¡¿Amenazada de muerte?!

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El que Marcos y sus amigos representaran una amenaza para la salud física de Sebastian no se lo cree nadie. Y menos yo que sé que es un demonio inmortal, come-almas, para-balas, escupe-balas, lanza-cuberterías y un largo etcétera que lo hace increíblemente superior a un humano corriente como ese imbécil.

Pero... no sé, el simple hecho de pensar que aquellos subnormales habían intentado hacer daño a mi pequeña criaturita del averno me llenó de tanta rabia y tristeza que se me saltaron las lágrimas.

—¿Estás bien?— le pregunté, con el corazón en la garganta después de haber corrido varias manzanas sin detenerme. Aunque era más que evidente que él estaba perfectamente, a diferencia de los chicos inconscientes a nuestros pies.

—Yo, sí— contestó, serio, mirándome por unos segundos para luego asegurar ambos extremos de la calle, como si esperara algo.

—¿De verdad crees que va a venir la policía?

—Espero que no, pero vete a saber.

Después me explicó lo que había pasado.

Marcos acababa de experimentar en primera persona el poder sobrehumano de Sebastian. Si, aún así, iba a denunciarlo a la pasma, a pesar de saber que estaba en riesgo de que le diera otra paliza, es que era más gilipollas de lo que pensaba.

—Si ha ido a la policía habrá dicho que tú los has atacado primero— supuse—, cosa que (probablemente) no es del todo mentira, porque los dos sabemos que sus golpes no te hubieran afectado para nada.

La verdad es que la versión de Sebastian no terminaba de cuadrarme. Según él, se cruzó con ellos de camino al supermercado. Lo habían identificado como "mi novio" y, sin motivo alguno, habían amenazado con darle una paliza y él tan solo se había defendido.

Y así todo sería perfecto si no fuera por dos pequeños detalles: a) Sebastian no es humano y b) Sebastian no es idiota. Bueno, ese segundo punto es discutible.

¿Para qué iba Sebastian a atacar y darle una oportunidad a Marcos de denunciarle por la agresión y, al final, terminar perdiendo nosotros, cuando podría haber aguantado perfectamente y después hubiéramos podido vengarnos al chivarnos a la policía? ¿Y por qué dejar a Marcos, solo a Marcos, escapar?

Pero, por alguna extraña (y, por otra parte, completamente normal tratándose de mí) razón, no pregunté.

Nos sentamos en la acera, uno al lado del otro, rodeados de chicos borrachos e inconscientes. Todo muy romántico.

Suspiré, recordando lo contenta que estaba unos veinte minutos atrás. Y no solo unos minutos atrás, sino unos días atrás, antes de que Marcos volviera a aparecer para arruinarlo todo una vez más.

—Oye— oí una voz divina y melodiosa procedente de la ultratumba a mi derecha, e inmediatamente sentí la presión de una mano fuerte y robusta, pero serena y vergonzosa, sobre mi rodilla—, siento haber arruinado nuestra noche de cine.

"Nuestra noche de cine" repetí en mi cabeza. "Nuestra noche" me dije. "Nuestra".

La parte más sensata de mi ser (sí, sé que parece mentira pero de verdad que una parte de mí se esfuerza por pensar antes de actuar. Otra cosa es que lo consiga) me obligaba a dudar de su arrepentimiento, de que de verdad le supiera mal. Al fin y al cabo, no estaba muy segura de que un demonio pudiera sentir algo así, y menos por algo tan insignificante. Seamos sinceros, a Sebastian le importan una mierda las películas, las caricias bajo las sábanas y el roce de las manos al coger palomitas en el mismo instante (por favor, él ni siquiera come palomitas). No le importaba nada de lo que se considera normal entre dos enamorados. Pero, aún así, me decía que me quería y me mimaba como si entendiera el significado de sus acciones. Y esa extraña ternura era lo que provocaba que la parte menos racional de mi ser se derritiera y gritara de felicidad.

Kuroshitsuji (Sebastian x lectora): Crazy in loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora