II

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Odiaba venir aquí con engaños de por medio.
Odiaba tener que dejar el auto a unas cuadras lejos de mi destino.

Sin embargo, podía sentir la adrenalina correr por todo mi cuerpo. Sabía que esto era algo prohibido y que estaba mal pero se sentía tan bien.

Me ponía los lentes oscuros y me aseguraba que nadie que pudiera reconocerme se encontrara cerca. Le envié un mensaje de texto y a los segundos me abrió la puerta.

Eran aproximadamente las once de la mañana.

-Pasa-fue lo primero que me dijo antes de dedicarme una gran sonrisa y ponerse a un lado para que pudiera entrar a su apartamento.

Antes de besarlo, decidí apreciar aquel lugar, aquel apartamento tenía toda nuestra historia escrita en las paredes de su habitación.

Reí ligeramente.

-Te tengo una sorpresa.

Volteé para mirarlo.

Tenía una rosa en la mano, entonces noté que se había cortado el pelo y llevaba puesto una camiseta azul y unos jeans. Lucía exactamente como hace cuatro años, el tiempo que llevábamos juntos, como aquel día en que me confesó que los rumores eran ciertos, que estaba enamorado de mí y que entendería si yo decidiera alejarme de él para siempre.

Hice lo mismo que aquel día.

Tomé la rosa, la besé, luego tomé su mano y juntos la sostuvimos mientras nos mirábamos fijamente para después acercarme a sus labios.

-¡Te acordaste!-afirmé rozando aquellos labios rosados que tanto me encantaba besar.

-Y aún falta lo mejor, sígueme-me respondió dándome un corto beso.

Teniendo cuidado con las espinas de aquella rosa, mantuvimos las manos entrelazadas y dejé que me llevara hacia donde él quisiera. Nos detuvimos en la puerta de su habitación y soltó mi mano para ponerse detrás de mí y poder cubrirme los ojos.

-Feliz aniversario, Joseph James Nicholls-dijo antes de quitar sus manos y dejar al descubierto lo que había preparado para mí.

Había pétalos en forma de corazón en el borde y centro de la cama, velas en la mesa de noche y una botella que parecía contener un papel dentro.

Lo abracé y lo jalé para que nos subiéramos a la cama. Entrelazamos las piernas. Me pasó la botella.

-Antes de que la abras-me dijo cuando saqué el corcho- quiero que seas consciente que hice esto con todo el amor que te puedo dar. Ahora sí.

Sonreí y saqué el papel de la carta.

-No la leas en voz alta-me pidió.

-"Te conozco desde los seis años y te amo desde hace cinco..."-empecé a leer.

-¡James!-intentó quitarme la carta, lo que me pareció totalmente gracioso.

No me volvió a interrumpir.

-"Si te soy sincero, no sé cómo ocurrió. Yo tenía que admitir que era, de alguna manera, diferente al resto. No lo quería aceptar, pero no podía negar quien realmente era y finalmente acepté que estaba enamorado de ti. Me gustaba dormir junto a ti, recuerdo que ponía de excusa que estaba asustado por haber visto una película de terror para que me dejaras abrazarte, me gustaba que prefirieras quedarte a escuchar mis problemas a salir con una chica. El día que salí del clóset, lo que más me daba miedo era que te alejaras de mí, como si la orientación de alguien pudiera lograr romper una amistad de años. Soñaba con que me correspondieras, con que algún día pudiéramos estar como estamos ahora. Mañana se cumplen dos años desde que dejé de ser tu novio y me convertí en el fruto prohibido de tu matrimonio, ¿y sabes algo? No me importaría quedarme así toda la vida. De todos modos nacimos enfermos."

Take Me To ChurchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora