Nuestro loco y personal amor

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Cuantas veces lo pensara, menos aún me lo creía. Al principio, cuando me confesé, tenía claro que sería un rechazo instantáneo, pero para mí grata sorpresa, ese idiota me dijo con su inexpresión natural «Sí, quiero salir contigo». Ha pasado una semana desde eso y aún no puedo mentalizarme del hecho de estar saliendo con Kageyama. Parecía todo tan irreal, ese chico con el que al principio me llevaba horriblemente mal, siendo mi novio. Solo con pronunciar esa palabra refiriéndome a él, hace que me avergüence completamente. Sé que es una estupidez, pero mi corazón se pone a latir muy rápido y mi cuerpo tiembla frenéticamente. Y como era de esperar, nuestra relación no es la más romántica que te puedas encontrar que digamos.

Si, aún no nos hemos besado, ni una sola vez. También me atrevería a decir que rara vez nos damos un abrazo, pero bueno, eso es normal. Aún nos cuesta a ambos acostumbrarnos a nuestro nuevo estado sentimental. Pero por alguna razón, aquí estamos, uno al lado del otro, caminando por la calle sin rumbo fijo en pleno invierno. No me preguntéis el porqué, simplemente, nos encontramos por casualidad y por alguna extraña razón comenzamos a caminar juntos, uno muy cerca del otro. En estos momentos es cuando me empiezo a cuestionar si realmente somos idiotas.

Disimuladamente, cada cierto número de pasos, iba cerrando la distancia que nos separaba. Esto es muy infantil, lo sé, pero situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

Con un ligero movimiento de hombros, hice que nuestras frías manos se rozaran, un escalofrío recorrió mi cuerpo e inmediatamente pude sentir una mano rodear la mía, rociándola de una calidez que ni unos guantes podían conseguir. Mis mejillas se tornaron de rojo intenso y volteé la cabeza para eludir que pudiera ver la expresión de máxima vergüenza que mi cara estaba mostrando. Volví a dirigir la mirada al frente, evitando mirar al chico que tenía al lado y acurruqué parte de mi rostro en la alborotada bufanda que rodeaba mi cuello.

Con timidez miré a Kageyama de reojo, que mantenía su semblante serio e inexpresivo. A veces me preguntaba si aquel chico tenía sentimientos en algunas situaciones. Di un último paso, cerrando la distancia que nos separaba y nuestros hombros se chocaron, produciendo en los dos la misma reacción estúpida.

De pronto, la mano que sujetaba la mía apretó su agarre y me detuvo en seco, llamándome la atención.

—Hoy es el sosticio de invierno... y... celebran un estúpido festival... ¿quieres ir conmigo? —me dijo casi tartamudeando (debido al frío no quise hacerme mis propias suposiciones).

—Kageyama —le dije intentando aguantar la risa—. Se dice solsticio... —misión imposible. Me eché a reír, ignorando los insultos que mi compañero me estaba gritando.

Kageyama me agarró del gorro de lana que cubría mi cabeza y apretó su mano, haciéndome parar inmediatamente.

—¿Quieres ir o no? —me dijo en un tono tan amenazador que se me heló la sangre de las venas.

—Sí, señor —logré responder. Como podéis ver, nuestra relación iba viento en popa. Me atrevería a decir que nos peleamos más que antes, pero igual sería exagerar demasiado.

Nuestras manos se entrelazaron de nuevo y proseguimos hacia dicho festival. Durante todo el camino, algo en mi estómago no paraba de molestarme, era como si me hubiera olvidado de algo, de algo muy importante que mi mente no lograba recordar. Dejé de darle vueltas y me concentré en esos pequeños minutos de placer que pasamos hasta que llegamos a la entrada del festival. Para sorpresa de ambos, el lugar, concurrido y animado, mostraba un ambiente bastante agradable y divertido. Gente con yukata, a pesar del frío, y niños y ancianos paseando por la ancha calle. Sin pensarlo dos veces, me solté de la mano de Kageyama y fui corriendo hacia el primer puesto de takoyaki que vi, de fondo me pareció oír algo parecido a un «Hinata, idiota», pero simplemente lo ignoré y seguí correteando por el lugar, emocionándome por cada cosa que veía.

Nuestro loco y personal amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora