¿¿Pablo cómo llegaste??

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Cuando llegué a las escaleras seleccioné el modo escaleras mecánicas y bajé hasta la segunda planta en la que estaba mi habitación. Al llegar me quedé mirando la pared de espejo un rato y entré.

Al entrar, lo primero que vi fue una cama de matrimonio blanca, con las patas negras, era mecánica, se podía reclinar y se movía dando vueltas y andando sobre unos carriles, mediante un mando a distancia. Al lado de la cama, había un mesilla de noche blanca con los cajones de cristal negro, sin pomo, los cajones se abrían empujando estos hacia dentro.

Al fondo, se veía toda la aldea de los parlantos, el mar, con el bosque y las montañas de fondo; me encantaba.

En la derecha, vi que había una puerta de cristal transparente, miré a través de ella y no vi nada, era blanco, solo se veía blanco, así que la abrí pulsando con mi dedo el botón de al lado de la puerta, vi que era el baño, era blanco con toques negros y rojos; era muy bonito. Salí del baño, y la puerta de detrás mio se cerró, bajé en el ascensor al estudio, cogí el mapa que me había dado Ismael, me senté en la silla que tenía una mesa a juego, ambas eran de cristal transparente ligeramente azulado, y extendí el mapa en la mesa para estudiarlo.

Se me ocurrió una idea de cómo atacar y decidí llamar a Ismael para explicárselo.

Estaba hablando con Ismael cuando vi a alguien a punto de estamparse contra el cristal de la ventana.

– Ahh – dije sin querer.

– ¿Pasa algo? – dijo Ismael.

– No, lo siento tengo que colgar – le contesté y colgué.

Corrí a abrir la ventana y justo en el momento que la abrí entró un chico que cayó rodando al suelo.


– ¿Estás bien? – le pregunté.

– Si, gracias – me respondió – perdóneme por entrar así, yo no pretendía...

– Tranquilo, y háblame de tu, por favor – le corté. – ¿Cómo te llamas?

– Pablo, y soy de Móstoles. – me dijo.

– Y, ¿qué haces aquí? – le dije.

– pufff, larga historia, me caí en un agujero cuando iba con una amiga y aparecí en Moldeland donde reina Sofirita VI, al principio me trataban muy bien hasta que un día sin querer ofendí a la reina y me lanzaron hasta que llegué aquí.

– Y, ¿Cómo se llamaba tu amiga?

– Adhara, ha estado conmigo hasta que me lanzaron, a ella la deberían haber lanzado una hora después, pero no sé dónde estará. ¿ Y tú de dónde eres?

– De Santamaría de la Alameda.

– Y, ¿Cómo llegaste aquí?

Se lo expliqué y el me miraba boquiabierto

– Vaya, y ¿Alberto dónde está?

– En Aldea perruna. Le raptaron.

– Oh, vaya. Lo siento.

– No te preocupes, he ideado un plan para rescatarlo.

– ¿Vais a ir a por él?

– Si. ¿Por qué lo dices?

– Porque... ehh... bueno, si no me dejas lo entiendo, pero... ¿puedo ayudarte?

– Claro que puedes – dije con una sonrisa.

– ¿¡De verdad?

– Si – dije con una sonrisa

– ¡¡¡Muchas gracias!!! – dijo el pegando un saltito de alegría e recorriendo la sala con los ojos.

En ese momento vi que tenía cinco llamadas perdidas de Ismael y decidí llamarle.

– ¿Ismael? – pregunté.

– ¿Si?

– Soy Arturo

– ahh hola ¿estás bien? – Dijo un poco nervioso.

– Si, tranquilo, ¿puedo ir un momento a tu casa?

– Sí, es más, creo que debes conocer a alguien

– mmm... Vale, ya voy – dije extrañado y corté.

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⏰ Última actualización: Feb 12, 2016 ⏰

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