CAPITULO III

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Al despuntar la aurora, los bandidos comprobaron que el velero había embarrancado a no mucha distancia de su guarida. La quilla estaba empotrada en la arena.

La marea baja, sorprendiendo al barco en circunstancias críticas, había truncado su viaje de manera trágica.

-¡Vamos hacia allá! -ordenó Kongre, exultante.

La banda, armada hasta los dientes, rodeó bien pronto el buque siniestrado. El casco no tenía excesivos desperfectos. La embarcación, inclinada sobre babor, orientaba hacia el mar su banda de estribor. La arboladura aparecía muy dañada, con el mástil de mesana partido, pero el bauprés y el velamen seguían intactos.

El navío era de ciento sesenta toneladas, y llevaba inscrita en popa la siguiente leyenda: "Maule, Valparaíso". Ningún signo de vida se percibía en su interior.

-No doy un ochavo por la tripulación -dijo Kongre.

En efecto, el capitán del barco, creyendo que morirían él y sus hombres si permanecían a bordo, había mandado echar un bote al agua. Pero el «Maule», en vez de estrellarse contra las rocas, encalló en los bajíos arenosos sin gran violencia. De haber continuado en sus puestos, todos se hubieran salvado; la fatalidad, sin embargo, quiso que pereciesen ahogados, como lo atestiguó el bote, hallado poco después cosa de dos millas al nordeste.

-Bueno, aquí está lo que necesitábamos -resopló Carcante, satisfecho.

La parte expuesta al aire libre no daba una sensación irreparable. Quedaba por ver, naturalmente, el lado en contacto con la arena, pero ello sólo sería posible cuando subiese la marea.

-A bordo -ordenó Kongre.

Casi todo se hallaba en buen estado, muestra evidente de que el choque no podía haber sido muy fuerte. Después de registrar el camarote del capitán, Kongre opinó:

-Este barco nos viene que ni pintado. Saldremos con él de esta isla.

-De acuerdo -rezongó su segundo-, pero he inspeccionado todo el buque y no lleva carga de ningún tipo. Sólo algunas cajas de provisiones.

-¿Y para qué nos hará falta la carga? -rechazó el jefe, disgustado por el comentario-. ¡El barco es lo que nos interesa!

Los documentos señalaban que la goleta «Maule» era de nacionalidad chilena, que su capitán se llamaba Pailha, y que la tripulación estaba formada por seis hombres.

-Preparémonos a levantar el buque en cuanto tenga suficiente agua debajo de la quilla. Sus averías no son importantes.

-¿Y qué piensas que hagamos luego? -inquirió Carcante, reacio al esfuerzo-. La marea empieza a subir.

-Llevaremos el «Maule» al fondo de la caleta de los Pingüinos.

-¿Y después?

-Después embarcaremos lo que trajimos del cabo San Juan.

Un examen más atento del barco reveló daños superiores a los previstos. El casco, en su lado opuesto, sufría una depresión de metro y medio de longitud. Era preciso repararlo y, con toda seguridad, el trabajo les supondría una semana, o quizá más.

Kongre, fastidiado por el hallazgo, reconoció:

-El destrozo es serio, y no podemos navegar así. Nos aguarda una dura faena. Pero lo dejaremos como nuevo.

-Aquí no podemos ponerlo a punto -objetaron algunos de sus secuaces.

-¡Claro que no! -admitió Kongre.

-Entonces, ¿dónde haremos las reparaciones?

-Si nos adueñamos del faro, ¿por qué no en la bahía de Elgor? -propuso Carcante, irónico.

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⏰ Última actualización: Dec 07, 2015 ⏰

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