Querido Simón
Hace unos días que no te escribo, tengo mis razones, problemas que te iré contando en las cartas.
Me había quedado por el momento del accidente, si no recuerdo mal.Como decía, podría haberle echado la culpa a cualquiera, pero no fue así.
Volviendo al cementerio, en el entierro de mi padre...No había escuchado casi nada del discurso, sólo recordar la muerte de mi padre me ponía los pelos de punta y me causaba una gran tristeza. Aún no podía creer que tan sólo hace medio mes mi padre nos haya dejado. Que no lo vaya a ver más, ni el sonido de su risa, o de su voz burlona al hacerme rabiar...
Aún recuerdo sus últimas palabras, antes del accidente, las pronunció en voz tan baja que prácticamente nadie las podría haber oído.- Te quiero - fue lo que dijo, y dos grandes lágrimas bajaron por mis mejillas.
Al finalizar el entierro todos nos dieron el pésame. Algo que no entiendo, ya que muchos no nos conocían, y que me llamaran por mi nombre también era una cosa que me molestaba mucho, ya que como dije, era la primera vez que los veía.
A la salida, al lado de la vaya, nos esperaba un taxi amarillo con rayas blancas.
Durante el viaje en el vehículo mi madre contestaba vagamente a las preguntas del conductor. Mientras, yo pensaba, como siempre. Pensaba en la vida y la muerte, en que la segunda me acompaña desde temprana edad. Tampoco entendía porqué los estadounidenses y los británicos comían después de un entierro. Yo no podría, porque cuando estoy triste se me cierra el estómago y me niego a comer.Por la ventanilla observé niños jugar en el parque, algunos corrían, otros se escondían; a parejas tomando el café o simplemente paseando; y a ancianos cruzando la calle ayudados de mujeres más jóvenes, o jugando al ajedrez y charlando al aire fresco.
Habían personas de todos los tamaños, de todas las razas, y la mayoría parecían felices, sobre todo los niños, y pensé que yo debería de sonreír como esos niños.
Habían personas que parecían malas, y otras que parecían muy buenas. Pero mi padre siempre me decía, no te fíes de una persona por su rostro, las que parecen buenas te pueden hacer mucho daño y viceversa. Eso, y que no debo de irme con desconocidos, cosa que todos los padres han dicho alguna vez en su vida, si no varias veces, que es lo más probable.- Son quince euros - la voz grave del taxista interrumpió mis pensamientos. Y vi como mi madre buscaba apresurada el monedero, bajo la mirada atenta y desconfiada del hombre.
Mi madre abría la puerta de la entrada y debió de pensar, al igual que yo, que el silencio que se había formado era inquietante.
- Casi no encuentro el monedero - dijo mi madre intentando parecer animada, en todos estos días ninguna de las dos se atrevía a sacar el tema del accidente, ni lo que lo provocó.
- Mamá.
- Dime cielo.
- ¿A papá le duele?
- ¿Dolerle el qué?
- La muerte - me miró fijamente.
- Hija... No son preguntas apropiadas para tu edad.- ¿Pero le duele?
- Verás cariño, la muerte le duele a la gente que aún está viva.
Siempre recordaré esa frase, mi madre entendía de la muerte, porque al morir su vida, su marido, tenía que sentir más dolor que cuando te mueres. O al menos eso creía entonces.
A mi madre le afectó mucho la pérdida, estuvo medio año llendo a un médico especial, al psicólogo, y tomaba pastillas que venían en cajas muy grandes y redondas. Recuerdo que lo pasó muy mal mientras las tomaba, pero cuando no lo hacía era peor.
Después de unos meses más el psicólogo le aconsejó que intentara olvidar a papá, cosa que me pareció difícil.
En una terapia en familia tuve que asistir yo también, recuerdo todo como si hubiese sucedido hace una semana.- Soffie - dijo el médico tras tomar un largo trago de agua - ¿crees que a él le gustaría ver como estás?
- Si no me preocupara sería extraño.
- Entiendo lo que me quieres decir, pero han pasado varios meses y siempre llega un punto en el que hay que asimilar lo inevitable. Continuar en tu estado no te aporta nada, tus amigos y familiares se preocupan por ti, deberías de salir de tu burbuja de depresión e intentar ver todo desde fuera.
- No puedo ver las cosas desde otro punto - vi que mi madre se bajaba más las mangas del jersey y me miró para asegurarse de que no decía nada sobre eso.
- Imagine - dijo inclinándose en la silla - que tiene usted a una niña pequeña delante, más o menos de la edad de su hija, y que le cuenta lo que usted me cuenta a mí. ¿Qué haría?
- La intentaría ayudar - dijo mi madre tras unos instantes.
- Bien, esa niña es usted.
No continuaron hablado de eso, mi madre debió de entenderlo correctamente. Pero no sé si entendió lo mismo que yo, lo cual consistía en que si intentaba ayudar a alguien que tenía sus mismos problemas estaría saliendo de la burbuja y viendo la situación desde otra perspectiva.
Una semana después, al pasar por el salón, vi que mi madre estaba sentada delante del escritorio con el ordenador. Me acerqué sigilosamente.
- Mamá, ¿Qué haces?
- Estoy en una página de buscar pareja por Internet. Me lo aconsejó el psicólogo.
Nunca creí que fuera buena idea.
Poco a poco noté que mi madre iba mejorado. Está claro que este pequeño cambio fue cosa de un día a día durante mucho tiempo. Pero notaba que mi madre comenzaba a usar más complementos de otros colores diferentes al negro, sonreía un poco más... Y la curiosidad de saber el motivo me mataba.
Aunque no tuve que preguntárselo, ya ella se encargó de decírmelo.- Cielo, nos vamos - dijo con una radiante sonrisa y con cuatro maletas a sus pies - el resto de las cosas ya están de camino, en el camión de mudanzas.
Y pensar que dos camiones de mudanzas me arruinaron la vida...
- ¿A dónde vamos?
- No es muy lejos, está a mil kilómetros.
Di un largo suspiro.
Ya en el avión abrí la boca por primera vez desde que me dio las noticias.- ¿Y por qué nos vamos?
- Porque tenemos que buscar un lugar mejor y con más felicidad.
- ¿Hay alguien ahí?
- Pues mira sí.
- ¿Sois novios?
- Estamos prometidos cariño.
- ¿Qué? Voy a tener un nuevo padre y no me habías dicho nada? Han pasado sólo tres años desde la muerte de papá, ¿no lo echas de menos?
- A Alberto lo conocí por la página web que me aconsejó el psicólogo y llevamos un año juntos, todo va bien así que hemos pensado que lo mejor para nosotros y sobre todo para ti es que nos casemos ya y sigamos con nuestra familia feliz.
- ¿De quién fue la idea del matrimonio?
- En principio de él, pero a mí me pareció bien. No te lo había contando porque quería que fuera una sorpresa. Y ya no hay más que discutir.
- ¿Pero papá?
- ¡He dicho que basta!
Así que no pronuncié ninguna palabra más hasta que llegamos a la casa de ese desconocido hombre.
Con cariño Loren.
ESTÁS LEYENDO
Cartas Escritas En Sangre (Registrado)
RomanceLoren es una joven mujer, la cual tiene una infancia traumante, cuando cree que todo va bien, el dolor se vuelve a apoderar de su vida. Tras estas páginas descubrirás su avance, una historia que le puede suceder a cualquiera. (Libro registrado...