Chubasquera

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Santina dice que mis hombres son chubascos. Vienen, me ennegrecen la vida, me ponen de mal humor, me frizan el pelo, me llueven un poco en la cabeza y después se van. Uno pensaría que después de tanta lluvia sale el sol, pero no. Si algo aprendí a través de los años es esto: a un chubasco siempre, sin remedio, le sigue otro.

Santina: boluda, dejá de llamarlo

Jari: ¡pero me gusta! y por fin alguien me trata bien, alguien me llama a la noche para que duerma bien, alguien me abraza cuando vamos al cine, alguien espera los cuarenta y cinco minutos que tardo en arreglarme...

Santina: es un chubasco

Jari ¿un qué?

Santina: otro chubasco. ¿Tomás Mora? Chubasco. ¿Enrique Soto? Chubasco.

¿Martín Fornella? Chubasco.

Jari: ¿Qué decís?

Santina: que sos una chubasquera. Te gustan los tipos que vienen, te mojan y se van.

Jari: Te juro que esta vez no es así

Santina: dale, pero cuando todo se ponga gris y te mojes, y para variar no estés preparada con un paraguas, te vas a acordar de mi y, obvio, va

a ser tarde.

Jari: envidiosa de porquería.

Santina: Chubasquera.

Esta es la historia de como me convertí es esta cínica que soy, de como alguien como yo puede terminar así. No son pocas las caras de la soledad. Ya saben: se puede estar solo en una fiesta de declarados amigos, en un asado familiar, en una mesa ruidosa de ex compañeras del secundario; se puede estar sola en la ciudad -

a todas nos ha pasado-aunque todos los flacos te miren y te murmuren cosas cuando pasás. Pero, ¿saben que? también estamos solas cuando al amor lo encontramos online: lo leemos, lo sentimos, pero no lo vemos. Cuando las pruebas sólo son escritas, duele.

Me habían dicho que nunca iba a estar sola. Siempre lo pregunté y siempre me dijeron que no. Mis padres, las maestras, los de la iglesia, todos me decían que no, que no iba a estar sola. Pero de chica pasaba los recreos y volvía a casa y 5

merendaba sola, porque mis papás trabajaban hasta tarde. Miraba, sola, los dibujitos hasta que llegaban cansados mis viejos y cenábamos en silencio. Hacía sola los deberes, porque mis papás - alguna vez me lo insinuaron-ya habían trabajado bastante durante el día como para ayudarme a mí a la noche, al fin y al cabo, decían, esa era mi obligación, ante mi familia y ante Dios.

Desde chica , sin que nadie me lo explicara, aunque todos me decían que no, entendí que iba a estar sola y asumí que estar sola cuesta mucho, duele en el cuerpo, enferma. Que no tener en quien apoyarse

pesa y duele. Me dí cuenta rápido de que los cuentos infantiles que terminan siempre bien son sólo cuentos.

De chica intuí que hay que confiar poco y en pocas personas; ahora comprobé que hasta el mejor amigo, que hasta el hombre de tu vida puede traicionarte. Que los humanos somos sólo humanos y por eso decepcionamos. Ahora pienso que si alguien me lo hubiera dicho desde el principio, habría sido todavía mas cautelosa. Hubiera confiado menos y me hubiese dolido menos. Pero no hubiera aprendido nada ni estaría aquí, contando esta historia de ilusión y desgarro que es la mía. Claro que mi cuerpo no resiste ni cien minutos, ni cien segundos mas de esta agonía. Escucho por décima vez, "Good enough" y espero a que las pastillas hagan efecto. Me duele el engaño. Me duele pensar que ya no voy a conocerlo.

Me consuela saber que existe en mi cabeza, que ahí vive para siempre perfecto.

Cuento esta historia con las pocas fuerzas que me quedan, cuento con lo poco que me queda de memoria.

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