Capítulo 1.

Capítulo 1.

Una aparente normal mañana de Marzo...

El despertador vibra en la mesita de noche de su habitación. Boca abajo sobre su cama, Raquel emite un sonido de desesperación. Otro asqueroso día de instituto. Vagamente, estira su brazo derecho para alcanzar el despertador y apagarlo sin siquiera abrir los ojos. Su mano aterriza sobre él, que al momento cesa su sonido.

Raquel hace ademán de quedarse un momento más en la cama, pero a primera hora tiene examen de matemáticas. Maldice entre dientes mientras se levanta de su cómoda cama y se dirige caminando como un zombie hacia su armario. Elige unos vaqueros con una camiseta sencilla de manga corta y una sudadera y se los pone. Se ata sus Converse favoritas. Marzo está acabando, pero el frío sigue haciendo acto de presencia.

Raquel se dirige al baño para prepararse. Como de costumbre, su hermano pequeño custodia el baño. Otro sonido de exasperación.

-¡Enano! ¡Más te vale salir ahora del baño o tiro la puerta abajo! -grita Raquel, girando el pomo del baño que está cerrado desde dentro.

-¡Qué te lo has creído! ¡He llegado primero! -exclama su hermano desde el baño.

A Raquel le exasperan estas peleas por las mañanas. Es una especie de rutina que tiene con su hermano de 14 años.

-¡Jorge, o sales ahora o le digo a mamá lo de la ventana!

-¡No te atreverás!

-Oh, ¡ya lo creo que sí!

El pestillo desaparece y en la puerta del baño aparece Jorge, vestido sólo con unos pantalones vaqueros. Tiene el torso desnudo y algo mojado. Su pelo castaño está aún revuelto y algo mojado. Unos ojos azules llenos de furia fijan su mirada en los de Raquel, desafiantes. Su hermana entorna los ojos.

-Gracias -dice Raquel, irónica.

-Como le cuentes a mamá lo de la ventana...

Raquel siempre tiene algo que usar en contra de su hermano y eso la encanta. Esta vez ha usado aquella vez que Jorge rompió el cristal de la ventana del salón mientras jugaba a la Wii. Digamos que el tenis no era lo suyo. Ella tuvo que cubrirle diciéndole a su madre que unos niños jugando al fútbol no tuvieron demasiado cuidado.

-Descuida.

Aparta de la puerta del baño a su hermano de un empujón y entra cerrando con un portazo. Se mira en el espejo y suelta una exclamación ahogada.

En el reflejo aparece una chica adolescente, de 16 años a lo sumo, aunque en realidad son 15 y muchos. El pelo castaño claro ondulado atraviesa su espalda como una cascada hasta llegar casi a su cintura. Sus ojos, por el día verdes y brillantes, adoptan un color grisáceo enfermizo por las noches. Eso sin contar las protuberantes ojeras que hacen acto de presencia los lunes.

"Y pensar que esta chica reflejada en el espejo soy yo...", se lamenta Raquel.

Estira el brazo y alcanza su estuche de maquillaje. Se pone antiojeras, un poco de rímel y algo de gloss. Se cepilla el pelo para desenredarlo. Finalmente, pellizca varias veces sus pálidas mejillas, que al momento adoptan un tono rosado.

Se mira sonriente y le guiña un ojo a su reflejo, confiada.

Sale del baño y baja las escaleras hasta la cocina. Su madre está sentada en la mesa, con su padre; los dos tomando café.

-¡Buenos días! -grita Raquel, ahora más alegre.

Agarra con naturalidad el brik de leche y llena su taza. Echa tres cucharadas de cola-cao y empieza a remover.