Día -17.
- Samira, prepárame algo de comer y algo para los chicos. Necesitamos recargar energías. - pidió el joven a su criada mientras bajaba las escaleras.
- Sí, señor Malek. En unos pocos minutos lo tendrá listo. - contestó gentil la mujer colocándose bien el pañuelo mientras se dirigía rápidamente hacia la cocina.
- ¿Qué haría yo sin usted, Samira? - susurró por lo bajo con una leve sonrisa a la vez que se sentaba en el cómodo sofá del salón. No le gustaba demostrar cariño, por lo que procuraba guardarse esas reacciones cuando no era visto por sus subordinados.
Malek debía dar una imagen dura e impenetrable. Su cargo y cometido en Madrid le obligaba a ello. Aunque, a pesar de que siempre había tenido su parte más tierna, prácticamente había sido aplacada por sus vivencias como musulmán en un mundo de guerras santas y sus ideales.
La mujer entró a la habitación con una bandeja. Miró a su señor intentando no cruzar ninguna mirada a sus penetrantes ojos verdes azulados y la dejó sobre la mesa de café.
- Aquí tiene su té, señor.
- Gracias, Samira. - dijo cogiendo la taza, comprobando que llevaba el azúcar justo dando un pequeño sorbo. Alzó la mirada a modo de aprobación y continuó. - Puedes irte. Recuerda darle algo a los demás.
- Sí, señor Malek. Enseguida. - asintió y se marchó, llevando consigo el almuerzo de los trabajadores que se encontraban en la buhardilla del piso, dejando la planta baja del ático con un único habitante.
Una vez Malek quedó a solas, cogió un pequeña libreta y comenzó a cuadrar ideas para el futuro atentado. Todavía quedaba mucho por preparar, por lo menos unos cuatro meses hasta que el líder diera la primera señal. Había tiempo de sobra para pensar en las miles de cuestiones que suponía pertenecer a una grupo extremista.
Aunque dicha tarea no suponía muchas horas a lo largo del día, pasaba bastante tiempo entre las paredes del piso franco, algo así como una especie de hogar hasta pasados unos minutos, que lo catalogó de encarcelamiento. Su misión no era permanecer constantemente encerrado.
Así que bebió rápido el último sorbo a su té y decidió recorrer la ciudad.
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Guerra Santa
RomanceCuando el amor cae en ti como una granada y te deshace todos los esquemas, no puedes evitar hacer locuras por él.