Cuando Asgard nació, era una estrella sin nombre, un terreno virgen. Sus extensas llanuras estaban repletas de flores silvestres. El agua que fluía de los ríos era de un azul cristalino, casi transparente, que dejaba ver la multitud de criaturas marinas que lo habitaban. Ésos, ya algunos insectos eran los únicos habitantes de ese lugar. Durante varios milenios, la vida fue apacible y tranquila. Los rayos de sol calentaban el aire, produciendo una agradable sensación de calor durante todo el año. Todo era bienestar.
Hasta que un día, las cosas cambiaron. .una mañana de otoño, justo cuando las hojas comenzaban a caerse de los grandes árboles de hoja caduca que poblaban los bosques, la primera criatura pisó Asgard. Llegó, descendiendo del cielo, con sus alas plateadas totalmente extendidas. Su fino cabello se asemejaba al color de las hojas que crujían bajo sus pies desnudos, de una tonalidad dorada anaranjada. Su rostro era bello ; de rasgos delicados y precisos : pómulos altos y ligeramente sonrosados, ojos del color de los zafiros más brillantes, y manos con dedos largos y finos. La inconfundible estrella dorada, propia de las criaturas celestiales, descansaba sobre su esbelto cuello, adornado con una cadena fina y dorada. Portaba una sencilla túnica blanca, que le cubría hasta la altura de las rodillas, donde una marca oscura de aspecto desagradable destacaba, una imperfección en una figura esbelta y grácil.
El extraño se acercó de puntillas, para poder observar con claridad los alrededores, sonrió, de una forma casi imperceptible, y con una voz clara y serena, tras llevarse las yemas de los dedos a la marca de su cuello y acariciarla suavemente, comenzó a hablar.
- Yo, Rehael, el segundo ángel, desterrado de los cielos hace tres millones de años, acepto retirarme y establezco mi nuevo hogar en estos bosques. Juro solemnemente tratar este lugar sin colonizar con el respeto que se merece, preparándolo para la llegada de mis iguales, mis futuros hermanos. Con estas palabras, bautizo a la estrella Norte 026 avistada por primera vez esta mañana, con el nombre de Asgard. Le doy el honor de ser la nueva cuna de sabiduría y la hermandad. Un lugar donde, ángeles de distintos rangos convivan sin odio ni dolor, siendo tratados de forma igualitaria. No habrá sitio para malos pensamientos, evitando así futuros conflictos.
Cuando acabó de hablar, centenares de seres similares descendieron del cielo, con sus manos entrelazadas. Se colocaron formando un círculo, alrededor de un pesado libro repleto de marcadores, y, uno a uno, elevaron sus voces y repitieron , con pasión en sus voces, las palabras de Rehael.
- a partir de este momento, queda inaugurado nuestro nuevo mundo. Demos gracias a Abraham por perdonarnos por nuestros pecados. Por su sabiduría y benevolencia. Con estas palabras, concluyo la fase de juramentos del libro Celestial. Brindemos por un nuevo comienzo.- uno a uno, sus compañeros empezaron a aplaudir, orgullosos de formar parte del cambio que marcaría una nueva era.