Lo que iba a ser un contacto directo, un impacto mortal a mi "ahora sana" alma y mi corazón "libre de ti" se convirtió en un momento de lejos.
No sabía si la confundida era yo o si el orgullo te ataba las manos.
Cancelastes mis risas, las dejaste fluir por otros rumbos esa noche.
Pero al final del camino alegre apareciste tú.
Llegaste sin más aviso que "salga" y con ojos perdidos entre emociones mixtas sobre personas que no sabías si aún querías, o si de verdad quisiste; pero llegaste.
Un abrazo aerio por primera vez sólo, cuando solía acompañarlo un beso, sin excepción, fue tu único saludo.
La noticia de tu común fallo cuando de amor se trata, el orgullo, estuvo de más.
Te conmovía también mi boca lejos de la tuya y te arrancaba también un pedazo mis brazos cerca de tu corazón.
Pero fue de lejos, todo de lejos. No dijimos nada, no hicimos más que mirarnos y reír ante los comentarios de algo que ya sabíamos.
Nos amábamos.
Nos amamos aún, pero de lejitos.