¿Para qué enamorarme?

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Qué ironía, vivir de amor y morir de hambre, pero aún más irónico es vivir con hambre y morir de amor porque según Corzas "es de ley que de puro enamorado se llegue a no sentir hambre, ni cansancio, a no tratar con el tiempo y sus desmanes, a ser dueño de la luz y de la noche"; y si es así ¿para qué quiero enamorarme? no es lógico perder la percepción del tiempo por estar bajo los efectos embriagadores de lo que muchos llaman amor y morir lentamente por las secuelas de la adicción que éste provoca, como lo es el abandonar las esperanzas, las esperanzas de los anhelos y lo que es peor: la esperanza de querer vivir porque cuando el amor acaba pareciera ser que el mundo culmina en la nada porque aquello que se amaba lo era todo.

Por amor se abandonan las pasiones que fortalecen el alma, y se cambian por aquellas que fortalecen al corazón, se olvida la individualidad y se comienza a pensar en la otra persona, pero cuando se pierde puede suponerse que se aproxima una tormenta, en la que los sentimientos están en lucha constante no permitendo visualizar claramente la situación, una tormenta como aquella en la que Isabel Arango abrió por primera vez sus ojos y llegó al mundo para cumplir su sueño de bailar como nadie nunca lo había hecho, de vivir el arte como una religión. Isabel Arango era la quinta hija de un matrimonio austriano, quien al crecer y terminar de estudiar la educación media, dedicó sus tardes para leer y bailar. Con el paso del tiempo fue mejorando en lo único que la satisfacía y fue creciendo su deseo por estudiar en la Ciudad de México; sin embargo, en un principio, sus padres no querían permitir que se fuera lejos de casa, pero la terquedad, que era una característica de la personalidad de Isabel, logró convencer a sus padres, quienes después de un largo año de ruegos, accedieron.

Al llegar a la Ciudad de México Isabel se hospedó en la casa una señora con la que sus padres hicieron amistad, esa mujer era doña Prudencia Migoya, quien vivía en una casa ubicada frente al parque de Chapultepec. Isabel Arango viajaba a la Ciudad de los Palacios para estudiar en aquello que le apasionaba: bailar; sin embargo una cosa era lo que ella quería y otra muy distinta lo que el destino tenía planeado hacer con su futuro. Ella no tenía ni la más mínima idea de lo que sucedería durante su estancia.

Durante mucho tiempo Isabel Arango bailó como nunca, se olvidó del mundo que la rodeaba e incluso se olvidó de comer por pasar horas bailando y soñando despierta, por hacer lo que amaba, ¡he ahí un claro ejemplo de que por amor se abandona al mundo!, se muere de hambre mientras se vive de aire y de sueños. Aquella joven llegó a ser la mejor estudiante de una de las academias de baile más exigentes de la Ciudad de México; incluso la directora de la escuela, madame Alice, llegó a mencionar que Isabel era una promesa y "que la vida valdrá la pena mientras haya en el mundo seres capaces de hacer magia cuando profesan una pasión", porque no hay mayor placer que hacer las cosas por gusto o como diría Confucio: "Escoge un trabajo que te guste, y nunca tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida"; y así era, Isabel Arango estaba enamorada de lo que hacía, enamorada del baile.

Una noche, en una de sus presentaciones, bailó como nunca y no se imaginaba que entre los ojos que la miraban, estaría esa persona que haría que su vida diera un giro completo, una persona que pondría su vida de cabeza y que lograría que se enamorara por segunda vez, pero ¿de verdad sería capaz de abandonar lo que le apasionaba por una persona? ¿De cambiar horas de arduo trabajo?, por un momento de placer. Después de todo, todas somos personas con vehemencia efímera. Cuando parece que se tiene todo, se pierde en un abrir y cerrar de ojos y caemos en cuenta de que en realidad no tenemos nada.

¿Cuál había sido la causa de la partida del novio de Isabel? Quizás fue culpa del tiempo por terminar con el amor que sentía por ella, tal vez fue la monotonía de cada día o posiblemente encontró una nueva ilusión. Es muy probable que esas preguntas también se las haya planteado Isabel Arango cuando se percató de que el hombre que amaba la había abandonado. No conocía con seguridad el por qué de la partida del hombre que amaba, de lo único que tenía certeza era que estaba herida y de que no le importaba nada más que él. Sabía que se encontraba igual que cuando llegó a la Ciudad de los Palacios a cumplir su sueño: "sola"; la diferencia era que ahora se sentía sin esperanzas, hasta sus ganas de bailar habían desaparecido. Era como si estuviera soñando, no estaba conforme con la realidad que estaba ante sus ojos porque se trataba de un hecho que no estaba dispuesta a enfrentar y menos si lo iba a hacer sola.

Todo en la vida se trata de ciclos que algún momento tienen que concluir porque no hay eternidad que dure toda la vida, ni vida que dure una eternidad. Lo difícil de la vida es enfrentar los problemas de la mejor manera posible; por ello es que Isabel Arango, después de llorar por mucho tiempo tomó toda su tristeza y lo convirtió en fuerza para continuar con aquello que le apasionaba y bailar mejor que antes, mejor que nunca.

En ocasiones hacemos cosas que contradicen nuestras palabras. Isabel Arango se prometió nunca abandonar el baile; sin embargo por momentos se alejó de aquello que la apasionaba, se olvidó de la razón por la que había viajado a la Ciudad de los palacios. Lo anterior nos remite a las palabras que le dijo su madre a la hora de partir del lugar que la vio nacer:

"-¿Qué se te pudo ir tan lejos?- le preguntó su madre-. ¿Por qué no te quedas a vivir y a tener hijos en paz?

-¿Para que luego me dejen como yo a ustedes?"

Nunca se percató de la contradicción de sus palabras al responderle a su madre. Qué irónico era que no había tenido hijos para que no la abandonaran y finalmente terminó siendo abandonada por la persona que más amaba. Había dejado todo por nada, dejó su pasión, dejó a sus amigos, dejó su vida y dejó sus sueños para perseguir uno nuevo de la mano del hombre que amaba. Abandonó tanto tiempo de preparación para vivir un momento de dicha.

Bibliografía:

Ángeles Mastretta. (1999). Ninguna Eternidad como la mía. México D.F. : Cal y Arena.

                                                                                                                                            -Mercado Suárez Itzel Guadalupe.


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⏰ Última actualización: Dec 04, 2015 ⏰

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