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Estamos dando un paseo en bicicleta cuando comienza a llover.

Es una de esas tormentas eléctricas que se veían venir, gracias a toda la humedad y la desesperante presión atmosférica.

Harry y yo nos quedamos bajo la lluvia, caminando con nuestras bicicletas mientras la gente en las calles se dispersa casi despavorida, como si lloviera ácido y no agua.

–Si quieres, podemos ir a mi casa. No estamos lejos–dice, apartándose el cabello que cae sobre su rostro–.

–Está bien.

Es una casa adoquinada, antigua, con un largo y estrecho vestíbulo, con el piso de parquet y las paredes pintadas de amarillo; dejamos nuestras bicis ahí. Ambos estamos empapados hasta los huesos con la lluvia de verano.

–Te conseguiré una toalla. ¿Quieres que te preste algo de ropa?–dice cuando estamos en su sala, que luce demasiado como el café con todos los muebles desgastados y la chimenea–.

–Sí, por favor.

Él sale de la habitación y vuelve unos instantes después con una toalla y un poco de su ropa, e indica el camino hasta su baño social.

–¿Te diste cuenta de que en todo este tiempo no nos hemos tocado?

Su pregunta me sorprende cuando salgo vestida con pantalones de pijama y una camiseta verde oscuro.

–¿Quieres hacerlo ahora?–contesto con otra pregunta–.

Harry parece meditarlo por un momento, luegoniega con la cabeza.    



mine · styles auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora