Ese día.

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Cuando la directora del lugar se retiró dejándolos solos, ambos se tomaron de la mano.
Los niños de la habitación jugaban y brincaban por doquier, la mayoría sin prestarle atención a su presencia. Las edades de todos rondaban los seis y ocho, y había veinte niños en aquel cuarto.

-Vamos - le indicó Haruka.

La pareja caminó hacia el centro de la habitación, girando la cabeza a todas partes, mirándolos a todos. Y aunque el principio el más ansioso era Matsuoka, ahora era Haruka quien sentía un nudo en el estómago.
Como era de esperarse, algunos niños los reconocieron por ser medallistas y en un momento los rodearon. Rin, más confiado, habló con ellos sobre lo increíble que se sentía cumplir un sueño, preguntándoles qué querían hacer cuando crecieran y dejaran su tierna infancia detrás.
Haruka por su parte prefirió mirar todo de lejos.
Las risas de los infantes mezcladas con las del propio pelirrojo llegaron a sus oídos y se preguntó cómo sería escuchar eso todos los días.
Dicho esto, también pensó que todos los niños parecían perfectos y seguramente todos merecían un hogar pero, para su mala suerte, no podía llevarse a los veinte a su casa.

-¿Cómo se supone que elija a uno solo? - suspiró, realmente complicado con aquella decisión.

Aquello había sido gracias a Rin y ambos habían esperado mucho por ese día.
Tenían cerca de cinco años juntos, al principio todo iba de maravilla hasta que Matsuoka pidió algo muy difícil de conseguir: un hijo.
Haruka recordaba perfectamente la expresión de profunda tristeza que tenía su esposo, consiguiendo que las lágrimas salieran de los ojos azules también.
Nanase jamás se había sentido tan limitado, tan frustrado.

Sin embargo el tiempo pasó, y aunque sólo fueran en algunos países y ciertas ciudades, se había aprobado la adopción para parejas como ellos.
Así que ahora ahí estaban, en el orfanato más cercano de Japón que estaba a su disposición. Haruka cerró los ojos, buscando relajarse para hablar con su pareja sobre aquella decisión tan... prácticamente imposible de tomar...
Hasta que algo le golpeó en la cabeza.

-¡Señor! -
-¡Haru! -

Ah... Una pelota.

Cuando abrió los ojos frente a él había un niño como de siete años que, de no ser por ese cabello negro, habría pensado que era Rin.
Sobretodo con esa mirada.

-Lo siento señor... No quise patearla hacia usted... -

Fue en ese momento, cuando escuchó su voz al borde del llanto, que supo con certeza que haría hasta lo imposible por escucharlo reír. Así como con Rin.

-No importa. ¿Como te llamas? -
-Natsu.... - contestó el pequeño antes de correr con los demás.

Entonces Haruka lo supo.

-Rin... - llamó a su pareja, que estaba a su lado.

El mencionado siguió su mirada y sonrió.

-Es perfecto -.

Todo aquello le pasó por la cabeza a Haruka, que veía a las dos personas que se habían convertido en su todo en una batalla de miradas por obtener el último trozo de carne que recién había cocinado.
Ya habían pasado cuatro años desde aquel día, y él seguía pensando que no podían haber elegido mejor.
Dejó salir una pequeña risa cuando Natsu devoró el pescado ante la mirada derrotada de Rin.

-Par de tontos... -

Pero cómo lo volvían loco...
Y él se aseguraría de disfrutarlos hasta el último segundo, porque ahora eran una familia, y ya no le hacía falta nada más.

Ya Nada Hace FaltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora