LAS BUBIS

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Los pechos se conocen de muchas maneras: bubis, senos, bubs, chichis, en fin, como quieras decirles.
El caso es que las bubis se han convertido en un icono de la sexualidad en la sexualidad en la mujer. (Algunos hombres también las tienen: son luchadores de lucha libre y generalmente usan copa 38 B.)
    A ciertas niñas les da pena que les crezcan y caminan medio jorobadas; tratan de usar sudaderas gigantescas con la cara de Winnie Pooh para que los nuevos bultos se confundan con los cachetes del osito. A otras, les urge que sus pequeños montecitos se conviertan en los Alpes Suizos.
    Las bubis empiezan a aparecer gracias a los estrógenos; seguramente dirás: “Estro... ¿qué?” No te preocupes. Los estrógenos son una hormona que estimula el crecimiento de tus glándulas mamarias, y para protegerlas crea unos colchoncitos de grasa a su alrededor. También en tus bubis se construye una red de conductos para que, en un futuro, cuando seas mamá, la leche pueda salir por los pezones.

¿Qué tipo de bubis tienes?
Ya que les dices “Bienvenidas a mi vida”, empiezas a voltear a ver todas las bubis que se te cruzan enfrente (este ejercicio también lo hacen/hacemos los hombres, ¡pero durante toda la vida!): observas las grandes; las divorciadas, que son las que no se hablan porque cada una ve para un lado distinto; las amigas, porque están siempre pegaditas; las de brújula, porque una se dirige al norte y la otra al sur; las medianas; las soñadoras, porque ven siempre hacia el cielo como pidiendo un deseo; las deprimidas porque ven hacia el suelo; las copas, A, B, C, D y Copa Davis, en fin... descubres que hay de todo tipo.

¡Más chicas! ¡Más grandes! Aunque sea parejas, ¿no?
En el tamaño y forma de las bubis no hay reglas y es súper importante que sepas que todas son normales. Quizá sientas que las tienes más grandes, ya sabes, tipo naranjas o más chicas que tus amigas, tipo limones. No te obsesiones. La verdad es que no hay niña que esté totalmente con ellas. Siempre quisiéramos que fueran más chicas o grandes, redondas o parejas. También es muy común que sean asimétricas; es decir, una más grande que la otra, o una ve para el frente y la otra para un lado. No es que estén bizcas, es normal. Con el tiempo se emparejan, así que tranquila, no te agobies.
    Vas a notar también que su tamaño cambia de acuerdo con tu ciclo menstrual (más adelante platicaremos de esto). Cerca y durante tu periodo tienden a ser un poquito más llenitas y sensibles; o sea, como que se inflan, ¡pero no cantes victoria porque luego regresan a su tamaño normal!
    Cada mujer es diferente, hay bubis que se desarrollan casi completamente en tres meses, y otras que tardan hasta diez años para desarrollarse por completo.

Los pezones
También vienen en todos los tamaños y colores.
Son especialmente sensibles a los cambios de temperatura. Puedes notar que si hace frío se ponen más chiquitos y duros; igual sucede cuando te excitas sexualmente. Si se te marcan en la camiseta y lo único que pasa es que tienes frío, puedes ponerte un brassiere más grueso, voltearte hacia otro lado o ya de plano ponerte una chamarra de esquimal. Ahí si olvídate de que de te vean los pezones: contrabajo se te verá la cara.
    En este aspecto, los hombres se portan casi todos como niños. Si él nota que te diste cuenta de sus miradas y te sentiste incómoda se va a sentir terrible y apenado, así que no dudes en hacérselo notar.
    Algunos pezones son invertidos, o sea, como que les da miedito, porque se ven como metidos hacia dentro. Es normal y saldrán con el desarrollo más o menos a los dieciocho años. Otras veces puedes notar un pezón más grande y duro que el otro; también es normal. Si a esta edad notas algún cambio raro en ellos ve con el ginecólogo para que te revise. Si te salen vellitos alrededor puedes dejarlos tal cual, depilarlos con pinzas o cortarlos con unas tijeritas, sobre todo si no quieres parecerte a la prima del hombre lobo.
    Para proteger tus bubis, mantenerlas en su lugar por mucho tiempo (o sea, que no se cuelguen como calcetines con canicas) y evitar que reboten en el movimiento como gelatina de tiendita, es muy cómodo y necesario usar algo que las sostenga. Y es aquí donde viene nuestra famosa...

Crónica de un brassiere anunciado
La primera vez que tu mamá te va a comprar un brassiere, corpiño o camisetita enseña-ombligo, obvio, te mueres de pena. Primero porque a ellas les encanta introducirte... al famoso mundo de la mujer. ¡Pero que no se claven!, no enfrente de todas sus amigas. La típica frase en la reunión es: “A Paulina ya le compré sus brassiercitos... ¡Aaayyy, están muy monos porque están chiquititos!” ¿Qué necesidad tienen tu tía Licha y tu tía Nena de saber que tus bubis se están desarrollando? ¡Ah, no! Tu mamá es feliz divulgándolo.
    Cuando llegas con ella a comprarlo típico que le pregunta en voz alta veinte veces, a la que atiende: “¿Cuál le podrá quedar a mi hija?” ¡Por si alguien no se había enterado de que estas comprando tu primer brassiere! Para colmo, no falta que esté por ahí un niño que se te hace guapo... y te quieres morir. Por si fuera poco, tu mamá te acompaña al vestidor para ayudarte a abrocharlo. ¡No, por favor! Ya después tú veras si te consigues un segurito o si te lo amarras de plano con estambre, pero ese rollo nada más te da pena y te incómoda.
    Ruégale a “San Corpiño de los Tirantes” que a tu mamá no se le ocurra acomodarte los tirantes del brassiere frente a sus amigas, porque eso sí es nefasto.
    Por otro lado, también está la niña que se muere de ganas de usar brassiere porque todas sus amigas ya lo usan, y el día que se lo compran lo presume a todo el mundo. Casi casi le toma una foto y se lo manda por correo electrónico a todas sus amigas.
    Cualquiera que sea tu caso, ubica que tu mamá sólo te quiere ayudar y no se da cuenta de que esos detalles dan pena o te hacen sentir mal. Sólo. Seguro te va a entender muy bien.

Me quiero cambiar de ropa, de escuela... ¡y de bubis!
Existen un buen de remedios para cambiar un poco tus bubis, como los brassieres con relleno, ponerte las hombreras de las blusas ochenteras de tu mamá, las famosas bolitas de kleenex, calcetines y hasta maquillarte en medio de las bubis tipo artista de televisión.
    Lo más importante es que ninguna mujer necesita cambiar de pechos para ser mejor o peor. Unas bubis más grandes no pueden definir tu seguridad como persona ni tu forma de sentirte frente a la vida. Tú eres mucho, pero mucho más que un par de bubis.
    Cuando alguien tiene bubis muy grandes pueden darse algunas broncas como: dolores de espalda, problemas crónicos del cuello, hombros lastimados por el peso que recae en los tirantes del brassiere y hasta tu novio las puede agarrar de almohadas. En fin, puede ser muy molesto. En estos casos se puede recurrir a una reducción de senos, que no deja de ser una cirugía pero te puede ayudar a sentirte mucho mejor.
    Hoy en día es muy normal escuchar acerca de implantes y cirujanos; sin embargo, la decisión de operarte es algo súper serio y personal. Por más avances científicos que existan, ciertas mujeres tienen complicaciones muy delicadas después de implantarse unas prótesis, y a otras les quedan muy bien, sin problema alguno.
Lo que sí es muy importante es que sepas que no te debes operar si no has cumplido dieciocho años, y que, a pesar de que a algunas mujeres les dan seguridad personal, ningún par de prótesis te hacen mejor o peor persona. Sin embargo, si ya lo platicaste en tu casa, si puedes y quieres debes tomar todas las medidas de seguridad posibles.

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