[1] Marionetas.

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«Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.

                         —George Santayana.»

Aquella noche, ese dispar grupo se fue de campamento.

Era una noche fría de noviembre, oscura y con el ambiente húmedo por las lluvias recientes, a las afueras del internado. Nada preparado pero ya lo estaban disfrutando. La casi inexistente luz que había en medianoche daba al bosque un aspecto tétrico y la calma con la que las hojas de los árboles se movían añadía la esperanza de que algo grande ocurriese entre esas horas.

Bajo sus pies las ramas caídas se partían en dos, más una que otra roca que casi hacía tropezar a alguno de ellos. Por suerte, estaban allí para apoyarse los unos con los otros.

O casi.

—¡Ey! ¡Fíjate! —susurró con desagrado Derwen, quien se giraba un poco para ver la cara de su atacante.

No pudo verla por la falta de luz, en cambio las curvas del rostro de su compañero parecían sacadas de una película de terror. Derwen cerró los puños y retrocedió unos pasos, asustada.

—¿Hubieses preferido que me resbalara? —preguntó Armin, levantando sus manos para dar más énfasis a sus palabras.

—Por supuesto que sí —respondió, aliviada. Tan solo era Armin, era inofensivo.

Gladis, que guiaba al grupo, se paró de golpe.

—¿Pueden callarse? Estamos por llegar —dijo volteando a verles. Por la oscuridad, parecía no tener ojos. Esta vez, Armin fue quien retrocedió.

Derwen alzó los hombros, mirando el cielo.

—¿Por qué tanta prisa para llegar? ¿No te gusta el... la noche?

—Bromeas, ¿no? Hace mucho frío y falta poco para que uno de nosotros se tuerza el tobillo —contestó Abril, metiéndose en la conversación. Se frotaba los brazos con rapidez—. Mientras más rápido podamos llegar sería mejor.

—Bueno.

Siguieron caminando.

Parecían danzando, cuando esquivaban rocas o palos. Siguiendo una melodía inexistente pero aun así coordinados, como bailarines. Controlados por hilos invisibles, marionetas. Ellos. Pero ellos no, ni los demás tampoco. O sí. O no. O quizás.

Cuando encontraron un espacio más o menos prendieron una fogata, para luego poder poner sus tiendas de campaña.

Malika por su parte se quedó sentada calentándose cerca de la fogata.

—¿Han visto esas tiendas colgantes? Hay que conseguir alguna de esas un día y volver a venir —dijo, mirando el fuego.

—¿Eso es un momento de Lucidez, querida Mali? —preguntó Yone, terminando de acomodar la tienda que compartiría con Derwen y Yakira. Estas dos últimas se sentaron junto a Mali.

—No, no es eso, pero sería genial, ¿a que sí?

Yone solo pudo asentir. Un rato después el resto del grupo hizo un círculo alrededor de la fogata y comenzaron a sacar comida de una de las mochilas.

Mientras comían, Yone hizo una mueca de aburrimiento.

—Son muy aburridos, chicos.

—Divertirnos no es parte de nuestro plan —dijo Victoria con ironía—. Venimos aquí para discutir sobre el examen de matemáticas.

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