La llamada del infierno

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Era una cálida tarde de verano. Aquel día era especial, estaba con mi amiga a la que no veía desde hacia meses. Por sorpresa dijo que tenía que ir a mi casa, y yo le cedí amablemente mis llaves. Me quedé esperando un par de horas, al fin regresó. Pero su mirada no era la misma, no tenía ese brillo en los ojos que le hacia tan especial. Pasamos toda la tarde hablando, cantando, riéndonos. Pero le seguía notando distante. Cuando nos disponíamos a ir a casa, una chica con el pelo negro azabache y unos ojos brillantes de un bonito color negro, me advirtió que mi amiga no era la que en un principio me abrazó con una gran sonrisa. La muchacha se acercó y me metió algo en el bolsillo. No lo di importancia y me fui a la salida del parque. El cielo se volvió de un intenso color naranja y unos truenos comenzaron a retumbar. Cada vez se acercaba mas, no me preocupe, pensé que era una tormenta normal y corriente, a excepción de que no había nubes. Un gran ruido se aproximaba desde el final del parque. Ese estruendo se fue aclarando, resultaron ser unas terribles voces buscando venganza y parecía que buscaban cualquier alma desdichada que llevarse. El calor iba aumentando a medida que se acercaban. Agarré la mano de mi amiga y comenzamos a correr dirección a mi casa donde suponía que estaríamos a salvo. Cada vez se acercaban mas, ¡¡CORRE!! le grité mientras cada vez tiraba mas y mas de ella. Al volverme para mirarla, vi que cada vez estaba mucho mas roja y tenia el pelo mas oscuro. Faltaban unos metros para llegar a mi casa, ya estaban muy cerca, el calor era sofocante y la mano de mi amiga cada vez quemaba mas. Miré hacia atrás y ahogue un grito, mi amiga no estaba por ningún lado, en su lugar había una terrible bestia que me agarraba parte del brazo, me intenté soltar de el pero cada vez me agarraba mas fuerte impidiendo seguir. Pegué un tirón, conseguí zafarme de él y seguí corriendo. Sentí que el bolsillo me pesaba y metí la mano dentro. Mis llaves. Casi me alcanzaban ya. Sujeté la puerta. Sentía sus lamentaciones, mire al tumulto, eran todo sombras. Giré la llave dentro de la cerradura y cerré la puerta a mi espalda, por fin estaba a salvo, o eso pensaba.


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