2. No Tienes Idea

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Numerius no podía lograr entender lo que estaba pasando. ¿El hijo del emperador? ¿Por qué se le había ocurrido comprar a un simple gladiador? ¿Qué se había fijado en él? No lograba creer lo que sus ojos percataron en el papel. El rubio releyó unas veces más el papel para ver si lo que leyó era en verdad. Estaba completamente incrédulo de esas mínimas palabras escritas en el pergamino tan fino y delicado. De igual manera, no decía para quien era en realidad, ¿sería él realmente la persona destinataria.

Observó a Tiberius con nerviosismo, ¿y si el deseo de esa persona iba con su dulce y pequeño Numerius? ¿Cómo podría someter a su pequeño a tales bestias como la familia gobernante? Había escuchado horribles historias sobre el trato de esclavos desde que era niño de las mujeres que los alimentaban. El palacio no era un lugar seguro para una persona de ese rango, aunque él no era un humano para ellos, sino una cosa con la que podían hacer lo que quisieran. Un escalofrío le recorrió por toda la columna vertebral y sintió su labio inferior tiritar levemente. Estaba nervioso en demasía.

Dio media vuelta, escondiendo el pergamino debajo de su túnica, acercándose a su bello ángel de ojos azul-grisáceos. Este último se preocupó viendo como su amante estaba con la mirada perdida, con cara de incredibilidad. Tiberius frunció inevitablemente el ceño, confundido por el aspecto nervioso de N. El de pelo oscuro acarició la mejilla del mayor para tratar de tranquilizarlo y obtener respuesta del estado en el que el último se encontraba. Numerius la apartó en un movimiento de brusquedad. Tiberius se sorprendió inevitablemente por ese acto tan repentino, además de que Numerius nunca se comportaba así con él, este era delicado y dedicado con su persona, cosas que lo enamoraban cada día más.

Numerius observó a este con la mirada neutra, no sabía como decirle lo que sucedía, no quería preocuparlo en algo que no estaba seguro.

—¿Qué te está pasando, N? –uno de ellos de dignó a hablar en ese lapso de tiempo.

No habló. Las palabras se le habían atorado en la garganta y no había forma de que salieran si seguía en ese estado de nerviosismo, asimismo de que el de cabellos color ceniza no erauna persona con facilidad para las palabras. En cambio, su compañero siempre fue un chalatán, así que sería difícil que se calle.

—Por favor, dime –susurró mirando con unos ojos oscuros como la noche.

—Prefiero no decirlo por el momento, Tib —dijo abrazándolo delicadamente, como si no quisiera soltarlo nunca—. Es... Complicado que lo hablemos ahora.

Otra vez, el de ojos azul-grisáceos estaba asombrado. ¿Desde cuándo le ocultaba cosas? ¡Numerius siempre fue un hombre sincero! Iba a hablar cuando el rubio lo detuvo. Numerius sonrió y le dio un beso con delicadeza los carnosos y suaves labios del pequeño que duró poco tiempo.

—No te preocupes. Te prometo que te lo diré todo cuando llegue el momento —dijo con una sonrisa para tratar de tranquilizarlo—. Ahora déjame hablar con nuestro amo unas pequeñas cosas.

Antes de irse, besó sus labios una vez más. Numerius no podía evitar besar a Tiberius, le resultaba un exquisitez incontrolable. El de cabello oscuro le siguió el juego abriendo de a poco la boca, para que Numerius introdujera su miembro bucal en ella. Sus lenguas danzaban en una coordinación asombrosa, como si estuvieran poseídas por el Dios Cupido. Numerius apretó contra su pecho al delicado Tiberius para sentirlo más. Ambos estuvieron de esa manera hasta sintieron su aire entrecortarse.

—Ya regreso —susurró en su oído. Seguido de esta acción, avanzó hasta la oficina se su amo.

El camino que recorrió hasta allí fue un simple pasillo completamente de piedra, iluminado por antorchas que le daban un ambiente más sombrío a ese lugar sin ventanas. Al llegar, pidió permiso para pasar. Su cuerpo permaneció rígido hasta escuchar un "adelante". Numerius entró, pero este no pudo evitar observar el lugar.

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