La mañana del viernes comenzó con buen pie, levantándose temprano. No obstante, aunque se había metido en la cama llena de optimismo y entusiasmada con las perspectivas que le aguardaban, el miedo la asalto de nuevo ante la cruda realidad de lo difícil que le resultaría mantener la entereza a cada instante. Una vez más, despertó en una cama vacía dentro de una casa silenciosa, si bien se produjo un pequeño avance. Por primera vez desde hacía más de dos meses se había despertado sin la ayuda de una llamada telefónica. Amoldó su mente, tal como hacía cada mañana, al hecho de que los sueños de Lauren y ella juntas que habían vivido en su cabeza durante las últimas Díez horas no eran más que eso: sueños.
Se duchó y se vistió con ropa cómoda, echando mano de sus tejanos favoritos, zapatillas de deporte y una camiseta rosa claro. Ally tenía toda la razón en cuanto a lo del peso, pues los tejanos, que solían irle ajustados, solo se mantenían en su sitio con la ayuda de un cinturón. Dedico una mueca a su reflejo en el espejo. Estaba fea. Tenía ojeras, los labios agrietados y el cabello hecho un desastre. Lo primero que debía hacer era ir a su peluquería y rezar para que pudieran atenderla.
-¡Jesús, Camila!—exclamó Austin, su peluquero, nada más verla—. Pero, ¿has visto cómo estás? ¡Por favor, abran paso! ¡Abran paso! ¡Llevo a una mujer en estado crítico!—le guiñó el ojo y comenzó a apartar gente de su camino. Luego le ofreció una silla y la obligó a sentarse.
-Gracias, Austin. Ahora sí que me siento atractiva—masculló Camila, procurando ocultar el rubor de su rostro.
-Pues no deberías porque estas hecha una mierda. Chelsea, prepárame la mezcla de costumbre; Tristán, trae el papel de aluminio; Natalia, necesito mi bolsita mágica, que está arriba. ¡Ah y dile a Chris que se valla olvidando de almorzar porque cogera a mi clienta de las doce!
Austin fue dando órdenes a fulano y fulanito sin dejar de agitar los brazos desaforadamente, como si fuera a ejecutar una operación quirúrgica de urgencia. Y es que quizá fuera así.
-Oh, lo siento Austin, no quería estropearte el día—se excusó Camila.
-No me vengas con esas, encanto. De no ser así, ¿porque habrías de presentarte aqui de repente un viernes a la hora del almuerzo sin tener una cita concertada? ¿Para contribuir a La Paz mundial?
Camila se mordió el labio con aire de culpabilidad.
-En fin, te aseguro que no lo haría por nadie más que por ti, cariño.
-Gracias.
-¿Cómo lo llevas?
Austin apoyo su pequeño trasero en el mostrador de delante de Camila. Tenía cuarenta y cinco años cumplidos y, no obstante, presentaba una piel tan perfecta y, por descontado, el pelo tan bien cortado que nadie le hubiera echado más de veinticinco años. Sus ojos color avellana resaltaban más que nada, y siempre vestía de forma impecable. Su mera presencia bastaba para que cualquier mujer se sintiera horrenda.
-Fatal—admitió Camila.
-Ya. Se nota.
-Gracias.
-Bueno, al menos para cuando salgas de aquí habrás resuelto una cosa. Yo me dedico al cabello, no al corazón.
Camila le mostró una sonrisa de agradecimiento por su peculiar manera de demostrar que la entendía.
-Pero por el amor de Dios, Camila cuando has entrado por esa puerta, ¿te has fijado en sí ponía " mago" o "peluquero" en el rótulo de la entrada? Tendrías que haber visto el aspecto que traía una mujer que ha venido esta mañana. Una anciana vestida de jovencita. Le faltaba poco para cumplir los setenta, diría yo. Y va y me pasa una revista con Lizzy Grant en la portada. "Quiero tener este aspecto" me dice muy resuelta.
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Un Amor Persistente [Camren]
FanficHay personas que esperan toda la vida para encontrar a su alma gemela, pero este no es el caso de Camila y Lauren. Novias desde el instituto, se sentían como si siempre hubiesen estado juntas. Podían acabar las frases de la otra, e incluso cuando di...