-A la cama, Edward. Ahora. -advirtió Des Styles a su hijo.
El pequeño de grandes ojos verdes frunció el ceño hacia su padre -¡No tengo sueño!
Estaba mintiendo, era obvio. Pero él niño tenía problemas para seguir las órdenes, no le gustaba que nadie le dijera lo que tenía que hacer.
-Harry obedece a papá -susurro Anne.
-Pero mamá, aun es muy temprano...-lloriqueó Harry con ojos soñolientos.
-Los niños de cinco años deben estar dormidos a esta hora -dijo Des.
-¡Ya casi tengo seis! -grito levantando sus dos manos y mostrando seis de sus pequeños dedos.
Anne sonrió.
-Casi. -replico Des.
-No tengo sueño -el niño se quejo de nuevo.
-Qué tal si vamos a la cama y en vez de dormir te cuento una historia ¿eso estaría bien? -sugirió Anne.
-¡Si! -grito Harry con emoción.
El pequeño castaño tomo la mano de su madre y la guio hacia su habitación. -¡Vamos, mamá! ¡Vamos! Tengo un libro que aun no hemos leído...
-Está bien, vamos. -Anne sonrió a su esposo.
El niño entro a su habitación y corrió a su estante de libros, los observo detenidamente unos segundos hasta encontrar lo que buscaba.
-¡Este! -dijo con emoción.
Anne tomo el gran libro rojo de las pequeñas manos de su hijo, ambos caminaron hacia la cama y se metieron bajo las mantas.
-Bien -dijo Anne- la historia comienza así...
Harry bostezo.
-Había una vez un campesino gordo y feo que se había enamorado de una princesa hermosa y rubia.
Harry froto sus ojos con fuerza, mientras su madre continuaba leyendo:
-Un día, la princesa, le dio un beso al feo y gordo campesino, y mágicamente éste se transformó en un esbelto y apuesto príncipe. Por lo menos así lo veía ella. Por lo menos así se sentía él.
Harry frunció el ceño.
-¿Eso es cierto mamá? ¿Las princesas realmente se enamoran de los campesinos?
Anne sonrió.
-Todo puede suceder, cariño. Todo puede suceder...