Pequeñas Historias

Lirios para un ángel

Una vez hace mucho tiempo un ángel se encontraba en una pradera en el paraíso, ella estaba sentada con sus piernas dobladas bajo sí, cortando flores de distintos colores y clases, el sol brillaba con aquel ardor de calor que emana, ella era un arcángel, una mensajera de los Altos Mandos, un puesto muy elevado y reconocido; pero era un arcángel joven que aun aprendía todo lo referido a la Luz y la Oscuridad un arcángel que no conocía la tierra pues nunca había sido enviada a ella.

Aquel ángel de espectacular belleza se asustó al escuchar un ruido proveniente del bosque que quedaba detrás de la pradera, un batir furioso de alas que se aproximaba, se levantó en un segundo con sus ojos abiertos por el miedo y antes de saber que era lo que se acercaba prendió el vuelo con rapidez y huyo de aquel lugar, como dije, era un ángel joven que aún estaba aprendiendo y se asustaba con facilidad a lo desconocido, como todos.

Voló lejos de la pradera sin saber que era aquello, pronto lo sabría aunque por el momento prefería irse lejos de ahí.

No muy lejos de ahí de los arboles salió otro ángel, que volaba con rapidez hacia el palacio del Alto Mando, era una ángel guardián protegía tanto a los humanos como a otros ángeles; al pasar por la pradera sus alas elevaban un viento agresivo, que movía las hojas de los árboles y hacia que las hermosas flores besaran el suelo con sus pétalos suaves y finos.

Paso volando por la pradera como todas las noches, pero él jamás había pasado de día cuando las flores aún estaban abiertas, mostrando sus diferentes formas, tonos y su espectacular olor, se sintió impresionado ante aquel exuberante paisaje; en las noches también era hermoso pero distinto, la luz blanca y fría de la luna no resaltaba las flores como el rayo cálido y amarillo del sol.

Después de pasar sobre la pradera se preguntó cuántas veces se había perdido de aquellos paisajes, pero al no poder contestar la pregunta siguió volando, olvidándola por completo para luego surcar los cielos atravesando nubes que le dejaban mojado el pelo y pequeñas gotas adheridas a sus plumas las cuales se secaban rápidamente por el viento y el sol.

Volando a gran velocidad llego al Palacio, para dar el informe, de todos los ángeles que estaban en la tierra protegiendo a los humanos y cuantos habían fallado en la lucha, eran demasiados a decir verdad, pero con el paso de los años, aquel lugar una vez lleno de belleza y paz, se había convertido en un caos descontrolado, con muertes en cada segundo y momento, los humanos se asesinaban y se hacían daño entre ellos sin importarles nada, sus almas se consumían por tanta destrucción, Los ángeles de la muerte iban y venían sin descanso, portando almas para el juicio y luego según lo dicho siendo llevados a sus respectivos lugares , al descanso o al sufrimiento eterno, no era muy agradable ser un ángel de la muerte, cuando debías llevar almas de hombre, mujeres y niños que eran inocentes y morían sin a ver vivido lo suficiente.

***

Al día siguiente cuando el sol volvió a salir llenando las nubes de aquellos colores purpúreos y rosados, ella como todos los días se dirigió al Palacio del Alto Mando, a la biblioteca interna para leer un poco de historia angelical y terrestre, luego de eso fue hacer su rutina diaria, la que consistía en sentarse y fijar un nuevo rumbo para una ángel guardián que había intentado salvar el alma del ser humano al que había sido asignado pero había fallado en el intento.

Ella miraba constantemente muchos ángeles que llegaban heridos con moretones y cicatrices, alguna cortadura en las manos, raspones y en los casos extremos, los veía pasar hacia la enfermería angelical con un ala rota o con un disparo en el pecho, los ángeles no morían, pero a veces esos ángeles habían creado un lazo con la persona a la que habían sido asignados desde que ellos eran unos bebés que acababan de nacer en un hospital terrestre o en cualquier otro lado, para verlos morir jóvenes o viejos por motivos poco naturales. Era triste pero ese era su trabajo y debía hacerlo.