simpleza—. Alela Grora, señor.

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Al final, Alela Grora resultó ser, a pesar de su baja estatura y su corta edad, una gran guerrera, especialista en el arco que no tardó en congeniar con todos los demás guerreros, en especial Sherbet, mi mano derecha.

La niña siempre iba en el equipo Delta, las batallas de menor rango eran las que lideraba y las que siempre ganaba. Con ella no volví a cruzar palabra alguna, desde el día en el que se presentó hasta ese fatídico día donde el equipo Beta, comandado por Sherbet calló.

Recién volvía yo de mi propia batalla cuando me enteré de la mala noticia, pero eso no fue lo impactante, sino cuando la pequeña Grora llegó hasta mí corriendo, espantada y alertada.

—¡¿Dónde está?! —Me preguntó a unos metros— ¡Ángel Jefe! ¡Díme dónde está Sherbet! No lo encontré en la enfermería y nadie me dice nada... ¡¿dónde está?!

No fui capaz de mirarla a la cara, simplemente evite el contacto visual, dándole la fatídica respuesta. La niña negó varias veces con la cabeza, negándose a creer que su mejor... y único amigo ya no estaba con nosotros.

—¡No! ¡No puede ser verdad!

—Alela, estamos en guerra —dije con seriedad, todos en el pasillo de habían ido en cuanto la escucharon gritar—. Es normal que hayan bajas... Estamos en guerra —repetí, buscando hacerle entrar en razón, estaba descontrolado se por algo que no tenía solución— compórtate como un soldado que eres.