Cuando las llamas Matan

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El fuego lo consumía todo.

Cientos de cuerpos chocaban los unos contra los otros produciendo un agudo sonido cuando los metales de las armas y las armaduras entraban en contacto creando un sonido metálico que perforaba los oídos. Cientos de gritos, feroces y cargados de resentimiento, llenaban el aire y se difundían por el campo resonando sin parar. La sangre, de distintos tonos y espesores, manchaba la tierra que en su día había sido verde, llena de colores y de vida, pero que ahora estaba contaminada con los restos de aquellos que hacía horas habían muerto: cuerpos de pequeña estatura, animales de proporciónes imposibles, seres de una belleza imposible, gigantes que parecían tener el cuerpo entero de piedra, enormes aves de plumas en llamas que aún ardían a pesar de estar muertos y otros seres que no pudo distinguir debido al estado en el que se encontraban.

El cielo estaba negro, sin una nube o una sola estrella en el cielo, teniendo por color únicamente el de los seres alados que se avalanzaban los unos contra los otros rugiendo y salpicando sangre hasta que uno de los que chocaban caía al suelo llevando a su paso a varios combatientes y trozos de tierra.

El olor a carne quemada le perforaba la nariz, mientras que a lo lejos pudo divisar un gigantesco castillo negro derrumbarse en lo alto de una montaña como si de paja estuviese hecho, para después observar cómo una oscura figura se alzaba desde los restos del castillo clavando sus enormes ojos rojos en ella.

Los rugidos aumentaron, los chillidos y las muertes no cesaron, y cada vez le costaba más mantener la vista fija en un punto, ya que comenzaba a difuminarsele sin poder hacer nada al respecto.

Un enorme cuerpo alado cayó entonces frente a ella llenando su visión de unas escamas azules que brillaban como estrellas, luego escuchó un fuerte grito, solo que esta vez no supo distinguir si había sido de uno de los guerreros o había sido ella.

Se despertó de pronto tomando aire como si se hubiese estado ahogando abriendo mucho los ojos y con el pulso tan acelerado que parecía que se le iba a salir el corazón del pecho.

Miró a todas partes a su alrededor en busca de algún cuerpo quemado o algún cadáver de guerrero sin ver nada, sintiéndose como si aún estuviera soñando, además de que aún le parecía escuchar el sonido de los metales al entrar en contacto así como oler el pútrido olor de la carne y los huesos quemados o en descomposición.

Controlando la respiración e intentando recuperar el sentido del equilibrio así como normalizar el resto de los sentidos, parpadeó un par de veces dandose cuenta de que estaba tumbada en el suelo.

Puso una mano en la cabeza que comenzaba a dolerle como si le hubieran dado con una porra y se incorporó quedando sentada sobre el húmedo suelo y sintiendo la suave caricia de su melena que le cayó suelta por los brazos y la espalda, luego intentó recordar sin éxito qué hacía tirada en el suelo en medio del bosque.

Recordó que se encontraba caminando y que había escuchado un ruido que le había alarmado y luego... ¿Luego qué había ocurrido? No lograba recordar nada de lo que había pasado después, además de que cada vez que lo intentaba la cabeza le dolía aún más por lo que al final desistió.

Se levantó con cuidado del suelo limpiándose la ropa manchada de tierra, y no fue hasta que tuvo la escurridiza sustancia entre las manos que no se dio cuenta de que ésta no era del color que debía ser.

Alzó la vista fijandose por primera vez en su entorno sin poder evitar sorprenderse.

Se encontraba rodeada por un circulo casi perfecto de tierra y árboles totalemente carbonizados y reducidos a las cenizas más negras y pequeñas posibles. Al tocar la tierra, se dio cuenta de que ésta estaba templada, como si hubiera sido quemada hacía poco tiempo.

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⏰ Última actualización: Jun 21, 2013 ⏰

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