La Visita

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Cansado, conduces por la carretera. 

La lluvia golpea el parabrisas, mientras fumas.

Aburrido miras de refilón las clónicas casas del vecindario, que te transmitían una extraña sensación de inmovilidad. Como si se tratase de un bucle...

Sólo has estado allí tres veces, pero no crees poder perderte.
El coche poco a poco se llena de una espesa nube de humo, el olor a tabaco se mezcla con la humedad y el frío que atraviesan los cristales. Te relaja.
Llevas todo el día trabajando y lo que menos quieres hacer es ir a "visitar" la casa de tu inquilino.

Si no fuese por esos estúpidos vecinos...
Si tanto les molesta el ruido que vayan ellos mismos, o que llamen a la policía.¡ A mi que demonios me importa! ¡¿Para que coño me molestan?!

Ni si quiera te cae bien el antisocial ese. 

¿Cómo se le pudo ocurrir a mi hermano alquilarle la casa? A saber que hace ahí dentro. Si se cree que voy a ser un blando como mi hermano lo era, está muy equivocado, se le va a acabar la fiesta.

Estacionas en frente de la casa. Sigue lloviendo. Acabas tu cigarrillo, mirando con desprecio y al mismo tiempo añoranza la vieja vivienda.
Al terminarlo sales malhumorado. Como detestas este sitio.

 Petas en la puerta, pero nadie responde.

Más pronto que tarde acabas aporreando la puerta gritando improperios.

La puerta es abierta, y tras ella lo ves a él. Su aspecto sigue siendo igual de desagradable que siempre.
Te mira con esos profundos ojos oscuros, que engullen ya la poca luz del día. 

Su aspecto te recuerda al de un niño enfermo. Y es que si, lo parecía, su baja estatura y su cara redondeada eran típicas de un niño, pero su emblanquecida y su falta de pelo en el cuerpo le daba un aspecto muy siniestro y enfermizo.

Lo miras de arriba a abajo y te das cuenta de que lleva exactamente la misma ropa salida del manicomio que llevaba en las pocas visitas que hiciste.

¿No tiene otra ropa? ¿Se molestará en lavarla? Creo que no.

Te da asco, lo apartas de un empujón y entras. Ya estas harto de estar parado en la entrada como un gilipollas. Vas al salón y te sientas en el sofá, que alguna vez de jóvenes tu y tu hermano encontrasteis en la calle, buenos tiempos. ¿Por qué os habríais distanciado tanto?

Lo ves entrar en el salón arrastrando los pies, mientras lo miras de reojo vuelves a sacar un cigarrillo, prendiéndolo.

<No me gusta el olor a tabaco.>

<Pues a mi no me gusta visitar a mi subnormal inquilino después del trabajo. Más estoy aquí.>

Le  respondes mirando las viejas paredes pintadas de blanco, las cuales curiosamente, van a juego con él. Cansado de esperar que te  responda de alguna manera decides hablar tu.

<¿Piensas traerme algo de beber o simplemente te vas a quedar ahí mirando?>

En silencio salió del salón. Sigues fumando mientras observas tu entorno, todo te resulta extremadamente familiar y lejano.Todo sigue igual. Es como si la habitación se hubiese congelado en el tiempo y solo se hubiese acumulado el polvo. 

¿De verdad ese vive aquí?

Todo estaba igual exceptuando una sola cosa, encima de la mesita había una sucia caja rosa con líneas doradas puesta boca abajo.

Su sola presencia arruinó todo tu ecosistema de recuerdos, captando toda tu atención.

Quedas tan absorto que ni te das cuenta de que el rarito ya ha vuelto con lo que parece ser un vaso de agua.

El DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora