Me desperté en un cuarto de paredes
blancas, con la mitad para abajo de color azul marino, algunos cuadros de paisajes preciosos, me obligaron a quedarme observando cada detalle y trazo de aquella pintura, por las persianas de la ventana entraban rayos de luz lunar. Era de noche. A un lado había un sofá personal de color verde ligeramente recostado, en su brazo izquierdo había una manta doblada de color lila bajo y oscuro.
A mi lado izquierdo una caja emitía sonidos de mi corazón?
A esta habían cables adheridos, los seguí. Tenía miedo de lo que podría ver. En una camilla blanca de sabanas grises me encontraba yo, inerte, con sondas conectadas a mi cuerpo y con ayuda de una mascarilla para respirar.
Me observe a mi misma, y aún tenía la ropa que decidí hoy en la mañana, un buzo negro con franjas rojas, un jean negro ajustado y mis vans de siempre.
Perovi a la yo inerte y tenía tan solo un traje color celeste medio transparente.
Esto era demasiado extraño.
Como es esto posible?
Es que acaso me convertí en fantasma?
Me aleje y empece a desesperarme.
Si la que esta en la camilla soy yo.
Quien es la que esta acá? -me pregunte señalándome a mi misma.
Tenía que encontrar respuestas.
Salí de mi habitación y camine por los pasillos.
Enfermeras caminaban a lado mío, sin prestarme atención. Un doctor de cabello negro, con una carpeta de metal en su mano derecha, se acercaba hacia mi.
-Em... Disculpe? -dije tímidamente pero el doctor solo siguió caminado.
Esta bien, eso fue descortés.
Lo seguí tratando de llamar su atención, y merecer una respuesta de lo que me ocurre.
El doctor se detuvo en mi habitación y entro; pues la puerta se mantenía abierta. Corrí hacia el, temiendo de que me haga algo, pero bueno el era el doctor.
Empezó a observar su carpeta, junto con mi suero y oxigeno.
De repente una enfermera rubia, con ojos avellana, entro a mi habitación con la respiración agitada.
-Doctor, tenemos problemas con el paciente del 164 -dijo abriendo lo ojos como platos, y respirando entrecortada mente.
-Diablos! -maldiciendo el doctor dejo la carpeta en mi camilla y corrió fuera junto con la enfermera.
Me acerque con cuidado hacia la carpeta de metal. Por alguna extraña razón no pude levantar los malditos informes, y agradecí que se encontrara abierta, facilitándome el poder leer.
Nombre: Catherine Mía Olson.
Edad: 17 años
Motivo: Suicidio, sobredosis de pastillas
Estado: #7 en coma
Terapia: Intensiva
-Mierda -susurre.
Salí de aquella habitación, y camine por los pasillos, tratando de llegar a algún lugar diferente.
A lo lejos veía el perfil de una señora con lentes, parecida a una bibliotecaria, su cabello en un moño y su piel morena un poco arrugada. Se encontraba sentada tras del mostrador, era la recepcionista, su lugar de trabajo era ocupado por una computadora, impresora y carpetas con informes desordenados y regados por ahí, a lado de ella una hermosa maceta, con pequeñas flores adornaba el lugar.
Su vestimenta era de un uniforme, el pantalón era totalmente azul claro y su blusa en V azul claro pero con diseños estampados de diferentes instrumentos de medicina.
Llegue hasta ahí y me di cuenta que se trataba de la Sala de Espera, había una mesa de color negro en el centro, con varias revistas regadas encima, los sillones eran de cuero, color blanco y en ellos se encontraban sentados un señor junto con su esposa, me imagino; ya que estaban de las manos, juntando su frente y la señora sollozando, la mano de un adolescente se posaba en el hombro del señor, su cabeza estaba apoyada a la pared y lagrimas rodaban por sus mejillas. El muchacho era muy apuesto, aún así.
Regrese a ver hacia el lado contrario y mi respiración se hizo forzada, mis manos se sentían inquietas y las ganas de llorar se incrementaron en mi.
Al otro lado se encontraban... Mis padres.
Todos esos sentimientos de hace 3 años volvieron a mi, como un horrible Dejavú.
Mis padres se encontraban con sus rostros pálidos, y sus ojos llenos de lagrimas. Mi madre tenía lagrimas por sus mejillas, su labio inferior temblaba, y su mano sujetada a la de mi padre estaba inquieta.
Mi papa se veía aun mas viejo de lo que aparentaba su edad, tenía bolsas oscuras bajo sus ojos, y su pulgar acariciaba el dorso de la mano de mi madre.
Fui tan egoísta pensando solo en mi, en mis problemas, en mis miedos, y en mi dolor; que no me di cuenta que ellos también sufrían, ya sea por la muerte de mi hermana, o por mi bienestar, ellos también tienen su lucha de oscuridad interna.
-Tengo miedo de que le pase lo mismo -susurro mi padre apretando las manos de mi mama.
-Yo también -sollozo en respuesta mi madre pegando su cabeza a su pecho.
No puedo causarles tanto dolor, no otra vez.
Tengo que sobrevivir, sea como sea.
No puedo dejar que me pierdan a mi también. Tal vez mi vida sea un asco, pero no sobreviviré por mi; sino por ellos. Por mis padres.
Me levante decidida y empece a caminar por el pasillo, aunque me sentía observada, y eso era realmente incoherente; ya que nadie puede verme, esa mirada me ponía incomoda, no le tome mucha importancia y seguí caminando y viendo como las habitaciones pasaban y algunos cuadros colgados en la pared, que llamaban mi atención tenían frases como: "Cuida tu salud, alimentándote sanamente y haciendo ejercicio" y de fondo una chica con ropa deportiva y una manzana verde en mano, obviamente presumiendo esa figura que nos pone en depresión.
Llegue al final de los 2 pasillos que recorrí y me di cuenta que estaba perdida.
Donde rayos era mi habitación?
Camine de vuelta por el pasillo tratando de llegar, por lo menos, a recepción.
A unas 4 habitaciones más allá vi a mi doctor correr con otra enfermera, una castaña con rizos largos a la cintura, corrían como alma que lleva el diablo.
Los seguí, corrí como loca tratando de alcanzarles. Diablos y es que enserio estaba cansada, mis piernas me fallaban y solo quería descansar, lo necesitaba.
Cuando los alcance se detuvieron en frente de mi habitación, entraron de golpe y empezaron a revisar el suero, maldecir, colocar otro nuevo, maldecir, llegaban mas enfermeras y el doctor tan solo trataba de hacerme revivir. Mi aparato cardiaco sonaba muy débilmente y con espacios muy largos.
Me senté en el sofá verde, yo no podía hacer nada.
Aunque aún así me puse a pensar y me di cuenta que yo era su alma y debía sobrevivir, por mis padres.
Tenía que pensar positivamente. Pero que hay de positivo en mi vida? Digo, desde la secundaria he sufrido de acoso escolar, cada burla y cada golpe solo me rompían el corazón recordándome cuan repugnante era. Al año siguiente perdí a mi hermana, y a mi familia... Yo solo...
-Empeoro -aviso una enfermera rubia, sacándome de mis recuerdos.
-Vamos, vamos -el doctor decía entre dientes mientras trataba de revivirme.
Me recargue, aun mas, en ese sofá.
Debe pasar algo bueno en mi vida, me refiero, a que si no morí debe ser porque tengo un propósito en mi vida, tal vez aún pueda cumplir mi sueño de ser una artista en lo que de la pintura se refiere; o mejor aún, quizá haya un chico, alguien que me ayude a controlar mis demonios, alguien que me salve de mi oscuro pasado, alguien que me ame.
Tengo que sobrevivir a esto. La vida siempre te golpeara, pero tu decides volver a levantarte.
-Regresamos -dijo la enfermera rubia junto con un suspiro de alivio
El doctor sonrió con cansancio.
*
Al día siguiente camine por los pasillos, observando los cuadros, y encontrando un reloj de color rojo intenso, eran las 11:48 am.
Llegue nuevamente a la Sala de Espera con la esperanza de ver a mis padres allí. Pero esa esperanza se esfumo al ver tan solo a la señora de ayer sentada junto con un muchacho, no el mismo de ayer, uno mucho mas guapo; que parecía que me observaba detenidamente, pero eso era imposible. Aleje esos pensamientos y me fije en una niñita, que estaba junto con ellos, muy hermosa, a decir verdad. La señora tenía el cabello rubio oscuro, y ojos claros; igual que el muchacho y la niñita.
La niñita jugaba subiéndose al sofá y pasando por encima de las piernas de su madre, miraba al techo como si hubieran mariposas volando sobre ella y esta jugará a atraparlas, mientras reía.
Sonreí al verla, era tan tierna y hermosa, sus ojos brillaban soñadores; sin embargo algo me inquietaba, la mirada tan atenta del muchacho sobre mi.
Acaso el podía verme? Mierda ya estoy delirando.
Una doctora de cabello corto y negro, casi tan oscuro como el mío, se acercó a ellos y dijo:
-Ya puede pasar. -con una sonrisa amable se retiró.
La señora le devolvió la sonrisa, pero se veía muy cansada y sus ojos llorosos.
-Vamos a verle a tu hermano -dijo, mirándole a su hijita, y tratando de no llorar.
-Ñañoooo! -exclamo feliz la niñita tomando la mano de su madre.
Observe como se iban caminando y sonreí volviendo y viendo como aquel muchacho me miraba con ternura. Me puse nerviosa.
Por la puerta del hospital entro mi madre con su pañoleta color crema, de flores rosadas y blancas, junto con gafas oscuras. Sosteniendo con su mano derecha su cartera color café.
Se acercó a recepción y yo le seguí.
-Disculpe, ya empezó el horario de visitas? -pregunto mi madre.
-Si. -asentó la recepcionista acomodando sus lentes.
-Gracias -mi mamá se retiró y empezó a caminar hacia mi habitación.
Camine tras ella y cuando entro, se sentó en el sofá verde cerca de mi camilla.
Suspiro y me acarició la mejilla.
-Princesa -dijo con voz débil y triste.
Sus lágrimas empezaron a mojar su blusa color rosa pálido y su nariz se empezaba a enrojecer.
-Perdóname. -sollozó -No sabes cuanto me arrepiento de haberme alejado de ti; tal vez fue porque me recordaras mucho a tu hermana o por el simple hecho de querer alejarme de todo e intentar calmar el dolor. -sus lagrimas no paraban de caer. -Perdóname, es mi culpa que esto ocurriera; si tan solo hubiese estado ahí cuando mas lo necesitabas, porque se, que cuando tu hermana se fue de nuestro lado, tu estabas destrozada y me necesitabas pero yo... Yo... -sorbió su nariz - Yo tan solo me aleje de ti, y no sabes cuanto me arrepiento muñeca. -su voz rota y sus ojos llenos de lagrimas realmente me apretujaba el corazón; yo también tenía la culpa nunca debí llegar a esos extremos, nunca debí acumular todos esos sentimientos y dejar que me ahogaran. Debí haber buscado a mi familia y demostrarles cuanto los necesitaba.
-Mi amor tienes que despertar, se que me estas escuchando -dijo secándose las lagrimas con un pañuelo blanco, que en una esquina tenía sus iniciales bordados de color dorado. -Tienes que hacerlo, por favor no me abandones. No lo hagas. No tienes idea de como me siento al verte aquí. -sus ojos llenos de lágrimas me lastimaban. -Mi amor te amo. -dijo acariciando mi cabello negro como la noche.
El celular de mi mamá vibro anunciando una llamada.
Se absorbió la nariz y se seco las lagrimas que aun resbalaban por sus rosadas mejillas.
-Annabeth Olson. Buenos días. -saludo mi madre al teléfono.
Se levantó del sofá y camino hacia la ventana, mirando hacia afuera, mientras platicaba.
-De acuerdo ahí estaré. -dio media vuelta mirándome con tristeza, y guardando su celular en su bolso.
Se acercó a mi y deposito un beso en mi frente, me acaricio la mejilla y dijo.
-Perdóname muñeca pero tengo que marcharme. -empezó a caminar hacia la puerta de mi habitación, y ya para salir dio media vuelta.
-Te amo mi vida. -dijo mirándome antes de salir de allí.
Me senté en el sofá y pensé en toda lo que me dijo mamá.
Yo... Yo realmente le perdonaba.
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Quedate Conmigo!
Teen FictionSinopsis El nunca creyo que su destino fuera tan cruel como para dejarlo en estado de coma, por un accidente de transito A ella... Le rompieron el corazon, e intento suicidarse con una sobredosis de pastillas Quien creeria en que las almas puede...