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Respira profundo, en un intento por serenarse; hace su mayor esfuerzo por encontrar aquella Mariana en calma que tanto necesita en ese momento y no planea hacer una pronta aparición. Avenida Libertador (las 13hs, marca el reloj) y con la lluvia que comienza a caer sobre la ciudad, no era un buen lugar para dejar aflorar su nerviosismo. La verdad, los peatones no tienen la culpa.

Beyonce a un volumen más alto de lo normal y la 'onda verde' asombrosamente de su lado. Una a su favor en ese día tan gris (al menos una) en todos los sentidos.

Estaciona en su edificio y su histeria, cada vez más incontrolable, no congenia con la estructura de la cochera: tener que realizar tanta maniobra, tan cuidadosamente, para guardar su auto se contrapone a aquella necesidad de pasar la puerta de su departamento y descontracturar. Cabe destacar que nunca fue muy buena estacionando y que tiene que acercar demasiado el asiento a los pedales. Sí, es baja, muy.

Una vez dentro de su 4 "A", ser ella es obligación: ser simplemente Mariana. Tira su cartera sobre el sofá, sin cuidado alguno, y después se deja caer ella, con igual "delicadeza". Rompe en llanto; tanta bronca e impotencia acumulada necesitaba salir por algún lado.

Se sentía frustrada, no valorada, y tanto tiempo y esfuerzo invertido en vano se transformaba en angustia y se volvía contra ella.

Todo por no poder reprimir ese defecto (y virtud) de hablar en los momentos menos indicados y con una sinceridad intolerable, al menos para su profesora de diseño. "Tu trabajo esta para un 7... Pero no tuviste la sensibilidad para aplicar bien el color. Te quedo un 2 ¿si?". Sí, claro.

La putea, en todos los idiomas posibles, y gana más bronca al descubrir el twitter personal de la incojible ésta. Sobretodo al enterarse que la que las vive llamando incultas en clase, tiene como pilar de vida escribirle a Rial y a Flavio Mendoza diariamente. Forra.

Y llora, sólo hasta donde ella misma se lo permite; lo suficiente para descargar y luego recomponerse. Porque aunque el malhumor no se vaya tan fácil su vida y sigue fuera de la Universidad.

Se ducha con el agua lo suficientemente fría como para bajar unos cuantos decibeles y volver a abocarse a sus estudios. La semana del terror (o de entregas) recién comienza y mañana tiene otra. No es el mejor momento para prepararla: digamos que su convicción esta nublada por un aura de pesimismo producto de la histeria de su profesora.

Pero no le va a dar el gusto, porque así también es ella: luchadora y cabeza dura, de esas personas que no paran hasta demostrar su punto. Lali, como la llaman desde que tiene uso de memoria, no se rinde antes de lograr lo que quiere, por lo que cree y a veces a escondidas, por lo que sueña. Y eso no lo va a cambiar una nota.

Se sienta frente a su computadora, con un sandwich de queso y el mate con la yerba de la mañana (porque hay mucha paja para cambiarlo), para empezar otro odioso trabajo. Hoy es uno de esos días donde todo lo que tenga que ver con al carrera es totalmente detestado. 

No consigue concentrarse, se encuentra bloqueada. Su cabeza sigue convencida de que hacer ese trabajo es una pérdida de tiempo si según la infeliz ella es "poco sensible". Illustrator tildándose solo por gusto claramente no colabora y parece que hoy todo está en su contra. 

Piensa en salir a caminar, pero la lluvia golpeando sin piedad en su ventana le responde que no es una buena opción: duda que exista una buena opción para ella ese día. A ese nivel el pesimismo.

Toma su notebook y vuelve a tirarse en el sofá, dispuesta a olvidarse de su mala suerte. Abre Facebook e inevitablemente, recorre el álbum con las cientas de fotos que su amiga Mery había subido del sábado a la noche; aquella noche que se había perdido por quedarse terminando esa maldita entrega que desaprobó. El masoquismo a flor de piel.

Y se lo vuelve a reprochar (aunque los reproches de su grupo de amigos por no haber estado ahí, previa y post fiesta, quizás ya fueron suficiente martirio). Empieza a pasar las fotos y él, siempre destacándose entre la gente, acapara toda su atención: su cable a tierra, su mejor complemento, ese que la entiende con sólo una mirada. Quien más la conoce y el único que logra transportarla a otro lugar. Mariano Martínez: compañero de juegos... y algunas cosas más.

Y no duda en su accionar, porque si hay algo que puede cambiarle el humor ese día es hablar con él. Abre su chat en Whatsapp y le escribe sin titubeos.

"Amiguito... ¿En qué andas?"

Y con una sonrisa en su rostro, se regocija pensando en sus posibles respuestas.

No se hace rogar, como siempre. Es gauchito (no siempre y depende para qué) aunque... ella es su debilidad. Lo sabe.

Apenas un minuto después recibe su respuesta y con la misma sonrisa, se dispone a leerla.

"Desaparecida, ¿dejaste de jugar a la diseñadora que me escribís?"

Desubicado. Finge ofenderse, como si él pudiera ver su rostro al leerlo (aunque sabía que imaginaba su expresión, sino no hubiera redactado esa frase). Siempre jugando a quién aguanta más.

Pulsa una tecla cualquiera de su teléfono, para que el mensaje le aparezca leído. Sabe que Mariano odia que lo cuelgue y eso la motiva a demorarse más en responder. Que se la aguante, por hacerse el capo.

"Eu malo. Yo que escribía para invitarte a almorzar unos ricos sandwichitos conmigo"

Divertida, porque este jueguito, ida y vuelta y demás es clásico entre ellos. Sabe que el retruque vale la pena. Y cómo.

Tamborilea sus dedos sobre el teléfono mientras lo odia por ser tan poco original y pagarle con la misma moneda. Lali también odia esperar (sobre todas las cosas) y más ver los dos tics azules en su mensaje enviado (recibido y leído).

"¿Almorzar, La? La verdad mi heladera está vacía... Así que en media hora estoy"

Carcajea. Y casi instantáneamente se olvida de su mal humor, su 2 en Diseño y la semana de mierda que tiene por delante. Y esta vez se apura a responder, con una ironía. 

"¿Heladera vacía, Marian?"

Como si entre ellos fueran necesarias las excusas.


Fuera de juego (offside).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora