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Rafael salió del contenedor de basura lentamente, evitando hacer el menor ruido posible que pudiera delatar su ubicación, observó cuidadosamente las calles donde pasan algunos carros, había menos personas que cuando subió.

Miraba esperanzado que su hermano regresará por aquella calle, espero unos minutos, sólo se escuchaba el pasar de los automóviles.

Cinco minutos que se convirtieron en diez, toda esperanza empezaba a desvanecerse, ¿Que se supone que debía hacer?, Si salía y lo buscaba el intento de mantenerlo a salvó de su hermano habría si do en vano, pero...si no lo hacía que sería de Leo.

Quince minutos ya habían pasado tenía que decidir buscar la pista de su hermano o regresar a casa.

Había mucho que pensar y el tiempo no era su amigo mientras más pasará menor sería la posibilidad de encontrar a el de cinta azul.

Se acercó a la salida del callejón, fijando se que no hubiera gente, ya lo había decidido tenía que encontrar a Leonardo no podía dejarlo atrás.

Ya estaba a punto de salir de aquel lugar oscuro cuando vio pasar a esos mismos sujetos de antes, sólo que esta vez se encontraban cargando un costal, pasaron de largo el callejón y doblaron a dos calles.

No podía pensarlo mucho y con toda la precaución que pudo los siguió hasta un edificio un tanto alto, contaba con tres arcos ornamentados como puertas, su fachada era negra, en lo más alto contaba con un reloj, cerca del reloj habían varias ventanas de color morado claro.

A simple vista daba un poco de miedo, era bastante amenazador en especial para un pequeño niño.

Rafa se encontraba bastante asustado y enojado, no podía permitirse tener miedo en ese momento no cuando su hermano lo necesitaba más que nunca.

Quería entrar rescatar a leonardo y huir los dos de aquel lugar pero sabía que con lo que el maestro le había enseñado no sería suficiente, memorizo el camino y regreso a la alcantarilla a avisarle a su padre lo que había pasado.

•••

Rafael corría sin descansar un segundo, procuraba que no fuera visto aunque eso ya no le importara mucho quería llegar lo antes posible con su sensei.

Entró a la alcantarilla, corrió hasta llegar a la entrada de su hogar donde ya lo estaba esperando el maestro bastante enojado.

- ¡Rafel!, ¡¿A donde fueron?!, ¡¿Acaso no les dije que no podían salir?!, Observó alrededor buscando a leonardo, ¿Donde esta tu hermano?- si voz era fría y atemorizante.

- Sensei, hizo una reverencia inclinando su cabeza, tomo aire y hablo, unos tipos se llevaron a Leo, tratamos de esconder nos pero.....Leo se sacrifico para que no me llevaran, todo fue mi culpa sensei- lágrimas rodaban por sus mejillas mientras que un color rojo carmesí se posaba en su cara.

- ¿A donde se lo llevaron? -

- A un edificio no muy lejos de aquí - señaló hacía la dirección que había por seguir

- Muéstrame el edificio -

Sin decir más rafael salió corriendo y detrás de él su sensei, lo guió hasta quedar enfrente de aquel edificio que daba una sensación de misterio y terror

- Regresa a casa Rafael, yo me encargo de buscar a tu hermano- ordenó

- Hai sensei- salió corriendo de ahí.

El maestro observaba detenidamente cada parte de aquel lugar, varias personas entraban y salían.

Divisó una entrada donde nadie se daría cuanta de su presencia, una ventana rota alado del reloj.

Entró lentamente, era una sala pero sólo tenía una grande silla donde un hombre estaba sentado hablando con otras dos personas y atrás como a tres metros su pequeño hijo tortuga.

La cara del infante era bastante seria, sin sentimiento alguno, cualquiera que lo viera dudaría que dentro suyo hubiese miedo o algún sentimiento en particular, pero quien puede engañar a un padre, splinter podía notar el miedo y tristeza en los ojos de su hijo.

Sabía perfectamente que debía sacarlo de ahí pero sin que se dieran cuenta obviamente no era tarea fácil.

Aprovechando la oscuridad del lugar comino lentamente, hasta llegar a su hijo.

•••

-Maestro, se inclinó en señal de respeto, le hemos traído este pequeño presente, esperamos que sea de su agrado y considere entrenar a este chico- Comento la chica señalando a Cristian con arrogancia en su mirada

- ¿Que han traído? - Su Voz era tan profunda como un pozo al que no te gustaría caer y tan sombría como la más oscura noche.

Sacaron de aquel saco a leonardo que se encontraba amarrado de manos y pies.

- ¿Que es esa cosa?- dijo un tanto asqueado.

- Esperábamos que le gustará maestro nos tomó mucho encontrarlo, yo esperaba que lo aceptará como pago para que me entrenará, para ser un ninja como usted- comento Cristian tratando de sonar lo más firme y poco nervioso de lo que estaba.

- vera maestro, este es un mutante, el único en su clase, imagine, con un buen entrenamiento podríamos tener la perfecta máquina asesina; no sabemos hasta donde se puede llegar y si no lo quiere para eso bueno, podría experimentar con el, todo tipo de armas, formas de combate todo lo que se le ocurra y más- Sonaba bastante segura de qué lo aceptaría.

- Mmmm debo de admitir que nunca me habían dado algo así, es interesante, agarró la cabeza del niño observando sus ojos, lo acepto Cristian podrás ser mi alumno- Regreso a sentarse en la gran silla.

Habían pasado unos minutos y dejaron de ponerle atención a la tortuga, hablaban de como iba hacer el entrenamiento del joven Cristian, sin notar que una "persona ajena" entraba en aquel lugar.

•••

El maestro corto las cuerdas que tenía en sus manos y pies, lentamente se acercaron a la ventana para salir sin que estos se dieran cuenta.

El niño al ver a su padre, se le llenaron de lágrimas los ojos sabía que ese no era momento para llorar pero era algo que no se podía evitar, su padre le dio un corto abrazo y procedió a jalar lo para que se salieran sin llamar la atención.

Cuando leonardo salió accidentalmente golpeo el cristal con su caparazón haciendo un ligero ruido que se extendió gracias al eco del lugar.

- No dejen escapar a esa tortuga, traiganla con vida- exclamo con enojo

Salieron de la oscuridad varios ninja con el símbolo del pie en su espalda y acataron la orden de su líder.

Criado Por Mi EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora