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Querido Simón

Levanté la vista lentamente desde mis brillantes zapatos azules hasta el portal de la nueva casa. Tenía una enorme puerta de estilo victoriana. Y a ambos lados unas cristaleras tan brillantes que parecían nuevas.
Me giré para ver como mi madre sacaba las maletas del taxi y las arrastraba hasta llegar a mí.

- Bueno Loren, hemos llegado - dijo mientras rebuscada en un pequeño bolso y sacaba su móvil.
- Hola Alberto, sí, sí todo fue bien en el viaje, estamos en el portal. Vale, hasta luego - y seguidamente colgó.

Tras unos minutos oímos unas pisadas que bajaban unas escaleras y una llave que intentaba abrir la puerta. Cuando lo consiguió pudimos ver al que se supone que era Alberto. Se trataba de un hombre alto y de cabello negro, aunque en las raíces empezaban a asomar unas pequeñas canas y unas arrugas surcaban su rostro y sus manos.

- Bienvenidas señoritas a mi hogar - acompañó sus palabras con un gesto del brazo que invitaba a entrar.

Seguidamente se acercó a mi madre y le dio un beso. Luego me miró y agachándose me dio la mano.

- ¿Qué tal pequeña?

- Lo que quiere oír usted es que estoy bien así que eso diré. Estoy bien.

A Alberto se le congeló la sonrisa y se incorporó mirando a mi madre.

- Bueno... lleváis un viaje largo, entrad en la casa y poneos cómodas.

Avancé desconfiada pero segura, la primera habitación era una pequeña salita, aunque acogedora. Los suelos estaban cubiertos de antiguas alfombras, al fondo había una chimenea rodeada de varios sillones, las paredes estaban vestidas con estanterías que llegaban hasta el techo, las cuales estaban llenas de libros. A toda esta estancia le acompañaba la tenue y amarillenta luz de las lámparas.

- La casa es un poco vieja, pertenecía a mi bisabuela y me fue heredada. No sé si os habéis dado cuenta pero todo tiene un estilo victoriano. No hay mucha electrónica, refiriéndome a televisiones y cosas tan modernas - oí que decía al otro lado de la habitación.

- Más que vieja yo diría que es antigua - susurré mientras me agachaba para observar un libro.

- Os dejo el tiempo que queráis para investigar la casa, subiré vuestras maletas a las habitaciones.

Fui observando habitación a habitación. Todas eran muy parecidas así que decidí subir a la segunda planta. Lo primero que me encontré fue un largo pasillo, esta vez el suelo estaba tapizado no alfombrado, y las paredes estaban llenas de cuadros en las que las personas retratadas tenían los ojos cerrados.
Al final del pasillo había una puerta. Justo cuando iba a abrir la puerta oí la voz de Antonio a mis espaldas.

- Se me olvidó comentar - dijo con una sonrisa, la cual creo que intentaba hacer que pareciera amable - que esa es la única habitación que no se puede abrir.

- ¿Y eso por qué?

- Eres aún muy pequeña para entrar ahí.

- ¿Y mi madre puede entrar?

- Será mejor que de momento no - y tras un corto silencio añadió - ¿Quiéres ver tu habitación?

- Me parece bien.

La habitación era bastante más grande en comparación con las otras que había visto.
Era la única que no tenía alfombras en el suelo, en su lugar había una madera muy oscura, y las paredes eran de ladrillo.
Sólo había un mueble, una cama de tamaño matrimonial con sábanas blancas. Al lado de la puerta estaban mis maletas.

- ¿Por qué sólo hay una cama?

- Aquí tienes dinero para comprar más cosas - añadió dándome un sobre.

- Soy muy joven aún para comprar, y... aquí hay mucho dinero - dije contando los billetes de quinientos euros.

- Me dejaron una gran herencia, soy el único hijo.

Cuando ya se hubo ido tuve tiempo de observar la estructura de mi nueva habitación. Tenía varias ventajas, estaba insonorizada, y tenía un gran ventanal por el que entraba mucha luz.

Bajé a la primera planta buscando a mi madre. La encontré sentada ante una gran y brillante mesa, estaba hablando con Alberto.
Pude oír algunas cosas como preparativos, o invitados. Lo que me hizo llegar a la conclusión de la boda. Pero no pude seguir husmeando por más tiempo porque mi madre se dio cuenta de que los espiaba.

- Espera un momento Alberto - lo interrumpió - Loren cariño ven aquí. Te he dicho muchas veces que no está bien espiar conversaciones agenas . Tienes esa fea costumbre.

- Lo siento mamá, pero no pude evitar oír preparativos de una boda.

- Si cielo, nos vamos a casar, creí que te lo había dicho ya.

Me senté al lado de mi madre en una silla con tapizado de flores.

- ¿Entonces Alberto será mi nuevo papá?

- Así es - contestó él.

Sinceramente aquello no me hacía mucha gracia, para mí mi padre era el de siempre, aunque ya no estuviera vivo. Y además este hombre no me transmitía confianza.

Cuando me fui a dormir, después de cenar tostadas con mermelada, me costó conciliar el sueño un largo tiempo. Y cuando por fin lo había conseguido me despertó una horrible pesadilla en la que me perdía en esa enorme casa y solamente existía la puerta prohibida, entonces, cuando la iba a abrir aparecía la sombra de Alberto con un cuchillo en la mano.
Salí de la pesadilla con un estruendoso grito.
Tras unos minutos apareció mi madre preocupada y detrás estaba Alberto con una escopeta. Seguramente era para defenderme del peligro que me había provocado el grito, pero en aquel momento no pensé en eso.

- ¡Mamá cuidado!

Se giró alarmante, y cuando vio a su nueva pareja se le suavizó el rostro.

- ¿Qué pasa Loren? Nos has dado un buen susto.

- Ha sido una pesadilla.

- Será porque estás en un lugar nuevo - dijo Alberto.

- Venga hija, tenemos mucho sueño y ya es muy tarde - me dijo mi madre mientras me tapaba con las mantas.

- ¿Puedo dormir con vosotros?

- Está bien... pero sólo por una noche.

A partir de ahora mi vida había cambiado por completo, pensé justo antes de quedarme dormida.

Con cariño Loren.

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⏰ Última actualización: Dec 08, 2015 ⏰

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Cartas Escritas En Sangre (Registrado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora