Misión fallida.

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Tenía tan sólo nueve años y desde los cinco, ningunas ganas de vivir.

No importa cuántas personas conociera en ese entonces, la respuesta era siempre la misma en su cabeza; "No importa." cuando sus padres le "vendieron" a los Hiiragi, "Me da igual" cuando tenía que matar rivales para llegar hasta Mahiru, "No me interesa" cuando hablaba con el resto de los que serían sus hermanos a partir de ahora.

Todo lo que hacía, era por obligación, por sobrevivir. Por ser alguien.

—Hola, soy Mahiru.

Aquella voz dulce y cantarina que provenía de una niña de su misma edad, le tendía la mano. Se encontraban en el jardín de su mansión, y obligado, una vez más, a conocerla. Por un motivo, por ser simplemente su futuro marido. "No importa" es por ser alguien. "Por tener donde vivir."

No tenía el más mínimo interés en ella pero debía aparentar, por lo que correspondió el gesto, dándole la mano.

—Hola. —Respondió él de vuelta, con una sonrisa falsa adornando su rostro, que casi, daba hasta miedo en un niño tan joven.—Me llamo Shinya.

La chica de cabellos morados era bonita, mucho, y parecía feliz, pero no le despertaba el mayor interés, ni siquiera cuando tomaron su mano sumado a un alegre "¡Vamos a jugar!"

Era un "tramite" más, como dirían los adultos.

"Ya se cansará" no paraba de pensar el peliblanco ante la energía de la chiquilla. La verdad es que no paraba quieta, y siempre se le ocurría algún tipo de juego que era normal en esa edad.

Normal... Él no vivió aquella normalidad, por lo que simplemente se quedaba parado la mitad de las veces, sin saber cómo actúar. O ella simplemente le arrastraba.

Y entonces, un llanto. El llanto de un bebé.

—... ¡Ah! ¡Shinoa!

Como si el resto del mundo ya no tuviera cabida en su cabeza, salió corriendo hacía la dirección de aquel sonido, dejando solo a Shinya. Él no le dio la más mínima importancia, y sólo se dedicó a esperar, a esperar. Y a esperar.

—¿Cuánto más va a tardar...? —Murmuró. Y se cansó de ser paciente, por lo que caminó a paso realmente lento a donde creyó haberla visto marcharse. La curiosidad también le podía, el explorar aquella casa. A fin de cuentas sería su nuevo hogar, tenía que conocerlo mejor.

Se notaba algo perdido al principio, aquel lugar era enorme, pero pronto volvió a oír los llantos de aquel bebé y no tenía más que seguir el sonido.

Al oír la voz de Mahiru mezclándose con aquellos lloros tras una puerta, puso ambas manos sobre esta, empujando lentamente. Sus ojos azules observaban la estancia con curioseo.

En pocos segundos pudo ver "el problema"... Un pequeño o pequeña siendo sostenido por los brazos de la Hiiragi, que trataba de hacerle reconfortarla, aparentemente.

—Deja de llorar, por favor, no quiero que Kureto se enfade...

—¿Quién es? —La voz del peliblanco fue lo único que interrumpió aquel momento, señalando con una mano al bebé. Su curiosidad, era la única pizca de inocencia que podía tener Shinya en este instante.

—Oh, Shinya. —Mahiru sólo volvió a sonreírle, e incluso caminó hasta a él, dando a entender que no importaba lo más mínimo que estuviera presente.—Es mi hermana pequeña, se llama Shinoa... Sólo tiene un año y no hace más que llorar. —Hizo una pequeña pausa mientras trataba de mecerla suavemente entre sus brazos.— Y ya sabrás cómo somos los Hiiragi... Yo... Soy la única que puede hacerse cargo de ella, y no sé cómo lograr que sonría.

"Me da igual" una vez más, resonaba en su cabeza. No se molestó ni en responder, y probablemente se quedaría observando.

—¿Puedes ayudarme?

... Hasta que fue la propia chica quien le arrastró, una vez más.

—... A... ¿Ayu... darte?

Por una vez, su expresión cambió a otra totalmente diferente, a una de sorpresa. A una de no tener ni idea de qué hacer.

—Sí, a hacerla reír.

Había hecho cosas horribles para su edad, como matar gente por quedar en un puesto alto entre los Hiiragi y ser como ellos, pero, irónicamente, cuidar un bebé era lo que probablemente le haría salir corriendo ahora mismo. ¿Cómo iba a hacer algo desconocido para él?

Y la pelimorada se dio cuenta, se percató casi inmediatamente del gesto que tenía en su rostro. Por lo que insistió, le rogó.

—Por favor.

Aquellos ojos marrones, implorándole, fueron su perdición. Tenían algo que le fue imposible decir que no. (Y mucho menos si quería quedar bien en esa familia.)

—... Está bien...

Cálidez. Era lo sentía en ese instante.

Cuando se quiso dar cuenta tenía a una pequeña niña entre sus brazos, y estaba él más sorprendido que ella por la cantidad de sensaciones que le transmitía. Quizás porque era la primera vez que estaba con un bebé, o que necesitaba recuperar la inocencia que perdió.

Fuera lo que fuera, sus siguientes movimientos y palabras le salieron prácticamente solos.

—... Hola, Shinoa. —Sonrió, y aunque era un gesto forzado más, no daba miedo como a costumbre, si no al contrario, podía parecer adorable en él.— Parece que tu hermana mayor es algo nula, ¿no? Y ahora tengo que quitarle el puesto.

—¡Oye! —Ante la queja de la otra chica, Shinya sólo sacó la lengua, burlón.

No sabían bien qué le llevó a reírse a Shinoa en ese momento, los bebés son sumamente extraños y a veces ríen por cualquier cosa, otras lloran todo el día... Pero reía, es como si el joven peliblanco tuviera algún tipo de magia dentro de si que le hiciera reír con él y sólo con él.

—... ¿Cómo lo has...?

—¿No lo sé?

Ambos estaban sorprendidos, y ni el propio Shinya lo sabía, pero continuó haciendo burlas sobre cualquier cosa para que la pequeña Shinoa riera. Y, quién sabe, hasta él mismo podría reír de verdad.

Desde entonces, la personalidad de Shinya cambió drásticamente; puede que por dentro tuviera sus problemas y preocupaciones, por por fuera podía verse una gran sonrisa, a veces sumado a palabras graciosas hacía quien sea que quisiera hablarle. Ya no era el niño que daba miedo, era un chico que a primera vista podría parecer un alegre bufón.

Y la culpa era de Shinoa.

Por eso siempre que la veía intentaba hacerla sonreír, a ella la primera. Por eso siempre sentía una gran cálidez tanto con ella como con Mahiru. Quería ser él, quien pusiera un poco de felicidad y amor en aquella familia tan mal estructurada. Quería y deseaba que aquellas chicas fueran las más felices del mundo aún con todo lo que venía por delante.

Pero falló.

Falló cuando dejaba que Kureto hiciera lo que quisiera con ella, falló cuando murió Mahiru, falló cuando dejó que aquella niña tan adorable se volviera una chica fría.

Así que cuando llegó él, el chico predilecto de Guren, no pudo evitar sentir envidia.
Era obvio, y más que obvio, que Yuichiro había calado demasiado hondo en Shinoa, era obvio la gran familia que eran, era obvio lo enamorada que estaba ella del adolescente de ojos verdes.

Y era más obvio aún ver que el joven soldado era el único que podía sacarle una sonrisa de las de verdad, una sonrisa sincera.

Era su misión fallida, la que nunca podría recuperar de ninguna de las formas.

—Supongo que es hora de pasarte el testigo, ¿eh, Yuichiro...? Cuídala por mí.


"No importa cómo nos conocimos, lo que importa es que me alegro de haberlo hecho."

Misión fallida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora