Esta es la historia de una chica llamada Magda, que iba por la vida como si nada. Cuyo lema en la vida era "No vivas en el pasado y no te obsesiones con el futuro. Vive el presente", y ella, a sus dieseis años de edad, lo cumplía ciegamente.
Era distinta a las demás chicas de su edad, en realidad, a cualquier adolescente, por muy raro que fuera.
Aborrecía las redes sociales, ya que en contra de sus creencias iban, y mejor no hablar de fotografías, porque siempre quemadas acababan, si es que siquiera llegaba a hacerse.
No quería ningún contacto con el pasado, y las fotografías no le ayudaban, pues los momentos y los recuerdos era justo lo que quería obviar.
¿Sus conversaciones? Siempre quedaban borradas, cada mensaje que mandaba o cada mensaje que recibía, lo borraba justo después de leerlo, no podía arriesgarse a que quedara ni una sola huella de su pasado.
No porque fuera malo, hubiera sufrido o hubiera sido realmente cruel, sino que mucho miedo de ello tenía. No quería arriesgarse, no podía. Porque ¿para qué arriesgarse a tener recuerdos? ¿Qué te hace pensar que serán buenos? Quizás sean lo único que te destruya... según Magda, es mejor no jugar con el tiempo.
Y así fue pasando el tiempo.
Mientras que Magda se pasaba todas la noches de fiesta con sus amigas, escondiéndose de los numerosos selfies del ambiente y evitando a toda costa esos "clics" que sonaban y le atormentaban.
Pasaban los años, y Magda, tan cabezota como siempre, ignoraba el futuro. ¿Sus estudios? Ya los dejó hace tiempo, y sus padres no se molestan en obligarle a luchar por su futuro, según ella ya tiene dieciséis años, ya podía obviarlo. Si de todas formas ya lo hacía cuando estaba ahí dentro, que le va a importar a ahora.
El tiempo pasaba y pasaba, y sus amigas iban desapareciendo, se iban a estudiar fuera, o estaban tan ocupadas con la universidad que no podían salir con tanta frecuencia como en aquellos años de instituto.
Se estaba quedando sola, miraba el cristal de la ventana mojado, mientras llovía pensando en su vida, permitiéndose por una vez, pensar en el pasado, y al compararlo con el presente, no pudo evitarlo y se echó a llorar.
Pensó en llamarlas, en charlar un rato, pero por esa absurda creencia que tenía no conservaba sus números de teléfono.
"¿Y qué va a ser de mi vida ahora?", se preguntaba.
"Nunca pensaba en el futuro y eso me ha destrozado, ¿qué voy a hacer? todos mis seres queridos han desaparecido de mi vida, y no tengo trabajo, ni estudios, además mi padres no van a poder mantenerme toda la vida", se decía una y otra vez mientras las lágrimas recorrían sus mejillas.
Como ríos las lágrimas salían de sus ojos recorriendo toda su cara y su calma no llegaba. Era como un día de tormenta, bajo los rayos y la lluvia, que por mucho que te seques, vas a acabar igual de mojado y herido.
¿Qué triste verdad? Y pensar que al final tenía razón, que su mayor miedo la estaba destrozando por dentro...
Pero ella sabía que no podía seguir lamentándose por un pasado que apenas recordaba, y de que además de que dicho acto le dolía más que el propio recuerdo en sí.
Así que decidió arreglarlo, se metió a estudiar otra vez, pero esta vez de verdad. Se arrepentía de cómo había sido en el pasado y quería arreglarlo.
Ahora ya no sé nada más de ella. Cuando acabó sus estudios se fue a trabajar fuera, quería empezar de cero, decía. Espero que le vaya bien, en realidad, no sé nada de Magda desde que hablamos esa última vez, desde ese recuerdo que, al contrario que ella, recuerdo para contarlo.
Y es así, tan cabezota como siempre, no podemos mantener el contacto. Las redes sociales para ella son un tormento al que no debe acercarse, y el número de teléfono lo cambia cada mes, para que ningún recuerdo pueda acercarse a ella.
¡Ay Magda! Nunca conoceré a nadie tan curioso como tú, eras como un libro abierto, con muchas incógnitas ocultas bajos tus letras, las cuales había que leer para encontrarlas e intentar resolverlas.
Hace poco vi un anuncio en el periódico, una entrevista que le hizo, no recuerdo quién, por un programa de televisión en el que salió.
En él decía que a pesar de no tener un buen pasado, no quiere controlar su futuro, que dejaría, como siempre había hecho, que el viento decidiera su camino.
Siempre me sorprenderás Magda, es imposible predecir tus pasos cuando ni si quiera tú sabes cuál es el siguiente movimiento que realizarás.