II

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El destino era cruel a la hora de enseñar lecciones importantes en la vida. En el caso de Keith Leighton, su maldición había sido conocer a Reed Lewis luego de haberse metido en un lío de compromiso forzado con una mujer a quien no amaba.

Con Reed todo era diferente. Era pacífico y emocionante a la vez. Era perfecto.

La mañana luego de su primera vez, Keith despertó primero. Abrió los ojos adormitado por unos momentos antes de que la luz de la mañana le dejara ver con quién había estado abrazado toda la noche. Si hubiera sido con cualquier otra persona, quizá habría entrado en pánico, o habría huido. Pero era Reed, y solo quería quedarse ahí a su lado.

Le dio un suave beso en la frente. Acarició su cabello mientras sonreía como tonto. Cuando Reed respiró hondo y empezó a despertar, su sonrisa solo se hizo más amplia.

—Hey. ¿Qué tal amaneciste, Reed? —preguntó con tono meloso. El otro solo bufó y estiró sus brazos en el aire.

—Bien, bien —dijo, reacomodándose en la cama para ver a Keith de frente—. ¿Estabas viéndome dormir? Oh, acosador...

Keith rió y se mostró sorprendido en buena manera cuando Reed buscó sus labios para besarlo. — ¿Y vas a decirme que tú no te has despertado con el mismo ánimo? —preguntó a modo de burla.

Reed sacudió la cabeza, divertido, y se frotó el cuello con cuidado, sintiendo una serie de marcas rojas que Keith había dejado sobre su piel la noche anterior. Le dirigió una mirada acusadora y lo empujó suavemente por el hombro.

—Eres de los que pierden el control en la cama, según veo...

—¿Y? ¿No te gustó? —Keith miro de reojo a su compañero, recordando la actitud que había tenido hacía unas horas. Dudó por unos momentos si era apropiado preguntar o no, pero al final decidió hacerlo de todas maneras—. Tú... Parecía como si supieses exactamente qué querías. ¿Era tú primera vez con un tipo?

Esperaba un rostro más sorprendido, ofendido, incluso, pero Reed se mantuvo inmutable. Lo miró directo a los ojos, como queriendo contestar con toda la honestidad del mundo, sin esconder nada, y el gesto fue nuevo para un Keith acostumbrado a engaños.

—Nah, no fue mi primera vez, ni mucho menos. ¿Celoso? ¿Quieres que te cuente toda la historia para que estés más tranquilo?

Keith asintió sin pensarlo dos veces. Reed rió y no rompió el contacto visual.

—Pues, mi primera vez fue en la secundaria. Estaba a punto de marcharme a la universidad con unos amigos, y habíamos pasado varios días en los garajes de varias personas, bebiendo y hablando sobre qué diablos haríamos con nuestras vidas. En una de esas ocasiones quedamos solos yo y el dueño de la casa, quien empezó a contarme su frustración con las chicas. Le dije que sentía lo mismo, y terminamos probando cómo sería si nuestra pareja fuera un chico.

Reed continuó luego de tomar aire. —Supongo que él sentía curiosidad y yo ansias, así que debuté como pasivo. Terminé quedándome en mi ciudad natal para trabajar, abandoné los estudios y me encontré con que en el mundo de los camioneros abundaban los reprimidos. Era conveniente para mí, y me daba igual el rol que tuviera que asumir. También salía con chicas, pero jamás tuve una relación estable.

El presidente escuchaba todo medio asombrado. Reed se lamió los labios y se acercó para aprisionar los del otro una vez más, intensamente, como evidencia de su experiencia. Su lengua exigió acceso a la boca de Keith, quien gimió en contra de su voluntad y continuó estremeciéndose cada vez que Reed trazaba líneas juguetonas que le robaban el aliento.

Y Entonces, TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora