Capítulo 2

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-Prométeme algo, prométeme que te cuidarás-dije yo ciertamente apenada por la despedida.

-Prométeme algo tú a mí, prométeme que vendrás a visitarme y que no te vas a olvidar de mí.- me dijo ella, cuando en ese momento se le comenzaron a llenar los ojos de lágrimas, en ese mismo instante supe que era una verdadera amistad, y realmente ahí fue cuando supe que por muy lejos que estuviésemos, siempre estaríamos unidas, a lo largo de mi vida he aprendido que las grandes amistades no se olvidan de un día para otro ni en mucho tiempo, he aprendido que por muy lejos de que se esté, la complicidad seguirá en pie, sí, eso y el apoyo mutuo que toda amistad debe tener.

-Te lo prometo- dije dándole un abrazo enorme, años después aún sigo recordando ese cálido y reconfortante abrazo.

Cada vez que pienso en ese momento no puedo evitar sentir nostalgia y agradecer a la vida tenerla aún a mi lado después de tanto tiempo.

Cuando vimos a nuestra tía nos dimos cuenta de que se parecía bastante a su hermano, es decir, a nuestro padre, Lucy era una mujer alta, bastante esbelta, con un largo cabello rubio, ojos verdes, tez ciertamente morena, parecía una mujer adinerada por su manera de vestir y su elegancia, y efectivamente no nos equivocábamos, cuando llegamos a su casa transcurrida una media hora nos encontrábamos en el centro de la ciudad, a unos cinco minutos andando de la Torre Eiffel y con vistas privilegiadas a el río Sena, la verdad es que me quede estupefacta con el exterior de la casa pero me quedé más sorprendida aun cuando vi lo grande que era por dentro la casa, era el sitio perfecto para poder jugar al escondite con mi hermana, poder huir cuando no quisiese estar con nadie y encontré una habitación un tanto abandonada que tomé como mi refugio para los malos momentos, tía Lucy nos dio la opción de elegir entre cualquiera de las numerosas habitaciones con las que contaba la casa, la que yo escogí se encontraba situada al final del pasillo que era la segunda habitación más grande que había en la casa y, realmente me llamaron bastante la atención las vistas que esta tenía, Nataly escogió la habitación contigua a la mía, era un poco más pequeña  pero las vistas desde allí eran tan increíbles como las de mi cuarto, según hemos ido creciendo las hemos ido poniendo a nuestro gusto.

Mi tía Lucy se quedó viuda hace unos cinco años aproximadamente, no tenía hijos, por tanto recibió una gran herencia de su difunto marido que no tenía con quien compartir, era absolutamente todo para ella, entre lo que recibió está la casa en la que vivimos actualmente, más que casa diría que es una mansión, a veces incluso me podía llegar a perder por la casa y no sabía volver a dónde quería ir, también poseía dos casas en la Costa Azul Francesa de gran valor económico, a una de ellas nos llevaba de vacaciones todos los veranos la tía Lucy, recuerdo con cierta alegría, cariño y nostalgia esos veranos con mi tía y mi hermana en la playa, por la noche dando paseos, jugando al pilla-pilla con mi hermana, al fin y al cabo éramos niñas de seis y cinco años que por muchas miserias que hubiésemos pasado por lo de nuestros padres disfrutábamos bastante de estos momentos, algún verano recuerdo que tía Lucy invitó a Amelie a venir con nosotras.

Respecto a la otra casa que tenía en la playa, la usaba para alquilarla y sacar beneficios, mi tía no se conformaba con tan solo la herencia de su marido, decía que era importante tener más fuentes de ingresos por si alguna vez las cosas iban mal, por lo general era una mujer muy previsora y con grandes visiones de negocio, hoy en día aun lo sigue siendo y por ello le va tan bien en la vida dado que siempre ha sabido gestionar bien todo lo que tiene, teniendo en cuenta que se dedica a la inversiones, no se podía esperar menos de ella.

Se me olvidaba comentaros que a Amelie la adoptó una familia de buen ver y de buena reputación, el señor y la señora Leblanc tan solo unos meses después de que nosotras saliésemos de la casa de acogida, cuando recibí la noticia me alegré bastante, además que vivían muy cerca de nuestra casa y podía pasar con ella bastante tiempo, supongo que eso hizo que estuviésemos tan unidas durante la infancia y este mismo motivo nos haya hecho ser cómplices en muchos momentos de nuestra vida, los señores Leblanc trataban muy bien a mi amiga, aunque en realidad la tenían demasiado consentida, siempre le compraban todo lo que ella quería y nunca se quedaba sin nada de lo último que salía a la venta, por otra parte Nat y yo no podíamos quejarnos de nada porque tía Lucy nos tenía también siempre a la última, nos llevaba al mejor colegio de París y siempre se preocupaba mucho por nosotras.

En ocasiones llegaba a sentir envidia de aquellas personas que tienen a sus dos padres y pueden convivir con ellos, nosotras no vivimos mal pero supongo que no tiene nada que ver tener a tus dos padres, que vivir con tu tía, muchos días, aun ahora que ya han pasado años desde que perdí a mis padres, me pregunto cómo sería mi vida si todo hubiese salido bien, si mi madre no hubiese muerto y no se hubiesen separado, si mi padre no hubiese entregado su vida al alcohol, tal vez hubiésemos sido una familia feliz, los cuatro juntos, pero ni el destino ni la vida quisieron que eso fuese así. La verdad que tía Lucy hace muy bien el papel de madre y nos cuida muchísimo, nos adora y no nos abandona en ningún momento cuando algo malo nos sucede, realmente se esfuerza bastante en que estemos lo mejor que podamos y siempre hemos podido contar con ella con total confianza, contándole las cosas, si alguna vez hemos hecho algo mal también nos ha regañado, pero supongo que no será igual que si te regañaban tus padres biológicos.

Según he ido creciendo, me he dado cuenta de que no tener padres es malo, pero que nuestra tía pone todo de su parte por nosotras y hemos hecho viajes, excursiones inolvidables,...

La soledad de mi compañiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora